lunes, 26 de abril de 2010


Liberales: ¿De Saulo a Paulo?

Lun. 26 abr '10

Peru21
Autor: Ricardo Vásquez Kunze

No puedo dejar aún mi perplejidad ante la reacción de ciertos sectores liberales por el frenesí con que han tomado el descalabro judicial de la Pontificia Universidad Católica del Perú frente al Arzobispado de Lima, por el caso de la administración de sus bienes y rentas. Cualquiera diría que mañana mismo Friedman, Hayeck, Von Mises y Popper van a iluminar los claustros de la universidad más importante e influyente del Perú. Cualquiera diría que la doctrina de la autonomía de la voluntad y la soberanía del individuo van a asentar sus reales en el espíritu de sus más de 15,000 estudiantes. Cualquiera diría que quien está por entrar a la universidad es Manuel González Prada y no el Opus Dei, la orden más conservadora de la Iglesia Católica, de la mano del Cardenal Cipriani y el santo Escrivá de Balaguer.

Puedo entender el júbilo de los conservadores pero no el de los liberales. Porque esta algarabía liberal dice, en realidad, mucho de la crisis del propio pensamiento liberal en el Perú. Ya se entiende por qué los liberales nunca han calado en el ideario de las clases dirigentes, menos aún en el imaginario popular. Porque, es obvio que ideológicamente, ningún liberal podría aplaudir un triunfo conservador, así como ningún conservador aplaudirá jamás un triunfo liberal. El liberalismo y el conservadurismo son como el agua y el aceite en lo que a principios rectores del mundo se refiere. Solo ante un peligro mayor como el fascismo o el comunismo podría haber un entendimiento político, como lo hubo en la Segunda Guerra Mundial o en la Guerra Fría.

Pero, obviamente, ese no es el caso en la PUCP. De ahí que solo me queda concluir que el liberalismo peruano o tiene un sancochado en la cabeza o tiene una crisis de identidad tan grande que no tiene el menor pudor de subirse al carro ideológico conservador, así como los marxistas tampoco lo tienen de auparse “al carro electoral de un fascista-chavista como Ollanta Humala”.

La pregunta que deberían hacerse los liberales es si sus ideales de progreso están más cerca de los así llamados “caviares” que de los conservadores y reaccionarios. Para hacerla simple: si están más cerca de la sociedad sueca que de la sociedad iraní. Creo que a cualquier liberal le gustaría vivir más en Suecia que bajo la férula de los Ayatholas y Ahmadinejad. Otro asunto es que la sociedad sueca no sea liberal. Pero para que cualquier sociedad lo sea, los liberales deben tener las cosas claras y ponerse a trabajar, hacer política, escribir libros, fundar universidades, regentar ONG. Su incompetencia no es culpa de los “caviares” ni le pondrá remedio un triunfo ideológico conservador.

Salvo que ya hayan hecho su “camino de Damasco” para terminar de Saulo en Paulo. En ese caso que vayan poniendo su cabeza en el tajo. Del réquiem se encarga el Cardenal.

jueves, 22 de abril de 2010


Gerontosaurios

31 de enero de 2010
La República
Por Rocío Silva Santisteban

Un gerontosaurio no es un animal en extinción. En realidad, es un homus politicus, que debido a la incapacidad o desidia de sus coetáneos, que no contemporáneos, resuelve quedarse en el puesto político que desempeña como líder por los siglos de los siglos. Un gerontosaurio no es un político antiguo ni un setentero necesariamente: un gerontosaurio es alguien que no busca renovar su espacio político ni renovarse personalmente: un ex adolescente militante que vive mirando las luchas anteriores a la Asamblea Constituyente del 79. Alguien que cuando se ve en el espejo espera encontrar al joven barbudo que fue, aun cuando ya no tenga solo entradas sino calvicie franca y redonda. El gerontosaurio es un ser que tiene miedo a la renovación, porque él fue la renovación radical en un momento de su vida, y si para una mujer es complejo aceptar la vejez, para un gerontosaurio es casi un laberinto de intensidades viscosas. Por este motivo muchos gerontosaurios tienen cierta deficiencia de tolerancia a los saurios jóvenes, sobre todo si tienen pasta de líderes.

