miércoles, 11 de julio de 2012


Gonzalo vs Gonzalo


Fuente La República del Perú
04 de julio de 2012
EDITORIAL
La intolerancia incruenta de Sendero Luminoso.
Si viviéramos en los años ochenta, los senderistas que irrumpieron hace días en la presentación de un libro del sociólogo Gonzalo Portocarrero le habrían descerrajado varios balazos para resolver así una discusión política académica. Como Sendero Luminoso está derrotado, sus militantes que actúan bajo el paraguas del MOVADEF (Movimiento  por Amnistía y Derechos Fundamentales) irrumpieron, interrumpieron, vociferaron, denostaron, boicotearon y se fueron. Los hechos ahora son distintos al sangriento pasado; la discrepancia no ha sido saldada con sangre y muerte como les ocurrió a decenas de profesores universitarios y a líderes sociales como Martha Moyano o Pascuala Rosado.
La cultura senderista, sin embargo, es la misma, intolerante, violenta e incapaz de sostener un debate con argumentos conceptuales. En su cultura, el oponente no es objeto de intercambio de razones sino eliminado o impedido de exponer sus puntos de vista. En las universidades donde el senderismo incursionó en los años ochenta, los oponentes eran cubiertos con pintura, rapados y paseados seguidos de un vociferante grupo. Con ellos, las huestes del “Presidente Gonzalo” no debatían sino los reprimían y escarmentaban.
Los senderistas irrumpieron en el acto de presentación del libro de Portocarrero Profetas del odio: raíces culturales y liderazgo de Sendero Luminoso que aborda, precisamente, los entretelones de la cultura senderista, develando su precariedad doctrinaria que dista mucho del alto grado de sujeción de las huestes respecto de Abimael Guzmán. A los senderistas debe haberles molestado mucho que Portocarrero descubriera en esa religiosidad absurda una relación desigual entre la entrega de los terroristas y la actitud desdeñosa del cabecilla.
Es paradójico que los senderistas irrumpieran en el acto demandando reconciliación. En ellos, esa reconciliación no es tal, sino solo una trampa. La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) definió esta como la toma de conciencia de parte de los actores de la magnitud del daño causado a nuestra sociedad y la toma de su responsabilidad aun cuando esta pueda y deba diferenciarse por grados. Según la CVR, debemos reconocer la naturaleza ética del compromiso por la reconciliación, admitiendo que las cosas pudieron ocurrir de otra manera y que muchos no hicimos lo suficiente para que así fuese.
Los senderistas vestidos o no con el disfraz del MOVADEF se resisten a la reconciliación; no han ensayado ningún análisis autocrítico sobre el baño de sangre que impulsaron. Su prédica de paz y de “solución política” no es ética; es una coartada para la impunidad de sus crímenes; no constituye un acercamiento al dolor del país y al sufrimiento de las víctimas sino una táctica para la libertad de sus líderes. Derrotados por el Estado se vuelven contra él sin armas para evitar pagar las consecuencias de sus actos. Es el mismo SL aunque ahora no acribille a sus oponentes.
Por esa razón sigue siendo válida la lucha por la memoria, la recuperación de los hechos y del contexto para evitar que se interprete como una gesta heroica y justiciera lo que fue una arremetida violenta y sanguinaria a la sociedad en nombre de los pobres. Esa memoria no solo le sirve a la sociedad como lección; también a los jóvenes seducidos, a quienes les pretenden contar otra historia.

Sobre lo Debatible y la Política


Escribe Roberto Bustamante 
Fuente original Blog El Morsa  03 de julio de 2012
Comparto completa la columna que publiqué hoy en Spacio Libre (sobre la irrupción de MOVADEF en un evento académico) que por motivos técnicos no se puede leer. Al final de esta entrada también encontrarán enlaces a algunos artículos que considero claves.
Lo no discutible
Se presenta un libro sobre el pensamiento del grupo terrorista Sendero Luminoso (que no he leído aún, pero espero hacerlo prontamente). El autor, Gonzalo Portocarrero, según tengo entendido, desarrolla los temas del mesianismo y el culto al personaje de Abimael Guzmán, el líder senderista.
En eso, la reunión es interrumpida por la gente de MOVADEF, el movimiento prosenderista que plantea abiertamente una amnistía general, tanto para los senderistas como para los criminales militares. La interrupción se ampara además en apelar a la democracia y a la libertad de expresión. Piden debatir con el autor y con los panelistas de la presentación. Lo piden a gritos.
De lo que conozco a Sendero y su pensamiento, se sabe que no hay espacio para la duda ni para la revisión de sus postulados o hipótesis centrales. Es cierto cuando se dice que Sendero tiene una ideología total de la historia y la sociedad, donde cada hecho no solamente está explicado, sino también el futuro cercano y lejano. No se trata de una compleja teoría social, sino, por el contrario, una postura historicista, donde todo está explicado. Y aquello que no encaja, también, toda vez que se le puede echar la culpa a la “reacción”, a aquellos que se oponen al cambio. Y luego, la cadena de conspiranoia, donde el origen del mal siempre es la CIA y el imperialismo. Para ellos, los casi 100 años del clásico libro de Lenin, “El imperialismo como etapa superior del capitalismo”, no han pasado. Qué Manuel Castells y su monumental “La sociedad red” se revuelquen en la estantería.
Algunos exigen aceptar el debate con MOVADEF. Sin embargo, debate implica no solamente un intercambio de argumentos, sino también ceder, aceptar la posibilidad que el interlocutor pueda tener un argumento válido y que uno pueda tener un argumento equivocado. Las comunidades científicas pueden debatir porque parten de lo que Thomas Kuhn llamaba el paradigma, que no es otra cosa que un consenso, un lenguaje común para toda la comunidad. Los argumentos son puestos en la mesa para que los analicemos y los pongamos a prueba. Si un argumento, planteaba Popper, no puede ser sometido a un examen tal que se pueda poner a prueba su falsabilidad, entonces estamos frente a algo propio de las religiones, sea un credo, un acto de fe.
Es por ello que tampoco se puede debatir “el aborto” o “la persona” en términos filosóficos o religiosos. En algún momento llegaremos al punto muerto donde los argumentos se tuercen sobre sí mismos y se vuelven dogma. Simplemente no se puede seguir discutiendo; aceptamos allí que el dogma es parte de la fe y que esta pertenece al campo de lo indecible. Wittgenstein era bastante radical en el asunto. Lo indecible es aquello que no puede ser un argumento lógico. De igual modo, decía, un problema que no tiene una resolución lógica (por ejemplo, la existencia de dios) se vuelve irracional, fuera del campo de la argumentación y por ende es parte del campo de lo emocional, de la esfera privada, cuando no íntima. “De lo que no se puede hablar, hay que callar”, terminaba Wittgenstein su famoso Tractatus.
Nuevamente, ¿vale la pena discutir con aquellos que abiertamente tienen posturas basadas en “la verdad” o en “la fe”? Podemos sí discutir los efectos de ciertas religiones (es decir la institución que sostiene la reproducción de la fe) en la sociedad. Podemos incluso plantearnos formas de comprobar esos efectos, buscar variables, analizarlas. Pero no podemos discutir la fe. De igual modo, podemos discutir con los MOVADEF, por supuesto, pero eso debería pasar por tener bien claro cuáles son los puntos sobre los que vamos a intercambiar ideas y qué cosas están ya dadas como acuerdo. Es decir, se debate con quien quiere realmente debatir.
Lo otro, es pisar el palito y darle tribuna a los iluminados.
Y alimentar al troll.
Recomiendo también los siguientes artículos:



