jueves, 31 de marzo de 2011


QUÉ DIFÍCIL ES SER DIOS

20-02-2011 | Eduardo Dargent 
Diario16 

Recuerdo la primera vez que escuche hablar a un senderista. Era 1984, tal vez 1985, cuando un programa dominical entrevistó a un miembro de Sendero Luminoso en prisión. Afirmaba con total seguridad que ellos eran la avanzada que alumbraría al comunismo en el mundo. Como parteros de la historia y destructores del capitalismo, los millones de muertos que costaría llegar a  esta sociedad utópica era un tema  secundario. Esta y otras  experiencias vinculadas a la guerra despiertan en un niño muchas preguntas. ¿Qué tipo de educación había creado a ese joven fanático dispuesto a matar y morir? ¿Qué tenían en común esos totalitarios marxistas con el totalitarismo racista del Nazismo o con fanáticos religiosos? ¿Por qué ese maoísmo para dummies, simplista y cargado de falsedades, se había convertido en una droga tan potente en el Perú?

A fines de los ochenta mi curiosidad encontró un interlocutor. Carlos Iván Degregori  intentaba responder preguntas similares a través de su conocimiento profundo de Ayacucho  y viajando a zonas donde ya pocos se atrevían a ir. Con un lenguaje ameno, sus artículos avanzaban respuestas heterodoxas, distantes del simplismo que dominaba el Perú en esos años.

Contra el macartismo de la derecha, CID retrucaba que no bastaban ideas radicales para explicar Sendero, sino que había que mirar al terreno fértil en que crecieron esas ideas: una sociedad en cambio, tradiciones educativas arcaicas, entre otras condiciones. Contra el simplismo revolucionario de  izquierda, CID señalaba que las condiciones de pobreza no eran causa suficiente para la violencia, y menos para ese tipo de violencia fanática. Un radicalismo marxista, irreflexivo y sectario, y las particulares características de Huamanga, fueron también claves para incendiar la pradera.

El Instituto de Estudio Peruanos acaba de publicar ‘Que difícil es ser Dios’, libro en que CID intenta darle unidad a esos trabajos dispersos de los ochenta y noventa. Son textos poderosos que mantienen su vigencia, como pude comprobarlo cuando asigné uno de ellos a una clase de jóvenes  que nacieron apenas   un año antes de la caída de Guzmán. A pesar  del  tiempo transcurrido, las preguntas despertaron el mismo interés y perplejidad. En parte porque Sendero y su militancia son tema universales. Pero también porque CID logra darle una dimensión amplia, humana, crítica, a nuestra tragedia local. Esa perspectiva genial que ha hecho a Carlos Iván el mejor compañero de ruta en ese viaje macabro por intentar entender a Sendero.

jueves, 10 de marzo de 2011


Política y marketing

Dom, 06/03/2011

Por Jorge Bruce
Fuente LA REPÚBLICA

Me parece que fue Fujimori (el original) el primero en hablar, en el Perú, del gobierno a través de la gerencia. Es decir que un país puede ser administrado como si fuera una empresa. Lo cual significa que la democracia es también un asunto de marketing, sobre todo en época de elecciones. A su vez, esto último implica que las campañas, propuestas y los propios candidatos deben ser tratados como productos. Incluso los ataques e insultos, esa guerra sucia de la que tanto se ha venido discutiendo, son parte del mercadeo, para lo cual se contrata a expertos como la estrella fugaz JJ Rendón.

El avance en popularidad de esta concepción comercial de la democracia corre paralelo con el creciente prestigio de palabras como empresa, riqueza, gerencia, etcétera. Es un fenómeno mundial. Los valores republicanos han ido cediendo terreno a un conjunto de significados más propios de las escuelas de administración de negocios que de las facultades de ciencia política. Así, no es casualidad que los publicistas sean cada vez más consultados para analizar los resultados de las encuestas, como si fueran estudios de mercado, y los empresarios ocupen cargos en las instancias de gobierno.

Esto es congruente con los spots, carteles, polos, jingles, eslógans y demás elementos típicos de los departamentos de marketing. También con el hecho de que gobernar se parezca cada vez más a decisiones tomadas en reuniones de directorio, en donde la mayoría de peruanos son los pequeños accionistas de una sociedad en la que, en la práctica, no tienen voz ni casi voto.