Yo pensaba que los gerontosaurios eran de izquierda: ¡ahí están tantísimos para demostrarlo! Aquellos líderes que a los 25 años ya militaban y enarbolaban banderas, y eran grandes oradores y hoy, percudidos por la cultura autoritaria, ni siquiera se atreven a escoger a un delfín… Pero estoy completamente equivocada: una ex compañera de la universidad y militante pepecista me comentó que en la derecha peruana el gerontosaurismo llega a niveles peores que en la izquierda: “la misma vejez que opina, organiza, manda, hace caja para sus bolsillos y ¡apaga cualquier intento de renovación!”. ¿Y en el aprismo? Hay manadas de gerontosaurios que alucinan que sus contendores son los “cuarentones” como si esta edad fuera una etapa de la juventud. La verdad que si alguien sostiene que Aurelio Pastor o Carlos Arana son jóvenes, entonces, es un irredento gerontosaurio con briznas de Alzheimer.

Un líder de la tercera edad no es necesariamente un gerontosaurio: por ejemplo Haya de la Torre nunca lo fue. Precisamente porque sabía que lo imprescindible para mantener la política en ebullición es la carne fresca, la mística de los jóvenes, las apuestas por mentes aún no contaminadas por las sumas y restas de los reacomodos electorales. Hoy en día un militante viejo y sabio de izquierda, cuyo nombre no menciono porque estoy segura de que no le va a gustar, pero que para dar ciertas pistas diré que es sociólogo de vocación y no de título e intenta diálogos con los jóvenes permanentemente, es en realidad más muchacho que aquellos que no se enlodan las manos; tiene canas y muchos años a cuestas, pero no pertenece a ninguna familia de reptiles.

Como bien dice el poeta Frido Martin, “el gerontosaurismo es un estado mental”, no una condición temporal. Lo más triste de todo es que hay gerontosaurios-bebés, que con las justas han participado de una asamblea, pero ya llevan las escamas a cuestas y están cambiando por enésima vez de camiseta. Son los más peligrosos.

miércoles, 21 de abril de 2010


El apoyo crítico

La República
Mié, 21/04/2010
Antonio Zapata

El sábado pasado se reunió una asamblea por la reunificación de las izquierdas y la refundación de la república sobre bases más justas e inclusivas. Entre muchos temas importantes en debate, destaca la cuestión electoral, en el entendido que es manifiesto el ánimo de participar juntos y la posibilidad de hacerlo bajo la inscripción de UNIR.

Las izquierdas requieren superar las dos últimas participaciones electorales, ambas de resultados desastrosos, en ninguna de las cuales su candidato presidencial alcanzó el 1%. ¿Cómo lograrlo? Lo primero es reconocer la pérdida de categoría y la competencia actual en ligas menores. El proyecto izquierdista para empezar a nacer debe reconocer que su meta es a largo plazo. Se forma para que alguno de los jóvenes que participan pueda llegar a la presidencia en una o dos décadas.

Por ello, debe competir en arenas donde pueda ganar posiciones, que sirvan como palancas para aspirar a más. Las izquierdas están en capacidad para formar alianzas que obtengan resultados interesantes en varios municipios y también en algunas regiones. Ahí debería centrarse la campaña. La estrategia es ganar posiciones el 2010 acumulando fuerzas para la batalla política sobre la presidencia y el Parlamento.

Para el 2011, las izquierdas no puedan alzar vuelo más allá del Congreso. Para este espacio cuentan con buenos candidatos que pueden ganar algunas curules. Dado el sistema electoral peruano de cifra repartidora, las izquierdas pueden obtener una representación regular, capaz de seguir adelante con esta obra de reconstitución. Pero, ¿cómo competir por el Congreso sin cabeza a la presidencia? Es perfectamente posible.

Una posibilidad es centrarse exclusivamente en la campaña parlamentaria y dejar en libertad a los votantes para escoger entre la oferta electoral. La otra opción de las izquierdas es negociar su apoyo a Ollanta Humala. Estas opciones funcionan en prelación.

Primero negociar con Ollanta y, si no funciona, dejar en libertad al electorado izquierdista.