MARTES, 3 DE JULIO DE 2012
Batallas por la memoria
Fuente El Blog de Martin Tanaka
El pasado jueves 28 de junio se presentó en el Centro Cultural de la PUCP el libro de Gonzalo Portocarrero, Profetas del odio. Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso (Lima, Fondo editorial PUCP, 2012). Ya he comentado sobre el libro, aquí.
Como es de conocimiento público, el abogado de Abimael Guzmán, Alfredo Crespo, junto a presuntos integrantes del MOVADEF, interrumpió la presentación del libro, insultó al autor, y terminaron lanzando arengas senderistas. Frente a este hecho, ¿cómo debieron reaccionar quienes estuvieron ese día? ¿Cómo deberíamos reaccionar nosotros ante algún hecho similar en el futuro?
Quiero empezar diciendo que no es en absouto mi ánimo el de criticar a quienes estuvieron ese día en la presentación del libro. Los senderistas sabían  que el auditorio había asistido a un evento académico, y que nadie estaría listo para un debate o una confrontación con ellos. Y uno en frío piensa en cómo debieron ser las cosas y le parecen claras, pero por supuesto una cosa muy diferente es haber estado allí. Precisamente, los senderistas se aprovechan de la buena fe de las personas, de la confusión, de la ingenuidad, de la falta de reflejos políticos. Para los senderistas, me parece, el juego es claro: utilizar la presentación del libro para crear un evento político propagandístico propio, "denunciar" las "falsedades" de los "lacayos del imperialismo", boicotear la presentación de un libro que denuncia a Abimael Guzmán como un "profeta del odio", y de paso, lanzar la advertencia de que harán acciones similares en el futuro, para así generar miedo, autocensura, para dificultar  que en el futuro se sigan generando espacios de reflexión y debate que dejen en claro el carácter totalitario del senderismo.
Siendo las cosas así, fue un tremendo error darle la palabra a Crespo, y permitirle convertir un evento académico en un espacio para lanzar consignas proselitistas. Toda presentación de libros tiene una dinámica preestablecida, y los organizadores no debieron dejarse arrebatar el control de la situación. Pero este no es un problema que se resuelve con un moderador más enérgico, con PROSEGUR, con la policía, o a empujones, porque el uso de la fuerza, aunque legítimo en este caso, los ayuda a victimizarse. Está claro que ellos igual iban a armar su espectáculo, porque no les interesa el debate, sino conseguir una tribuna para lanzar sus consignas. Y uno no puede concedérsela
La respuesta tiene que ser política. Esto significa que, con sendero allí, de lo que se trata no es de seguir con un debate académico, porque ya no es posible, sino de impedir que la presentación de un libro se convierta en una victoria política de ellos; de lo que se trata es que se convierta en una derrota. ¿Cómo? Pues denunciando claramente lo que Sendero Luminoso es, un grupo terrorista, homicida. Y si ellos se paran delante tuyo y te gritan consignas a favor de Abimael Guzmán, lo que hay que hacer es pararse y gritarles también en la cara que repudiamos a los asesinos y terroristas. Gritar ¡no al terrorismo!, demostrar que ellos son minoría, y que la mayoría los repudia hubiera convertido el intento del boicot en una victoria democrática, y una demostración efectiva de que la sociedad peruana rechaza a los "profetas del odio".
Eso requería el liderazgo de alguien y después una respuesta colectiva, pero lamentablemente no se dio. Queda de tarea para todos. Que esta falta de respuesta política no se repita. Desde la academica criticamos muy cómodamente a los partidos políticos "por no hacer política", por "abandonar la lucha ideológica" en las universidades, reivindicamos la importancia de las "batallas por la memoria", pero cuando las papas queman permitimos que nos lorneen en nuestra propia casa, como el Centro Cultural de la PUCP, y digo esto como profesor de la PUCP. Muy mal para nosotros, como comunidad académica
La respuesta tiene que ser política. Y con mucha preocupación percibo cómo nuestros estudiantes de ciencias sociales se han ido despolitizando (incluyendo por supuesto también los de ciencia política), así como nuestras ciencias sociales en general, apegándose a un modelo cada vez más estrechamente "profesional". Con esto no quiero decir que debamos meternos a militar en partidos políticos (cosa que nada tiene de malo, por cierto, y ojalá más se animaran a hacerlo), o que la profesionalización sea mala, pero sí me parece preocupante que el rango de intereses y motivaciones parezca cada vez más pequeño, perdiéndose de vista los "temas grandes" y la preocupación por los temas de debate público. Viendo las cosas desde este ángulo, no resulta tan sorprendente la falta de reacción ante las provocaciones de Sendero en un evento académico de profesores y estudiantes de ciencias sociales de la Universidad Católica. Tenemos que revisar lo que estamos haciendo.
Termino con un recuerdo personal. Si no estoy mal, en el primer semestre de 1988 el senador Rolando Ames presentaba el Informe en minoría de la Comisión investigadora sobre los sucesos de los penales de 1986, en el J-101, hoy auditorio Gustavo Gutiérrez, que estaba totalmente lleno. En esa ocasión, en medio de la presentación, un grupo de senderistas de la universidad, bastante pequeño, pero bien organizado, decidido y bullicioso, irrumpió en el salón, lanzando vivas al "camarada Gonzalo" y denunciando el informe Ames, por "reaccionario" y por pretender "negar los crímenes del genocida Alan García". Al igual que hoy, la sorpresa hizo que cundiera el desconcierto. Algunos reaccionaron "represivamente": es decir, quisieron sacar a los senderistas a empujones. Otros hacían llamados a la calma, pero las arengas senderistas no paraban. Un pequeño grupo de senderistas lograba inmovilizar a decenas, cientos de profesores y estudiantes, la mayoría de izquierda, y boicotear la presentación del informe, en plena Facultad de Ciencias Sociales. Hasta que alguien se paró y gritó: "contra la violencia terrorista... " y todo el auditorio respondió "...Izquierda Unida". El auditorio respondió políticamente, y las consignas contra el terrorismo y por una izquierda democrática acallaron totalmente al grupo de senderistas, que terminó retirándose del auditorio.
Al final, la presentación del informe Ames terminó siendo excelente, un triunfo político de la izquierda democrática y una derrota del senderismo. Ese mismo día yo, estudiante de sociología, decidí inscribirme en Izquierda Unida, convencido de que solo una respuesta organizada sería capaz de sacar al país adelante, y de que, si cada uno seguía aislado y desorganizado, el senderismo nos pasaría por encima. Como sabemos, Izquierda Unida implosionó poco después, así que mi militancia fue realmente corta. En todo caso, aprendí algo que hasta ahora no olvido, a pesar de que ahora estamos en otro tiempo y de que la militancia partidaria no es una opción como era antes: que la respuesta al senderismo tiene que ser política, y organizada. Así como reclamamos a los partidos que hagan su trabajo, los científicos sociales debemos hacer el nuestro. Y ojo que si no somos capaces de responder de manera democrática y efectiva al desafío del senderismo, la cancha será ganada por quienes pretendan imponer soluciones meramente represivas.
VER TAMBIÉN:
domingo, 29 de enero de 2012
Memoria y MOVADEF
ACTUALIZACIÓN, 4 de julio
Ver también:
PROFETAS DEL ODIOJosé Alejandro Godoy
3.7.12
Movadef no pone las reglasGustavo Faverón
3Jul
Sobre lo debatible y la políticaRoberto Bustamante
Algunas consideraciones sobre la Carta de Javier Urbina4 julio 2012
Erich Luna
ACTUALIZACIÓN:
Martín Santivañez
"Cobardes, ingenuos y terroristas"Correo, 6 de julio 
ACTUALIZACIÓN, 9 de julio
Mario Camoirano
"El lugar de la memoria de Tanaka"