Esta concepción empresarial de la política acarrea una serie de peligrosas confusiones.

Los ciudadanos no son productos en serie, a diferencia de las cervezas o los televisores. Por lo menos no deberían serlo, tal como una universidad no debe evacuar egresados cortados con el mismo molde. Entre paréntesis, ese parece ser el meollo del conflicto entre mi alma mater, la PUCP, y el arzobispado. Mientras que el Opus Dei, la organización del cardenal Cipriani, impone un pensamiento único a sus seguidores, la Católica se ha caracterizado, en sus más de noventa años de vida, por un pluralismo extraordinario que, lejos de estar reñido con la calidad de la enseñanza, es su condición sine qua non. Esto no puede restringirse a la interpretación de la voluntad de Riva-Agüero, que es el terreno adonde el arzobispado intenta llevar las cosas, con el objetivo inconfesado de matar esa diversidad de opinión.

Pero así como no es una empresa ni una iglesia, un país tampoco es una universidad. Es todo eso y más. Abarcar esa complejidad y traducirla en un proyecto de sociedad en el que una mayoría se pueda reconocer, ese es el desafío que enfrentan quienes pretenden gobernarnos. Esto supone que dejen de tratarnos como consumidores pasivos. A nosotros nos toca exigir nuestros derechos ciudadanos, pensando, comparando, opinando. Queremos ser representados, no transados ni manipulados.

De lo contrario seremos merecedores, como viene sucediendo, de una tanda publicitaria en donde los productos nos reclaman porque son altos, guapos, chistosos, bailarines, tragaldabas, parlanchines, famosos o musculosos.

La democracia no llega sola

Fuente LA REPÚBLICA

Por Jorge Bruce

El eslogan de campaña “Con Toledo, al Perú no lo para nadie” tiene varias lecturas. La más obvia, la de la intención propagandística consciente, digamos, es que con ese candidato en la presidencia nadie puede detener al país. Una segunda lectura, sin embargo, podría ser que, de ser reelegido dicho aspirante, sería imposible levantar a la P de patria. Esta ya pertenece a otro registro, el cual no deja de tener una connotación sexual, que los numerosos enemigos del que encabeza las encuestas no parecen haber advertido. Porque de lo contrario ya se habrían aprovechado de ese lapsus, dada la calidad de los ataques que están proliferando en una campaña cada día más enrarecida.

No pretendo proporcionarles municiones, que para eso están los variados jota jotas estrafalarios e inescrupulosos que pululan por ahí, con o sin contrato de por medio. Lo que sí busco es interpretar ese mensaje inconsciente, pero haciéndolo extensivo a todos los participantes en la contienda. Con ese nivel de política, al Perú, en efecto, no lo paran ni con Viagra.

Puede que varios de los involucrados preferirían otro tipo de competencia, menos canallesca, pero el hecho es que nadie parece haber encontrado la fórmula para centrar el reclamado debate de propuestas. Al punto que ese pedido está sonando tan ilusorio como el del Papa solicitando actos de contrición a los curas pedófilos. Una y otra vez la agresividad, no la de la firmeza y energía sino aquella de los golpes bajos y ruines como la homofobia de Castañeda, prevalece y marca el tono de los intercambios. Como en los noticieros matinales por televisión, diera la impresión que el rating se asegura a punta de asesinatos, atropellos y violaciones.

Es indudable que esto se debe en parte al tipo de personajes que abundan en un escenario que elimina a quienes juegan limpio.

Güido Lombardi es un ejemplo de esto último. Pero también es probable que en la política se reproduzcan imaginarios arraigados en nuestra convivencia social. Así, en esta lucha por el poder, reaparece la ley del más fuerte, que en nuestro país se confunde con la del más pendejo. Solo de esa manera se explica que, en una reciente encuesta, una de las preguntas fuera quién es el más mongo de los candidatos. Es una variable difícil de encontrar en otras sociedades, que no asignan tanto valor a esos rasgos darwinistas de personalidad.

Es relevante, por cierto, que quien pretenda gobernarnos posea experiencia de vida y sea capaz de manejar situaciones complicadas sin perder la calma. Eso que Lourdes Flores demostró no tener en el recordado potoaudio. Pero la pendejada es otra cosa. Alude a la capacidad de aprovecharse del otro y engañarlo o traicionarlo (léase sodomizarlo). Fujimori hizo de esa característica un emblema que muchos admiraban. Alan García es otro exponente de esa habilidad criolla, la del que no es cojudo (léase castrado), a quien, según dijo en Willax tv, un centavo le importa un carajo. Claro, si la plata llega sola...