¿Por qué con Ollanta y no con cualquier otro? Por una razón muy simple, pertenece al campo popular. No comparte con las izquierdas un alineamiento político por el socialismo y la democracia participativa. Lo suyo es el nacionalismo. Pero, tanto por su postura frente a algunos temas capitales, como por el personal político que lo acompaña, pertenece por derecho propio al campo llamémoslo popular o progresista. Además, es el único de este espacio con posibilidad de ganar la presidencia, aunque remota, a mi modesto entender.

La salida en estos casos es el apoyo crítico. Consiste en competir con colores propios en algunos niveles, organizando una fuerza coherente para mañana. A la vez, apoyar al que hoy tiene alguna chance al premio mayor. ¿Qué negociar? De la manera más simple posible, algunos puntos programáticos que abran una opción frente al dominio neoliberal.

¿Qué ocurrirá con el padre Arana? Pues, debería sumarse al reagrupamiento izquierdista. Su candidatura presidencial no ha pegado y se ve difícil que despegue en los meses que faltan. Por otro lado, dispone de un mensaje renovador y comprometido, tiene bases respetables en muchas regiones y bastantes cuadros valiosos. Por ello, reforzaría notablemente la reunificación en curso y podría encabezar la lista para el Congreso.

En lo que se refiere a Susana Villarán, es obvio que no desea participar del espacio de las izquierdas, pero su candidatura municipal a Lima es una posibilidad interesante. De modo distinto al de Ollanta, es una personalidad igualmente progresista. Así, estamos con ella en la batalla por Lima y nos alistamos a nuestro reingreso político.

Agenda de izquierda

La República
Mié, 14/04/2010
Antonio Zapata

Ante la cercanía del proceso electoral, los predios izquierdistas han empezado a moverse. Días atrás, Mario Huamán ha reiterado el llamamiento a intervenir en política a partir de la CGTP y los gremios laborales. Por otro lado, este fin de semana ha de reunirse un grupo de ciudadanos de izquierda convocados por un colectivo que reúne a los antiguos dirigentes de IU. Ante ambas iniciativas se plantea la misma disyuntiva. ¿Debemos construir una entidad orgánica e independiente de izquierda? ¿Nuestro candidato es Ollanta Humala o apostamos por una lista propia?

Para encarar este dilema tenemos que revisar otras experiencias. Un antecedente es el nacimiento del laborismo inglés. Durante muchos años, los obreros británicos votaban por los liberales para oponerse a los conservadores. En correspondencia, los liberales permitían que algunos candidatos obreros compitan por sus colores. A ellos se sumaba un grupo de intelectuales de izquierda y formaban la alianza liberal-laboral, lib-lab. Pero, cuando ganaban el gobierno, los obreros no mejoraban sustancialmente su posición, apenas les caían unas cuantas gotas del chorreo.

Llegó el día que los sindicatos contemplaron con nuevos ojos la situación política. Se sabían fuertes y capaces de competir por sí mismos. En ese momento, un acuerdo de la central sindical cambió la historia. Los sindicatos decidieron apoyar económicamente a candidatos obreros que compitan solos, sin los liberales. Ese acuerdo dio paso a la formación del laborismo independiente, que reunió a un grupo muy variado de izquierdistas, incluyendo fabianos, marxistas y reformistas.

Inmediatamente no ganaron el poder político. Pero, R. Mac Donald, uno de los jóvenes que fundaron el laborismo independiente, llegó a primer ministro diez años después. La experiencia cobra actualidad a partir de la difícil situación de la izquierda peruana.

Está en trance de desaparecer y rescatarla requiere pinzas.

Ponerse detrás de Ollanta es inútil. Como candidato no entusiasma. Pero, sobre todo, obedece a otras fuerzas, lo suyo no es la izquierda política, sino, como sostiene él mismo –el nacionalismo– nombre además de su agrupación. Como la nación le pertenece a todos, incluyendo a los partidarios del centro y la derecha, no es una causa privativa nuestra, no puede fundar nuestra unidad.

La nación peruana es más amplia que nosotros.

A lo largo de la historia universal, los movimientos nacionalistas han dado para todos los gustos. En ocasiones, la cuestión nacional ha acompañado los triunfos comunistas, como en la China de Mao. En otras oportunidades ha sido sustento del totalitarismo, al fin y al cabo los nazis eran nacionalistas germanos radicales. Es decir, no parece que Ollanta tenga fuerza y carisma para ganar. Pero, si lo hiciera, no hay garantía del rumbo que tomaría ese eventual gobierno.