 Truculenta presentación de “profetas del odio”
Fuente: Página de Gonzalo Portocarrero


Presentación del libro “Profetas del Odio: raíces culturales y liderazgo de Sendero Luminoso” Fondo Editorial de la PUCP, 2012. Segunda Edición.
Introducción
Después de esta introducción reproduzco el discurso que había preparado para la ocasión. En realidad no pude leerlo íntegramente pues un pelotón del Movadef (Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales, organización de fachada de Sendero Luminoso), presidido por el abogado Alfredo Crespo, irrumpió en la sala cuestionando el valor del libro, lanzando arengas a favor de la libertad de Abimael Guzmán y presentándose como los auténticos demócratas que luchan por la justicia en beneficio de las mayorías.
El abogado Crespo opinó que el libro era un “mamotreto”, que en realidad el “profeta del odio” era yo, el autor, que además era solo un “lacayo del imperialismo”, “rabiosamente anticomunista”. El libro reduciría la guerra popular a una perspectiva psicologista en la que yo enfatizaría el resentimiento social como el motivo fundamental la insurrección senderista. En realidad, Crespo y sus seguidores no habían leído el libro pero trataban de convertir su presentación en una suerte de tribuna para hacer propaganda a sus ideas. En realidad, no había argumentos en su discurso pero si una vehemencia y una convicción que pretendía imponerse y acallar toda opinión contraria.
La verdad es que nadie había previsto la irrupción. La dirección de la mesa, a cargo de Patricia Arévalo, decidió darle 5 minutos para que expresara lo que tuviera que decir. Pero, claro, Crespo rebasaba los minutos y no era sencillo hacerlo callar.
Sobre todo, y aquí va el hecho doloroso, porque estaba apoyado por unos veinte muchachos que repetían, cada uno por su lado, ¡Déjenlo hablar! ¡Estamos en una democracia! De esta manera, con este respaldo, conseguían prolongar la intervención de Crespo. Pero en poco tiempo se hizo evidente que estos muchachos eran parte de un grupo organizado pues comenzaron a lanzar consignas a favor de la inmediata liberación de Guzmán.”Defendemos derechos del Dr. Abimael Guzmán Reynoso”. Presentaban a Guzmán como injustamente encarcelado por luchar a favor del pueblo. Y se definían así mismos como perseguidos por el odio de la reacción. La única manera de solucionar los problemas políticos derivados de la guerra popular es una amnistía que sería el fundamento de la reconciliación nacional.
Lo doloroso, y enigmático, es que muchachos tan jóvenes - sin experiencia directa de la insurrección que impulsó y condujo Guzmán asumiendo el terror como arma política fundamental- puedan pensar en Guzmán como una víctima a la se debe defender en nombre de la democracia y la reconciliación nacional. ¡Cuán profunda es la ignorancia de estos jóvenes! ¿Cómo explicar la ingenuidad latente en sus iracundas consignas? Y no se trata solo de un grupo pequeño en un acto puntual pues la presencia del Movadef entre los jóvenes se está multiplicando al punto que muchos opinan que es la organización política que agrupa más militantes en el Perú de hoy.
No hay arrepentimiento, menos la actitud humilde de pedir perdón por el enorme sufrimiento que causaron, lo que predomina es la arrogancia y la ira; la identificación con Guzmán, el suscribir –incondicionalmente- sus puntos de vista.
Arriesgo como hipótesis que en la socialización política de estos jóvenes la figura de Guzmán como una suerte de héroe “injustamente silenciado” es el hecho decisivo.
Dentro del panorama político actual marcado por la corrupción y el oportunismo; no es imposible presentar a Guzmán como el líder honrado y consecuente, como el germen de futuros cambios a favor del pueblo. Pero para que esta imagen sea posible es necesario que estos jóvenes sientan una gran necesidad de verdades absolutas, que estén a la búsqueda de un padre sabio y fuerte, y que proyecten esta imagen en Guzmán, por cuya liberación vale la pena entonces correr riesgos pues sigue siendo garantía de un mundo mejor.
Estos jóvenes que irrumpieron en la presentación eran de clase media. Probablemente, desorientados y a la deriva, han encontrado un catecismo que da sentido a sus vidas. Es probable que ocurra lo mismo en jóvenes del mundo popular. Es también muy posible que algunos, o muchos de ellos, tengan vinculaciones familiares con los senderistas de primera hora.
En todo caso, concluyo con la importancia que se debe dar a la enseñanza de la historia reciente del Perú. La única vacuna contra la demencia de estos jóvenes es la memoria. Y precisamente de eso trata mi libro “Profetas del Odio”; un intento de reconstruir como alguien desde una cómoda clandestinidad pudo mandar a matar y a morir con tanta sangre fría, sin la menor piedad, y cómo hubo jóvenes dispuestos a inmolarse o a protagonizar un carnaval de sangre y de crueldad contra el pueblo que pretendían representar. La figura de Guzmán es tanto más repudiable por cuanto nunca estuvo dispuesto a arriesgar su propia vida por las ideas que defendía.
Estuvo muy por debajo del endiosamiento que en torno a su persona propiciaba. Endiosamiento que continúa hasta nuestros días como ingrediente de un fanatismo político totalmente desfasado.
En realidad, a la luz de este incidente me siento orgulloso de haber escrito este libro pues muestra, en forma contundente, la responsabilidad de Guzmán en el baño de sangre que sufrió nuestro país.
Sin Guzmán, Sendero Luminoso no hubiera tenido importancia. Si uno piensa en la galería de líderes de la izquierda peruana de principios de los 80 no encuentra a nadie, salvo Guzmán, que fuera capaz de tomar la decisión de masacrar a la comunidad de Lucanamarca.
El Movadef ha colocado en you tube una selección de escenas de la presentación que puede consultarse en la siguiente dirección web:
http://movamnsitiayderfundamentales.blogspot.com/
Ahora sí, las palabras que no pude terminar de pronunciar.
Queridos amigos
Empiezo agradeciendo a Félix Reátegui, Rocío Silva y Rolando Ames por sus comentarios a mi libro, y su esfuerzo permanente por elucidar lo que hemos vivido en nuestro país. También agradezco al Fondo Editorial de la PUCP, a Patricia Arévalo, su directora por su apoyo a la publicación de este libro. También, en el plano editorial, a Pierre Emile Vandorne que coordinó los esfuerzos necesarios para que el texto pudiera marchar a la imprenta.
Pasando al proceso de investigación la primera deuda que tengo que reconocer es con Mariana Barreto Avila pues ella trabajó conmigo en todo el proceso de recoger información; me acompañó dos veces a Huamanga, tomó notas de las entrevistas que efectuaba y fue la interlocutora que permitió que se fueran sedimentando las primeras impresiones que fundan la argumentación de “Profetas del odio”. Sin su ayuda no hubiera podido llevar la investigación a buen término. De otro lado, Eleana Llosa realizó mucho más que el cuidado de la edición. Fue mi interlocutora en la parte final del trabajo. No sólo armó el aparato bibliográfico, revisó la redacción sino que fue conversando con ella que decidí un orden en los ensayos. Orden en parte sugerido por ella misma. Su consejo fue que no tuviera temor a la aparente arbitrariedad en la sucesión de los capítulos pues era mejor evitar lo lineal y predecible. Fui permeable a su buen criterio. Entonces, reitero mis agradecimientos a Mariana y Eleana.
El libro nace del impulso que significó para mí el semestre de investigación que obtuve en el año 2010. Me corresponde entonces reconocer la deuda que tengo con la Universidad por su apoyo a las iniciativas de los profesores. En especial al Vicerrectorado de investigación que también me ayudó con los fondos para contar con la asistencia de Mariana Barreto. Parte del semestre lo pasé en Madrid. Allí viví como si fuera un escritor profesional. Dedicado ,íntegramente, a la escritura. Acá debo mencionar y agradecer al profesor Jesús González Requena que me enseñó los principios que me permitieron descifrar el enigma que representan las imágenes.
Pero en este libro están presentes, de forma explícita, y, las más de las veces implícita, muchas de las lecturas que he ido realizando en los más de cincuenta años que llevo frecuentando libros. Y una dedicación tan larga y sostenida no podría explicarse si no fuera profesor universitario y, además, si no tuviera una comunidad de colegas y estudiantes con la cuál he ido intercambiando opiniones en un diálogo que continúa.