Nos toca, entonces, parar a los políticos y obligarlos a enfocarse en lo que de veras importa. Como han comprendido tunecinos, yemenitas y egipcios, la democracia no llega sola.

Haya, el poder que libera

Dom, 20/02/2011

Por Javier Barreda
La República

¿Los tiempos modernos dejan espacio para recordar a los políticos y pensadores que construyeron la mirada crítica del país? ¿Cuánto espacio aún tenemos para pensar en proyectos de trascendencia, en la fuerza y el legado de aquellas biografías de grandes que quisieron construir un país con ciudadanos? ¿Hasta dónde el pragmatismo, el individualismo, los desencantos, permiten seguir los pasos de personajes míticos en la política? ¿Cuánto vale la pena, cuántos réditos da destacar, recordar, figuras como la de Haya de la Torre?


Este 22 de febrero se cumplen 116 años del nacimiento del político moderno de la vida republicana.  Haya de la Torre ha personificado la emergencia popular organizada, el deber social de la política y, sobre todo, la política como formación ciudadana.

Impulsó las Universidades Populares como puente entre  el pensamiento universitario  y  los trabajadores de su tiempo, como preámbulo a lo que él llamó la universidad social del futuro.En medio de las tensiones persecutorias reflexionaba, escribía y organizaba. La vorágine de la política y sus especiales tensiones no le cohibieron de redactar a diario cartas a sus militantes e incluso a sus seguidores presos por principios.

Si algo muy  trascendente tenía Haya era su voluntad por enseñar, generar con-ciencia, hacer pedagogía, hacer política con fe. Solo los que “tengan conciencia transforman sin temor” escribía en su juventud. Y sus libros tienen en esencia la búsqueda del saber para la acción política, pero antes: saber.  Diagnóstico y acción en El antiimperialismo y el APRA, reflexiones  acerca  de  la  historia  en  su libro sobre Toynbee; visión madura del mundo socialdemócrata en Mensaje de la Europa Nórdica y tantos más.

Sus palabras, sus discursos, más que inducir querían convencer, despertar conciencias, liberar. Ese fue el valor transversal en sus actos y obras. Educar al pueblo soberano. La razón abierta emancipaba, liberaba espíritus. Solo la educación permitiría “abrir la mente a la comprensión del mundo nuevo”. Y esa era la misión fundamental de la “buena política”: educar, liberar, emancipar. Y por ello, la política no podía  ser no-democrática. Y el poder, al ser democrático para Haya, estaba obligado a  ”ser un poder educador”.
 
Pero nos podemos preguntar: ¿por qué la política de hoy no emancipa, no genera ciudadanos? Porque se extiende en un mundo de transformaciones técnicas y comunicativas que generan una política marketing, del poder no- educador.  Como escribió Vicente Verdú, la política de hoy se ha convertido en un ritualismo que disfraza el poder de lo económico y el vacío del propio poder.  El pragmatismo del mensaje corto gana espacio. Nuestras democracias se reducen a una lucha de frases como refiere Ferrer Rodríguez. La mala política de hoy libera menos que la revolución de las comunicaciones y esta revolución si no deriva en una buena política no construye ciudadanos con valores.

La política con trascendencia, con valores,  debe volver en un mundo con variadas transformaciones: la “Mac política” y el “Mac empleo”, la democracia sin ciudadanos a tiempo completo, la lógica del shopping en el voto preferencial. ¿Estos nuevos escenarios permiten la política educadora, el poder educador, que Haya de la Torre practicaba y reclamaba en otros? Para ello, hace falta en la política la educación de los ciudadanos, agregar desde la buena política el razonamiento  necesario que complemente la revolución de la información y las comunicaciones que vivimos. Estas últimas por sí mismas no construyen democracia y ciudadanos, si a la par no se generan políticos con valores, imaginación y proyectos sociales que liberen y lideren a los nuevos ciudadanos.