La coyuntura lleva a una salida semejante a la adoptada por los obreros ingleses hace un siglo. En la asamblea de esta semana escuchemos a la CGTP, vayamos juntos a la contienda electoral, dándole curso a una nutrida delegación popular expresada a través de sindicatos, organizaciones barriales y campesinas; construyendo una representación popular lo más ancha posible.

Luego, lancemos candidaturas unitarias propias. En Lima con Susana Villarán y al Congreso con el padre Arana. Seguramente no da para competir por la presidencia, pero sí para formar una lista izquierdista congresal que logre una bancada competente.

Ambos candidatos poseen un pasado comprometido y un rostro amable, capaz de sacarnos de las catacumbas. Antes que sea tarde, reingresemos a la política nacional para retomar el camino socialista. No sea que acabemos como el Muni.

martes, 20 de abril de 2010


Socialdemocracia.pe

Alfredo Barnechea
Correo

07 de Diciembre del 2008

Hace poco, un grupo de profesionales jóvenes me propusieron que los ayudara a organizarlo. Su premisa era que falta una alternativa socialdemócrata en el Perú. No necesitaban convencerme, es algo que he venido sosteniendo bastante tiempo.

Esa ausencia priva al debate político de lo que ha sido el punto de vista más creativo de todo el siglo XX. Pero, además, abre un hueco en el sistema político, al haber un espacio vacío en el centro. Ya sabemos que el "centro" no es un "punto" sino una "zona", una franja extensa con matices a la derecha y a la izquierda.

Una de las ideas interesantes que me propusieron fue crear una plataforma abierta de discusión, en Internet, para crear un plan. No uno elaborado "desde arriba" por "expertos", sino una colaboración en-línea, horizontal. Una especie de Wikiplan, alrededor de seis temas:

 Energía para el Perú
 Salud para todos
 Educación para la competencia
 El fin de la pobreza
 El Estado al servicio de la gente
 Soluciones para el Sur Andino

Dos cosas que sorprenden del Perú son las siguientes:

 Hay un abundante �stock� de información sobre casi todos los problemas.
 No son recursos lo que faltan, sobre todo después de siete años de acumulación.
 Lo que falta es una organización inteligente de la voluntad política.

La socialdemocracia comenzó en Europa como un capítulo de los socialismos. El primer partido socialdemócrata que se formó fue el alemán en 1869, y el segundo el español en 1879 (el de Felipe González).

A fines del siglo XIX, Bernstein propuso un viraje dramático al reconocer que era necesario conciliar la democracia representativa, la economía de mercado y el bienestar social.

Esto abrió una fosa entre los socialistas atados a Moscú y los socialdemócratas. Cuando conocí en 1976 en Caracas a Mario Soares, le pregunté al gran líder portugués qué significaba su victoria contra los comunistas. "Ha sido la primera vez que los mencheviques le hemos ganado a los bolcheviques".

La gran creación moderna de la socialdemocracia fueron las diversas formas de Estados del Bienestar que surgieron en Europa.

El ciclo liberal que surgió con las elecciones de Margaret Thatcher y Reagan redujo la fuerza y atractivo de las ideas socialdemócratas. La crisis internacional han revalorizado sus aciertos.

Estas no son un cuerpo rígido y excluyente, a diferencia del marxismo y el mal llamado (incluso por mí, en el título de uno de mis libros) neoliberalismo. Es más flexible, y en consecuencia más incluyente. Más que una ideología, es un "espíritu". Sus premisas principales pueden expresarse de varias formas, entre ellas probablemente esta:

 Las sociedades se sostienen por un contrato, que todos deben sufragar.
 Ese sufragio debe ser equitativo, y por tanto "desigualmente" repartido, pagando menos los más pobres.
 Se necesita alguna forma de Estado de Bienestar, que provea de "protección social", o un "piso de igualdad de oportunidades" a todos los ciudadanos.
 La democracia representativa es, pese a todas sus imperfecciones, el instrumento para hacer política, puesta al servicio de los que no tienen recursos, ni por tanto voz.
 Entre otras cosas porque si las sociedades son "antagónicas" por naturaleza, compuesta siempre de "ganadores" y "perdedores" en los mercados, la política democrática puede ser "consensual".