Cierto que la vida académica en el Perú no facilita el desarrollo de obras de largo aliento. Después de la tesis de doctorado vienen los ensayos. Ocurre que entre los 3 cursos que tenemos que dictar, y la comisiones en que participamos, ya no hay tiempo ni energía para pensar en formatos más orgánicos. Pero se puede sacar ventaja de esta situación. Mi camino ha sido escribir textos más sintéticos, y, con el tiempo, cada vez más personales y tentativos. Además, desde siempre, me sentí convocado por lo interdisciplinario. Esta libertad para ir errando entre conceptos de distintas disciplinas se la debo a la Sociología pues en la tradición de esta disciplina está el impulsarnos a la búsqueda de otras perspectivas. Entonces, así, leyendo una cosa, y también la otra, llegué a los llamados “estudios culturales”, a una estrategia de leer la realidad que enfatiza lo fecundo de cruzar las fronteras de los campos disciplinarios en la perspectiva de hacer visibles conexiones que suelen escaparse a la atención de quienes se concentran en un solo enfoque. Pero, claro, la estrategia de saber un poco de muchas cosas tiene sus riesgos, sobre todo la ligereza y la frivolidad, pero también tiene sus promesas como la de lograr panoramas más amplios y comprensivos.
En este proceso de ir definiendo un enfoque basado en los estudios culturales he contado con la inapreciable ayuda de Alberto Flores Galindo a cuya obra y amistad tanto debo. Pese al tiempo que ha transcurrido desde su partida, me acompaña en un diálogo que continúa. Y en el momento actual son muchos mis interlocutores. No puedo nombrarlos a todos. Pero al menos tengo que reconocer la importancia del diálogo con mis colegas del departamento de Ciencias Sociales; entre ellos Nelson Manrique. Y fuera de mi grupo inmediato debo mencionar los mutuos aprendizajes logrados con Víctor Vich, Juan Carlos Ubillúz, Carmen María Pinilla, Cecilia Esparza, Rafael Tapia y Elena Piazzón.
Sin el entorno y el soporte de mi familia nada me hubiera sido posible. Los muchos años compartidos de armonía y complementariedad son el vínculo o raíz que me nutre de la serenidad siempre amenazada por mi desmesura. Agradezco entonces a Patricia, Florencia, Rómulo y Paola, por su amor y compañía.
IIDespués de estos agradecimientos me gustaría referirme a la génesis de este libro. Como a todos los peruanos, también para mi, Sendero Luminoso representó un enigma. Un primer intento de acercarme a su comprensión fue mi libro Razones de sangre, aproximaciones a la violencia política. Publicado en 1998 se hizo acreedor al premio de investigación otorgado por nuestra universidad. Me costó mucho trabajo escribirlo. La investigación duró varios años y con frecuencia quedó paralizada por el desánimo de no poder intuir una arquitectura de conjunto. Finalmente, creo que fue un aporte.
Pero en el año 2009, cuando empecé nuevamente a investigar la insurrección de Sendero Luminoso habían muchas más fuentes disponibles y, además, el paso del tiempo hacía posible un acercamiento diferente, más sereno y objetivo; finalmente contaba con nuevos recursos conceptuales como para analizar imágenes y videos.
En todo caso el estímulo inmediato fue la aparición en you tube de la versión completa del video conocido como la danza de Zorba el griego. Es decir la grabación del último encuentro del comité central de Sendero Luminoso. Observándolo, una y otra vez, me di cuenta de la profunda idolatría que Guzmán despertaba entre sus seguidores. Y también de la actitud desdeñosa y poco comprometida con que el propio Guzmán devolvía los gestos de adoración de sus fanáticos partidarios. Definitivamente el hombre Guzmán no estaba a la altura del endiosamiento al que era elevado. Aún cuando esta situación respondía, en mucho, a sus permanentes exigencias. Otro estímulo importante fue la aparición de su autobiografía llamada “De puño y letra”. Pese al título se trata de un conjunto más bien insulso de textos jurídicos. No obstante como una suerte de prólogo Guzmán insertó unas notas verdaderamente autobiográficas que, leídas y vueltas a leer, resultaron muy significativas para elaborar las preguntas que guiarían la investigación.
Entonces el propósito inicial de aproximarme al hombre Guzmán fue ampliándose de manera que se trataba de comprender como su discurso alucinado había logrado capturar la imaginación de tanta gente. Para este propósito contaba con el monumental estudio de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y con el archivo de testimonios y entrevistas que me permitió acceder a los puntos de vista de los máximos dirigentes de la insurrección. En estas ideas y vueltas fui ratificando y elaborando una presunción que siempre me acompañó. Me refiero a la importancia del trasfondo religioso de la insurrección senderista. En este punto la concepción weberiana de la secularización resultó clave, como también lo fue el postulado de Castoriadis sobre el cambio en los universos mítico simbólicos que dan sentido y abrigan a la criatura humana. Ambos autores subrayan que el cambio en las creencias esconde continuidades más profundas de manera que tras la súbita hegemonía del marxismo en la Huamanga de los años 70, la ciudad más marcada por el catolicismo colonial, había que identificar la persistencia de antiguas tradiciones, como la creencia en una verdad definitiva, revelada por una autoridad en comunicación directa con la trascendencia.
Y, finalmente, una y otra vez acudió en mi ayuda la obra de José María Arguedas. Sus novelas y cuentos, a los que siempre he regresado en los últimos veinte años, me sirvieron como una fuente privilegiada para tratar de entender la subjetividad andina; en especial el significado de la evangelización colonial con su exaltación del sufrimiento y la obediencia. Y también para acercarme a la manera en que los pueblos andinos lograron resistir la imposición colonial.
IIIPero más allá de la historia del libro, me gustaría compartir con Uds. la apasionante experiencia que significa investigar en el sentido más arcaico y fundamental de la palabra. En latín investigare significa ir en búsqueda de una pista o huella, de un vestigium que es el término que nombra la huella en tanto tiene un origen desconocido. Es decir, la idea original es que solo hay un resto y tenemos que reconstruir el todo al cual pertenece. Se trata de encontrar algo que uno no sabe qué cosa es hasta que, terminada la investigación, logramos explicar mediante un argumento el significado de esos restos que nos interrogaban.
La investigación básica es pues la exploración de lo desconocido, el seguir la pista de leves presentimientos, tomar decisiones basadas en la intuición, aceptar sumirse en un estado de confusión donde muchas cosas pueden ser para, desde allí, desechar y esclarecer. Es decir, se trata de todo lo opuesto a la manera en que el positivismo imagina, o reifica, la investigación básica. Para empezar no existe algo así como un marco teórico ya dado pues este se va ensamblando en la propia investigación de acuerdo a las exigencias que nuestras incertidumbres plantean y en base a los conceptos que aparecen como más sugerentes para superar esas incertidumbres. Tampoco hay hipótesis pues tan solo tenemos sospechas o presunciones que se desmienten o se enriquecen. De la misma manera no existe un método fijo o un orden pre establecido sino que estos van apareciendo conforme avanza el proceso de investigación.
Seguir la pista significa aceptar lo confuso de la realidad, estar dispuesto a vivir en la interrogación y la incertidumbre, luchar para que las hipótesis que vamos elaborando correspondan a la realidad que tratamos de explicar. Y comprender que por más que nos afanemos nuestro esfuerzo está destinado a ser parcial e incompleto pues, pese a que las interrogantes sigan proliferando, en algún momento tenemos que poner punto final a nuestro trabajo. Investigar es pues una aventura, adentrarse en el laberinto, sin garantías, ni certidumbres definitivas. Una pasión que se sufre pero que encuentra grandes recompensas en los momentos del “Ajá”, del asombro que nos produce esa realidad que logramos descubrir, esa frase que condensa multitud de hallazgos.
Sería muy lamentable que en nombre de la predicibilidad y el control, este tipo de investigación sea desechado a favor del positivismo y su reificación del proceso de investigar. No quiero que producir un mal entendido pues no desecho la metodología positivista. Si queremos, por ejemplo, explicar el rendimiento escolar en términos de comprensión de lectura o capacidad para realizar operaciones matemáticas, es enteramente válido diseñar un protocolo de investigación que trate de relacionar estas habilidades con factores como la configuración familiar, el nivel de nutrición, el lenguaje materno, etc. Lo más probable es que nuestros prejuicios o hipótesis se comprueben. Pero este es el punto cuando la investigación básica tiene que tomar la posta.
Examinar, por ejemplo, la dinámica de las configuraciones familiares que están detrás de los altos y bajos rendimientos. Creo que la universidad es el espacio que debe fomentar este tipo de investigación a la cual se afilia mi libro.Termino con una frase de Albert Einstein “Si supiese qué es lo que estoy haciendo, no le llamaría investigación, ¿verdad?