Los jóvenes y la democracia

Dom, 20/02/2011

Por Salomón Lerner Febres
La República

Los recientes cambios políticos en Medio Oriente han suscitado diversas preguntas y expectativas sobre el futuro de la democracia en la región. Se debatirá por algún tiempo, todavía, sobre cuáles fueron los factores que hicieron posible la caída de regímenes como los que imperaban en Túnez y en Egipto, y  se formularán  pronósticos sobre el efecto que ello pueda  tener en otros gobiernos de la región.   No menos importante será preguntarse a qué clase de ordenamiento político darán luz estos y otros cambios posibles, pues las  condiciones para la constitución de democracias estables, no  necesariamente se hallan  garantizadas y, por lo demás, la democracia siempre  ha de entenderse como fruto de un lento aprendizaje.

No obstante, más allá de los resultados concretos a los que se vaya a llegar, es necesario resaltar algunos aspectos de estos levantamientos  civiles contra regímenes autoritarios, aspectos  que  parecieran implicar  buenos augurios sobre la cultura de la tolerancia y la libertad en el mundo contemporáneo.

Lo primero: que esos levantamientos se generaron  espontáneamente,   diríamos, en y por  la  población civil.    Lo que ha sucedido, y ello puede vislumbrarse como un clima común en otros países de ese entorno geográfico, se ha venido gestando a través de  una inconformidad frente al autoritarismo y la falta de libertades que lleva un claro sello generacional. Son, en efecto, mayormente los jóvenes quienes han salido a las calles a reclamar  por sus derechos, y quienes han mantenido su actitud a pesar de las represalias de sus  respectivos gobiernos.

En esos jóvenes del Oriente Medio es posible percibir una consonancia con las juventudes que en América Latina también han optado, en diversas circunstancias, por  asumir el liderazgo en sus sociedades despertándolas del conformismo que a veces generan las prolongadas situaciones de autoritarismo o de violencia en que ellas viven. Para  quienes  han experimentado por  décadas un régimen opresivo, la realidad, en ocasiones,  aparece inmodificable o, en el mejor de los casos, transformable sólo  por obra de algún agente externo y poderoso.  No ha ocurrido así,   son más bien las  nuevas generaciones las que  en un acto de rebeldía,   que lo es también de autonomía,  han buscado  el  gobierno de  sí mismos.  Eso no nos debe extrañar, también en el Perú,  fueron sobre todo estudiantes universitarios los   que primero se decidieron a salir a las calles a repudiar  los  atropellos  institucionales  del régimen de los años noventa. Hubo en ellos, como ahora en Egipto y Túnez, coraje cívico, y  despliegue de imaginación que les permitió encarar el autoritarismo con respuestas novedosas y no violentas acompañadas de  un entusiasmo  inquebrantable.

Esto nos  conduce a otro aspecto, muy interesante, en la transformación que se anuncia en Medio Oriente: el  carácter pacífico de las manifestaciones. En una región que se ha visto repetidamente inflamada por la violencia, la movilización firme pero serena  de los jóvenes es,  en cierto sentido,  signo de una transformación en el plano de los hábitos políticos, y buen augurio para el futuro de la democracia. El empleo de métodos pacíficos revela  mucho más que una decisión estratégica;  es más bien el resultado de un avance de la tolerancia y de la responsabilidad frente a los otros, y también corresponde a una convicción  que honra a la política entendida genuinamente: no es la ley del más fuerte lo que  brinda legitimidad en la vida social, sino la justeza de los  reclamos y la validez moral de sus medios. No es la violencia lo que ha conseguido que los autoritarios escuchen y retrocedan, sino la manifestación decidida de una fuerza cívica y moral decidida a reclamar respeto y dignidad. Frente a ella, la fuerza represiva del Estado se ha mostrado insuficiente o tímida, tal vez porque los gobernantes finalmente  tuvieron que entender que la violencia  de nada  serviría si  ellos  habían perdido lo esencial:  la aceptación de sus pueblos,  que se expresó  en actos de libertad y,  al mismo tiempo,  de responsabilidad.

Dignidad y tolerancia son calidades firmemente unidas en el dominio de la política. Justamente son  las que suelen  suprimir  las autocracias como  primer paso para asentar su poder. Por ello mismo  han de ser  los primeros valores  a restaurar  para ponerse en el camino de cambios verdaderos. Esperemos  que las lecciones que se derivan  de lo ocurrido en el Medio Oriente no caigan en el olvido en esa región ni tampoco en otras donde la democracia es  aún  tarea por emprender.