La vía para lograr todo esto no es la "revolución", un cambio violento en las instituciones económicas y políticas de las sociedades, sino el "reformismo", el incremento gradual y pacífico de los cambios.

 Dado que las economías tienen, generalmente, problemas de "crecimiento", pero las sociedades tienen uno de "distribución", hay que lograr conciliar crecimiento económico con distribución de oportunidades.

Es claro, me parece, que el presidente Lula representa esta tendencia, aunque no empezó así. El PT fue originalmente una amalgama de sindicalistas maximalistas, marxistas revolucionarios y católicos de la teología de la liberación. Pero su gobierno es el mejor gobierno reformista de América Latina. Es una fortuna que sea en Brasil, el país-continente del hemisferio.

En la región andina se debaten todas las tendencias: los que creen que basta mano dura y una buena relación con Estados Unidos (como Uribe), los viejos golpistas disfrazados de populistas (como Chávez), los indigenistas de "utopías arcaicas" (como Morales), los socialdemócratas.

Es una suerte, además de un honor, hablar este sábado junto a tres grandes figuras de la región.

César Gaviria tiene seguramente una de las más distinguidas carreras públicas de América Latina. Es el jefe del Liberalismo, una de las más viejas y resistentes familias políticas del continente. A igual distancia del uribismo (que muestra tantos rasgos parecidos al fujimorato) y de las FARC.

Carlos Mesa salió del poder con 72% de aprobación, y acaba de anunciar que formará un partido para competir no sólo con el MAS sino con la derecha boliviana.

Teodoro Petkoff es una de las figuras legendarias de América Latina. Líder juvenil del PC venezolano, el único que hizo guerrillas. Rompió con la Unión Soviética en 1968 después de la invasión a Checoslovaquia, y fundó el Movimiento al Socialismo. Fue en los 90 con Caldera el superministro que ordenó la economía venezolana, y dio estabilidad al jaqueado sistema político de su país. Dirige hoy el gran diario Tal Cual, y es el único antagonista al nivel político de Chávez. Su autobiografía es una biografía apasionante del progresismo latinoamericano.

El Campus socialdemócrata es una zona abierta a todos, que acepta incluso una herejía: las dobles militancias. Basta inscribirse para asistir en http://www.socialdemocracia.pe/.

Su tarea hoy es un diálogo para un plan. Nadie vota, por supuesto, por planes. Pero sin ellos no puede construirse el futuro.

De esta crisis a la nueva socialdemocracia

Correo
Alfredo Barnechea
28 de Setiembre del 2008
Dato
Lo que sí podemos saber, creo, es que esta crisis marca el fin del largo periodo"neoliberal"
Los Estados Unidos atraviesan su peor crisis financiera desde 1929.

Mientras se desplegaba esta crisis, estaba releyendo los libros de Eric Hobsbawm sobre cómo se formó el mundo moderno ("La edad de la Revolución", "La edad del Capital", "La edad del Imperio", "La edad de los extremos"). En esa portentosa tetralogía, el gran historiador británico, nacido en Egipto, menciona varias veces a Nicolai Kondriatev, el economista ruso asesinado en 1938 durante las purgas de Moscú, y que propuso que la economía se movía en grandes ciclos de 50 años. Para Hobsbawm, los periodos que observó en su gran narrativa de 1776 al fin del siglo XX, se correspondían con una onda de Kondriatev larga, o un subciclo: un cuarto de siglo de crecimiento dinámico, seguido por otro de recesión. Los ciclos de Kondriatev, concluyó, parecen existir, pero han desafiado cualquier explicación.

No sabemos aún la profundidad, la magnitud final de esta crisis.

Sí sabemos su origen: una expansión incontrolada del crédito, incubada en las políticas de la Federal Reserve bajo Greenspan, y que gente como Soros habían venido denunciando hacía ya varios años.