Qué Hacemos con MOVADEF


Fuente El Morsa
Escribe Roberto Bustamante
20 de junio de 2012

Hace unos años conocí a un dirigente del Partido de los Trabajadores de Brasil. Estábamos conversando, cuando salió el tema de Sendero Luminoso. Su historia me pareció fuerte y totalmente sintomática. Contaba que para ellos, para el PT, SL era un grupo guerrillero de izquierda más de la región, unos “compañeros en armas”. Y así lo vieron hasta que SL atentó contra el tren de pasajeros Cusco-Machu Picchu (junio de 1986) y donde entre los 8 muertos y 35 heridos, falleció también una militante de dicho partido brasileño. A él le tocó ir al Perú a recoger el cuerpo. Allí cambió su visión sobre SL. Nunca más los “compañeros en armas” y más bien terroristas. A secas.
Hay varias aristas con Sendero Luminoso. Una legal y penal, sobre la que que hoy, creo, no hay dudas. A pesar de los reparos de varios izquierdistas en los 80s, hoy por hoy existe un gran acuerdo con el caracter criminal de SL. Existe mucha documentación sobre los crímenes en el Informe Final de la CVR que puede ser consultado (y discutido)
Ahora tenemos el grupo MOVADEF que busca su inscripción legal como partido político. Eso ya viene siendo debatido por abogados e imagino que seguirá su curso correspondiente. Yo aquí quiero ensayar algunas otras aristas del dilema en el que nos encontramos.
MOVADEF, como se sabe, reivindica el “pensamiento Gonzalo”, esto es la ideología, la forma de pensar de Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso. Guzmán se veía a sí mismo como el eslabón superior en la escala evolutiva del pensamiento político que venía de atrás con Marx, Lenin y Mao. “La cuarta espada”, se llamaba a sí mismo (y sus seguidores lo repetían). Abimael Guzmán, como bien lo señalaba Carlos Iván Degregori en su libro Qué difícil es ser Dios, era una especie de “caudillo-maestro” que venía con “la ideología del proletariado”, “científica, exacta, todo poderosa” y “todopoderosa porque es verdadera”.
En ese pensamiento omnipotente ya pasó la fase de la historia de la “guerra popular” y ahora más bien vivimos una fase de “paz”, donde lo lógico es la “solución política” a dicha “guerra” y la consecuente “amnistía de los prisioneros de guerra”. Obviamente que cuando MOVADEF reivindica al “pensamiento Gonzalo” está recogiéndolo todo es decir, una visión donde hay “dos líneas de pensamiento”, una correcta y la otra incorrecta, una “a favor de la historia” (no de la humanidad, sino “de la materia”) y otra en contra. Es una forma fanática del materialismo histórico, donde toda reacción estaría prevista. 
En una forma ideológica de ese tipo, claro está, no hay mayor debate posible ni posibilidad de convencerles que están equivocados. “Ah, tu crítica es justamente la reacción a nuestra verdad todo poderosa”, dicen para sus adentros. No es por gusto que el “pensamiento Gonzalo” sea la justificación al proyecto totalitario de SL.
Pero, como se señaló antes, es qué hacer con MOVADEF viéndolo como algo más que un problema policial y penal. Más allá de la altamente probable no-inscripción de dicho grupo, MOVADEF va a seguir operando. Van a entrar a las aulas de los colegios y universidades y van a ofrecerles a los adolescentes y jóvenes respuestas a sus inquietudes básicas: ¿Por qué el Perú es como es? ¿Por qué la desigualdad? ¿Por qué yo con esta educación pública no puedo llegar a tener lo que el otro, con su educación privada tiene? 
Y las respuestas de MOVADEF son simples; no hay más preguntas luego porque estas no son admitidas en el “pensamiento Gonzalo”. El que duda va contra la historia.
El asunto es que, como país, no terminamos de ocuparnos de las escuelas. Estas siguen siendo espacios violentos, que generan un sentimiento de desapego en muchos niños y niñas del Perú. ¿Qué clase de ciudadano sale de un colegio lleno de rejas, donde el profesor está esperando con una vara a que termine el recreo para golpear a los alumnos para que regresen al aula? ¿Qué pasa cuando el profesor le dice al alumno que su forma de hablar el español es “motosa” y que debe “aprender a hablar bien”? 
Otro finado grande, Constantino Carvallo, así describe el aula en el Perú:
“La educación general en el Perú, y particularmente en la escuela pública, es de muy mala calidad y no contribuye a la formación de la ciudadanía ni de la democracia, porque es una relación autoritaria en la cual el alumno está parado frente a un profesor que dicta verdades: es un dictador. Los alumnos deben memorizar lo que dice el libro y no hay una construcción de pensamiento propio, de espíritu crítico de diálogo, de investigación.” (Entrevista a Constantino Carvallo, Blog Política y Viajes)
¿Les recuerda a algo? El aula en el Perú hoy por hoy es el espacio perfecto para que MOVADEF o cualquier otro grupo que ofrezca “la verdad” crezca y se reproduzca.
Sí, claro, todos hablan de la importancia del Informe de la Comisión de la Verdad y que todos los peruanos vayan al futuro Lugar de la Memoria (y de la Tolerancia y de la Inclusión Social, como se le llama ahora). Seguro también dirán que hay que tener mejores cursos de educación cívica. No faltará alguien al que se le ocurra que el problema para hacer que los niños amen a la patria es tener cursos de Instrucción Pre-Militar.
Mientras tanto, el colegio y el aula seguirá siendo esa institución totalitaria. El lugar para que el “pensamiento Gonzalo” o cualquier otro discurso “todo poderoso” encuentre el mejor caldo de cultivo.

Profetas del Odio


Fuente Desde el Tercer Piso
Escribe José Alejandro Godoy
03 de julio de 2012

El jueves pasado fue la presentación del libro Profetas del Odio, escrito por el sociólogo y docente de la PUCP Gonzalo Portocarrero. En relación con el contenido del libro, Martin Tanaka resumió lo siguiente:
El libro es una compilación de trabajos que pueden verse como piezas de un mosaico, en el que se recurre al análisis de discursos, libros, testimonios, entrevistas, videos, canciones, himnos, pinturas, cuentos, obras de teatro, ilustraciones. Si bien Portocarrero no hace del todo explícito un argumento general, es posible reconstruirlo. El punto de partida es debatir con las tesis de Carlos Iván Degregori: “las explicaciones que definen a la insurrección senderista como un fenómeno político, laico y moderno son radicalmente insuficientes”. Portocarrero llama la atención sobre su “trasfondo religioso”, el “sustrato mítico”, sobre “la importancia de la cultura y de la larga duración”.
Obviamente, el libro no deja bien parado a Abimael Guzmán y a sus seguidores. Al igual que Degregori, pero a través de una entrada teórica distinta, Portocarrero busca demostrar la fragilidad conceptual del proyecto ideólogico y político senderista, así como fue posible que el mismo tuviera adeptos. El autor se centra, sobre todo, en los elementos mesiánicos del control que Guzmán ejerció sobre sus huestes. Así lo resumió Portocarrero en una entrevista:
Guzmán radicaliza esta tendencia mesiánica dentro del marxismo: su discurso trataba de hacer que la gente “despertara” de su sueño, de su fatalismo, de su resignación. Que se diera cuenta de la opresión en la que había vivido y que desde ahí surgiera el odio hacia los opresores, manifestado en violencia. Uno tenía que sentirse orgulloso de odiar, porque en el odio está la virilidad, la capacidad de acción, de transformar la realidad. Era un discurso de un profeta del odio que quiere convertir el odio en una suerte de evangelio redentor.
La respuesta de Sendero se dio en la presentación del libro, realizada en el Centro Cultural de la PUCP. Como ya ha sido difundido, el abogado de Guzmán, Alfredo Crespo y un grupo de jóvenes seguidores interrumpieron la presentación del libro, calificaron a Portocarrero como “lacayo del imperialismo” y terminaron lanzando sus arengas de siempre.
El incidente ha generado una pregunta: ¿qué hacer frente a incidentes como estos? Una primera respuesta, que surge inmediatamente después de ver a esta gente minimizar el daño causado por SL al país, es botarlos, mandar a seguridad a que los saque y convertir el tema en un caso policial. Allí acierta Martín Tanaka al señalar que:
Pero este no es un problema que se resuelve con un moderador más enérgico, con PROSEGUR, con la policía, o a empujones, porque el uso de la fuerza, aunque legítimo en este caso, los ayuda a victimizarse. Está claro que ellos igual iban a armar su espectáculo, porque no les interesa el debate, sino conseguir una tribuna para lanzar sus consignas.
De hecho, la imposibilidad del debate con esta gente es un punto que analiza bien Roberto Bustamante, que coincide con lo que señala Portocarrero en su libro: al tener gente con ideas tan fijas, que no admiten discusión alguna, “no hay espacio para la duda ni para la revisión de sus postulados o hipótesis centrales”.
¿Cuál debería ser la respuesta, entonces? Creo que la enuncia bien Tanaka:
La respuesta tiene que ser política. Esto significa que, con Sendero allí, de lo que se trata no es de seguir con un debate académico, porque ya no es posible, sino de impedir que la presentación de un libro se convierta en una victoria política de ellos; de lo que se trata es que se convierta en una derrota. ¿Cómo? Pues denunciando claramente lo que Sendero Luminoso es, un grupo terrorista, homicida. Y si ellos se paran delante tuyo y te gritan consignas a favor de Abimael Guzmán, lo que hay que hacer es pararse y gritarles también en la cara que repudiamos a los asesinos y terroristas. Gritar ¡no al terrorismo!, demostrar que ellos son minoría, y que la mayoría los repudia hubiera convertido el intento del boicot en una victoria democrática, y una demostración efectiva de que la sociedad peruana rechaza a los “profetas del odio”.
No es el único que piensa así. Desde hace años, Carlos Tapia postula la idea que frente a gente como la del Movadef lo que cabe es una respuesta de este tipo. De hecho, hace algunos años, cuando esta gente hizo un acto similar en San Marcos, Bustamante señalaba lo siguiente:
Lo de San Marcos ha sido claramente una provocación, y si algo sabemos de las provocaciones políticas es que lo que buscan es que el debate se caiga al suelo, que no se discuta, y que más bien todos estemos atemorizados o expectantes. ¿Qué buscan los que han hecho este clarísimo acto de provocación? Una reacción violenta. Lo han hecho antes, lo hacen ahora, y así buscarán decir “teníamos la razón”. Been there, done that.
¿Qué hacer? Organizarnos. El doble. El triple. Estar alertas. Pararnos al frente y no pisar el palito, porque ellos van a aprovechar cualquier cosa para decir “allí, está, teníamos la razón” (así funciona su lógica). Ganarles la partida de mano. Enmendarles la plana, en los pasillos, en las aulas, en las paredes, en los patios.
Obviamente, el tema también tiene que ver con la memoria. Hace algunos meses, cuando Movadef intentaba inscribirse como partido político, Juan Carlos Tafur, desde una posición de derecha, enunciaba lo siguiente:
Sería bueno que este hecho sirva, de paso, para que se reflexione sobre la irresponsable insensatez de algunos sectores del país que se han dedicado toda una década a denigrar el informe de la Comisión de la Verdad por prejuicios nimios. O a tratar de sabotear que se erija el Lugar de la Memoria. Bajo el falaz argumento de que ambos esfuerzos contienen un maquillaje del horror terrorista, se ha impedido que el país, y en especial la juventud, conozca una historia que no vivió en carne propia.
Lo último que el país debía haber hecho respecto de los años del terror era ponerle una lápida encima. Y en ese contexto resalta la pasmosa frivolidad asentada detrás del discurso que ha logrado construir la idea de que cualquier preocupación por los derechos humanos o los fueros legales revela una actitud “proterrorista” (¿?).
Tanto machacar semejante dislate ha logrado crear, por el contrario, un espacio para que haya personas capaces de sentir que defender a Sendero no sea una barbaridad ideológica e histórica sino una posibilidad capaz de ser admitida.
En ese sentido, la memoria no queda solo en el recuerdo de lo vivido o en trabajos académicos. Debe pasar a la acción, no solo a través de los gestos y acciones políticas enunciadas por Tanaka y Bustamante, sino también a políticas públicas concretas, como la recuperación de la escuela como un espacio crítico vacunado frente a prácticas autoritarias, así como la necesidad de rescatar a la universidad pública como espacio de calidad y diversidad. Si la sociedad política quiere derrotar a estos “profetas del odio” más allá del campo militar, no puede quedarse pasmada, sin memoria, sin reacción. Pero, como hemos dicho, tiene que ser una reacción inteligente, que no le de a esta gente pretexto alguno para poder victimizarse.