Esa "burbuja" infló el mercado de las hipotecas, financiando "malas" hipotecas o hipotecas sin parte de "equity" o capital (o ninguna diferencia entre activos y deuda). Esos créditos sin respaldo se empaquetaron con otros créditos, y los nuevos instrumentos, revendidos, se dispersaron en todo el sistema financiero, no sólo norteamericano sino internacional, y lo envenenaron. Por eso se habla ahora de "activos tóxicos".

Nadie sabe tampoco cuánto costará a los Estados Unidos los rescates, ni si serán finalmente exitosos. La cifra más repetida es un trillón de millones de dólares, o aproximadamente 7 por ciento del producto norteamericano.

Todos aceptan ahora que faltó regulación, y súbitamente todos comienzan a valorar el Glass-Steagal Act de 1933, que frenó la especulación, y reguló el sistema bancario.

No había sido Marx, a mediados del siglo XIX, sino el mismo Adam Smith, el padre sacrosanto del liberalismo económico, en la segunda mitad del XVIII, quien había dicho que cada vez que miembros de un mismo oficio se reunían, era generalmente para conspirar contra el público. En otras palabras, los mercados requieren siempre previamente un marco jurídico. Un Estado. Política.

Qué novedad, en esta crisis los neoliberales redescubrieron al Leviatán, al Estado, a través de este gigantesco rescate para comprar de los bancos y compañías de seguros la masa de activos tóxicos, en una nacionalización de facto de una escala que el mundo no había visto nunca.

Esta crisis no se produjo en México, ni en Turquía, ni en Malasia, ni en ninguna de las economías emergentes sino en el centro del mundo.

No sabemos cómo esta crisis afectará al resto del mundo, si éste, o partes de éste, pueden haberse "desenganchado" de la locomotora principal. El desenganche (o "decoupling" en inglés) es un término tomado de la física, que indica el momento en que la interacción entre algunos objetos físicos desaparece.

Lo que sí podemos saber, creo, es que esta crisis marca el fin del largo periodo "neoliberal". Es un término que siempre he usado con sentimientos mixtos, porque liberalismo quiere decir primordialmente Locke, o Tocqueville, y tantos de mis pensadores admirados, pero "neoliberalismo" ha terminado por expresar este periodo de idolatría del mercado.

Desde 1945, al fin de la II Guerra, el mundo ha conocido dos grandes ciclos. El primero duró hasta 1973. Jean Fourastié los llamó "los treinta gloriosos". Tasas de crecimiento nunca vistas antes. Aumento del nivel de vida en todo el mundo, y "fin de la edad Media" en el Tercer Mundo, a medida que los campesinos dejaban la tierra para dirigirse a las ciudades modernas (fenómeno que China ha repetido desde 1978). Este fue el ciclo del gran Estado de Bienestar, una de las grandes construcciones civilizadoras de todos los tiempos.

Podría decirse por tanto que este fue un ciclo "socialdemócrata".

El fin simbólico de este periodo fue la llegada al poder de Thatcher en 1979 y Reagan en 1980, pero su verdadero origen fue la crisis del petróleo de 1973. Antes, ya en los sesenta, había sido erosionado cuando en los países desarrollados los salarios crecieron más que la productividad.

Lo sucedió la "desregulación". Las ondas privatizadoras. El libre comercio. Y en general, un efecto de "desprotección" social. El Capital le ganó al Trabajo.

Los economistas, como lo reconoció Rudiger Dornsbuch, se hicieron mayoritariamente conservadores.

¿Cuál ciclo fue mejor? En este último periodo, principalmente gracias a China, y quizá sólo gracias a China, centenares de millones de seres humanos salieron de la pobreza. Sin embargo, vistos los grandes números de crecimiento, y la difusión de la igualdad social, el periodo socialdemócrata todavía brilla a la distancia.

El mundo no volverá al proteccionismo (como volvió después del crac del 29), porque la tecnología ha puesto al mundo a un "click" de distancia (aquel fenómeno de "flatening" o "achatamiento" del mundo que difundió en su célebre libro Thomas Friedman). Pero volverá a formas de regulación. A búsquedas de ciertos niveles de fraternidad perdidos los últimos treinta años. A formas nuevas de Estados de Bienestar, que reconozcan que hay "pisos" de igualdad sin los cuales los contratos sociales no funcionan a largo plazo.