DOMINGO, 27 DE MAYO DE 2012
Profetas del odio
Artículo publicado en La República, domingo 27 de mayo de 2012
Escrito por Martin Tanaka

Gonzalo Portocarrero ha publicado un libro muy importante para la comprensión de Sendero Luminoso: Profetas del odio. Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso (Lima, Fondo editorial PUCP, 2012).
El libro es una compilación de trabajos que pueden verse como piezas de un mosaico, en el que se recurre al análisis de discursos, libros, testimonios, entrevistas, videos, canciones, himnos, pinturas, cuentos, obras de teatro, ilustraciones. Si bien Portocarrero no hace del todo explícito un argumento general, es posible reconstruirlo. El punto de partida es debatir con las tesis de Carlos Iván Degregori: “las explicaciones que definen a la insurrección senderista como un fenómeno político, laico y moderno son radicalmente insuficientes”. Portocarrero llama la atención sobre su “trasfondo religioso”, el “sustrato mítico”, sobre “la importancia de la cultura y de la larga duración”.

Así, “Sendero Luminoso aparece como un movimiento político moderno y, también, como una potente reformulación de la tradición andina, católico-colonial y prehispánica” (p. 11). Esto sería posible en tanto los ideales modernos de progreso deberían verse como la secularización de la idea de redención judeo-cristiana. Para el autor, Sendero deber verse como una peculiar combinación de elementos racionales y emocionales, de elementos modernos y otros de larga duración, globales y locales.
El “encuentro entre un mito racionalista de alcance global, como fue el marxismo, y una sociedad donde la vigencia de la pobreza, la servidumbre y el catolicismo tradicional son los hechos más fundamentales” (p. 230). El autoritarismo senderista, fruto de un maoísmo ideologizado, echó raíces en una sociedad en la cual “la disposición a la humildad y al respeto temeroso del otro tiene un origen prehispánico” (p. 63), y donde “las huellas de la sujeción colonial están presentes en el Perú contemporáneo” (p. 217).

Quiero resaltar aquí dos temas de debate que me parecen centrales, que remiten a ciertas ambigüedades que no me parecen resueltas. Uno es de qué manera se conjuga la importancia asignada a los factores de “larga duración” con el simultáneo reconocimiento de la importancia del tipo de liderazgo de Guzmán, que nos lleva a privilegiar lo contingente. Sin su peculiar lectura del marxismo, el senderismo podría haber seguido una lógica insurreccional marxista-leninista-maoísta más cercana a lo que la mayoría de grupos de izquierda pregonaba en esos años, sin llegar a los niveles de violencia a los que se llegó.
De otro lado, enfatizar el sustrato “andino, católico-colonial y prehispánico” sobre el que se habría asentado Sendero lo llevaría a uno a pensar de que este fue un movimiento de masas, de amplio respaldo campesino. Por momentos, ese parece ser el argumento del autor; sin embargo, también reconoce que “la tendencia central de cambio” en el país consistió en “sacudirse del servilismo mediante la apuesta por la ciudadanía y al progreso” (p. 186). ¿Cómo pueden ser compatibles ambas cosas?
Son algunas de las preguntas que abre este interesante libro.



Espejismos Zurdos


Escrito por José Alejandro Godoy
02 de julio de 2012
La semana pasada, en su columna en La República, Steve Levitsky observó agudamente la construcción de una imagen fantasmal sobre la izquierda peruana por parte de la derecha conservadora del país. Con ello, se busca caricaturizar al sector progresista como peligroso para la estabilidad del país, pero, además de denostarlo, se sobrevalora su peso político específico.
Las imágenes falaces sobre la izquierda también se encuentran en sus propios adeptos. Un análisis de la actuación de los diversos grupos pertenecientes a esta parte del espectro político durante los últimos años permite arribar a esta conclusión.
Los pequeños grupos zurdos que se aliaron con Ollanta Humala entre 2006 y 2011 vieron en él a un nuevo caudillo que podría hacer medidas económicas parecidas a las adoptadas por gobiernos radicales en la región. Confiaban en que la relación forjada durante todas las protestas contra Alan García, así como el desarrollo de un plan de gobierno con un lenguaje furibundo contra “el modelo económico neoliberal” forjarían los cambios que hace años tenían en su agenda.
Ellos no notaron varios signos opuestos a esta percepción. El Partido Nacionalista Peruano es un proyecto familiar donde los espacios de coordinación para una marcha no consolidaron la alianza con la izquierda. Dicha convivencia no llevó a mecanismos de acuerdos o democracia interna, pues basta recordar cómo se armó su lista parlamentariaLa adopción del modelo brasilero fue más allá del marketing, dado que implicó asumir los activos (inversión privada a gran escala y programas sociales) y pasivos (tensiones con movimientos sociales y ambientalistas) de esta decisión.
Los sectores progresistas tampoco calibraron que Humala tenía pocas convicciones ideológicas. También estimaron en demasía su capacidad de conexión con los impulsores de las protestas sociales y su propia influencia en el gobierno. Por ello fue fácil desprenderse de ellos con la salida de Lerner Ghitis.
Otro fantasma cunde entre quienes propugnan la existencia de una izquierda verde con posibilidades electorales en 2016, a partir de los movimientos forjados al calor de los conflictos socioambientales. Al enfatizar únicamente su carácter ecologista, se subvalora la importancia de las demandas materiales de estos grupos como mayor justiprecio por terrenos, más empleos y una mejor redistribución de la renta minera. En el caso de Conga, la protesta gira sobre la desconfianza hacia una empresa con mala trayectoria frente a su entorno.
Por ello resalta en el flanco zurdo la enmienda de rumbo realizada en la gestión municipal de Susana Villarán. Fuerza Social percibió que una agenda concentrada en aspectos menos tangibles marcaría la diferencia con un antecesor fascinado con el cemento. Ante la amenaza de la revocatoria, la Municipalidad Metropolitana de Lima corrigió prioridades, se vieron más obras y los esfuerzos se concentraron en la reforma del transporte. Los resultados comienzan a apreciarse en las encuestas.
La izquierda peruana requiere más organización, pero también menos espejismos sobre sí misma.
(Columna publicada en El Comercio el 29.06.2012)

El Fantasma de la Izquierda




El fantasma de una izquierda radical y violenta se utiliza para justificar medidas represivas, como el arresto de alcaldes y activistas de derechos humanos.  Pero la realidad es otra.  Como ha señalado Eduardo Dargent, la izquierda peruana es muy débil. De hecho, es una de las más débiles de América Latina (junto con Guatemala, Panamá, y Paraguay).  Los partidos de izquierda son casi inexistentes.  Desde la caída de Fujimori, ninguno llega al 1% del voto nacional. Algunos candidatos izquierdistas ganan elecciones regionales, pero son liderazgos locales sin movimientos fuertes o vínculos nacionales importantes.
Tampoco existen movimientos sociales de izquierda con alcance nacional.  Los movimientos de protesta en provincias son fuertes, pero localizados.  Los grupos que movilizan en Amazonas, Puno, Cajamarca y Cusco son muy heterogéneos. Y a diferencia de Bolivia o Ecuador no existe una organización o una identidad que los abarca.  Hay esfuerzos para coordinar actividades, pero están muy lejos de formar un movimiento nacional.  Y, sobre todo, a diferencia de Quito o La Paz, la protesta está ausente en Lima.  Hoy el fujimorismo tiene más presencia en los sectores populares urbanos que la izquierda.
Gregorio Santos no es Evo Morales.  No tiene el talento, la base social o la organización que tenía Morales.  Sus posibilidades de llegar a la presidencia son menores que las que tienen la selección peruana de llegar al Mundial (que son nulos; sorry). Es más probable que termine como Pizango o Aduviri: una figura marginal en la política nacional.
¿Cómo se explica la debilidad de la izquierda peruana? En parte, es un legado de los años 80. SL no solo penetró y destruyó  muchas organizaciones sociales afines a la izquierda, sino también generó un fuerte anti-izquierdismo –un rechazo visceral hacia los grupos, discursos y protestas radicales– que no existe en países como Bolivia o Ecuador. Un legado de Sendero –pero también de los vínculos que mantuvo la IU con el MRTA– es la tendencia de vincular la izquierda y la protesta con la violencia. Es muy fácil asociar a los activistas de izquierda con SL como hizo Rosa María Palacios esta semana. Eso trae costos políticos para la izquierda.
Pero la debilidad de la izquierda también se debe a la falta de organización. Los partidos de izquierda más fuertes –el PT en Brasil, el socialismo chileno, el Frente Amplio uruguayo, y ahora el MAS boliviano– tienen organizaciones fuertes. Estas organizaciones no se construyen de la nada. El FA uruguayo tiene una base sindical;  el PT se construyó sobre sindicatos y organizaciones sociales apadrinados por la Iglesia; el MAS sobre un conjunto de movimientos sociales (sindicatos, cocaleros, juntas vecinales, grupos de campesinos e indígenas).  En el Perú, la izquierda no solo carece de organización, sino también de infraestructura sobre la cual podría construir una organización. El sindicalismo es débil; no existe una organización indígena o campesina fuerte como CONAIE en Ecuador o CSUTCB en Bolivia; y la Iglesia ya no promueve la organización popular.  Es muy difícil construir un movimiento político sin organización. 
La izquierda no es la única fuerza con problemas de organización. La derecha tampoco ha podido construir un partido. Los planes que circulan para formar un Partido Liberal suenan tan poco realistas como los planes para construir una nueva Izquierda Unida.
Pero hay una diferencia. La derecha puede ejercer poder sin partido.  Tiene más recursos; tiene varios medios de comunicación; y en última instancia, los empresarios tienen la amenaza de no invertir. Como acabamos de ver en 2011, la derecha peruana es perfectamente capaz de defender sus intereses sin ganar las elecciones.  La izquierda, en cambio, necesita organización. Sin ella pierde influencia aun cuando ganan sus candidatos.
Una izquierda (democrática) fuerte haría bien a la democracia peruana. Primero, ayudaría a combatir la desigualdad, que siempre atenta contra la democracia. Varios estudios demuestran que la democracia dura menos en sociedades con mucha desigualdad. Y según estudios de los países industrializados, la generosidad de las políticas redistributivas se asocia con la fortaleza de la izquierda. Dicho de otra manera: donde existe una izquierda fuerte, hay más redistribución y menos desigualdad. Y donde hay menos desigualdad, la democracia dura más.
Una izquierda fuerte también ayuda a evitar el populismo.  Donde existe un partido de izquierda fuerte, como en Brasil, Chile, y Uruguay, el descontento popular se expresa a través de canales institucionales, cerrando el espacio a los outsiders anti-sistema.  En cambio, el colapso de los partidos que representan a los sectores populares genera un espacio enorme para los populistas, como ocurrió en el Perú en 1990 y Venezuela en 1998.
Pero nos guste o no, la izquierda peruana es débil. La protesta radical podría amenazar a ciertos proyectos mineros (si las empresas y el gobierno actúan con torpeza), al gobierno, al régimen o al Estado.  Las versiones exageradas sobre la amenaza que representa Santos u otros activistas de izquierda solo sirven para justificar medidas represivas que debilitan a la las instituciones democráticas.
De hecho, una política represiva podría fortalecer y radicalizar a la izquierda, convirtiendo en realidad el fantasma que tanto  asusta algunos comentaristas de derecha.