Esta es la política que falta en el Perú. Más todavía después de este terremoto norteamericano. Independientemente de los méritos del segundo gobierno de Alan García, lo que sí sabemos es que no es un gobierno socialdemócrata. Todas las incertidumbres políticas, aquellas asociadas con el 2011, giran alrededor de la ausencia de este espacio socialdemócrata, que históricamente representó el Apra.

En "La Edad de la Revolución", Hobsbawm escribió: "La introducción del liberalismo fue como una especie de bombardeo silencioso que sacudió la estructura social que siempre lo había habitado y no dejó en su lugar nada más que los ricos: una soledad denominada libertad".

¿Sirven las ideas en el Perú?

Por Alfredo Barnechea
17 de Agosto del 2008
Correo
Dato
Pero el intelectual, como el político, no debe abandonarse al desaliento efugiarse en la catástrofe. Tiene que recoger, una y otra vez, la piedra de Sísifo, sobre todo en el Perú
¿Sirvieron las ideas en el Perú? Este es, en el fondo, el tema del fascinante libro, Intelectuales y poder en la historia del Perú, que han editado Carmen Mc Evoy y Carlos Aguirre, y que me invitaron a presentar esta semana junto con Carlos Iván Degregori.

El libro está organizado en torno a "casos" de intelectuales y sus relaciones con la política, a lo largo de un horizonte de más de cuatrocientos años, de la colonia a nuestros días.

Las relaciones entre gentes de pensamiento y de poder son tan viejas como el mundo. En la antiguedad clásica, la relación emblemática fue acaso la de Alejandro con su compatriota y tutor, Aristóteles, a ratos casi un espía macedonio en la ciudad por excelencia, Atenas.

Con todo, la noción del intelectual como gran figura pública, como faro de una nación, es una creación del XIX.

La palabra "intelligentsia" apareció en Rusia hacia 1860, y designaba no a los que buscaban el poder, sino precisamente a los que no querían seguir las carreras profesionales en la administración del Estado sino que estaban absorbidos por los problemas filosóficos.

A fines de ese siglo, en Francia, la figura del intelectual se agigantó durante el caso Dreyfus, y el célebre "Yo acuso" de Zola. El intelectual se convirtió en sacerdote y líder, maestro e ícono. Hay quienes creen que los últimos cien años de Francia pueden dividirse en los años Maurras, los años Gide, y los años Sartre...

El intelectual ha tenido cuatro grandes papeles.

El primero es como "arbitrista", aquel que "inventa planes, disparatados o empíricos, para aliviar la hacienda pública y remediar males políticos". Surgieron en España en la época del Quijote, cuando la gran potencia imperial comenzaba a dudar de sí misma. Es la función "programática" del intelectual (nuestros hombres del 900 caerían, creo, dentro de este grupo).

El segundo es el intelectual como rebelde, sea religioso, cultural o político. Es la imagen romántica que podría preferirse, pero no es la única y no ha sido necesariamente la actitud mayoritaria.

Porque el tercer papel es el intelectual como áulico, como abogado del Leviatán. Este papel poco romántico ha sido muy frecuente en todos los tiempos, incluido el siglo XX. Quien es habitualmente señalado como la más alta inteligencia filosófica del siglo, Heidegger, fue al mismo tiempo un servil acólito de Hitler, para no hablar de los innumerables intelectuales que justificaron a Stalin. (Los intelectuales de la Colonia se ubicarían mayoritariamente aquí).

El cuarto es un papel menos evidente, pero acaso el de mayor influencia, y es el intelectual como narrador, como organizador de una cierta idea de nación.

Respecto al papel del intelectual, como en muchas otras cosas, América Latina se parece a Rusia. Continentes en los márgenes de la Ilustración, con Naciones-Estado con construcciones deficientes o incompletas, en ellos el intelectual suplantó al Estado, a los partidos, a la sociedad civil, a veces a Dios (como parece mostrarlo el caso de Tolstoi).

¿Fueron "eficientes" los intelectuales en la historia peruana, definieron sus debates las maneras en las que el Perú se organizó?

Lo que este libro cuenta no parece confirmarlo. Fracasaron los "arbitristas" del XVIII, en sus sueños del patriotismo criollo. Fracasaron, y cuán clamorosamente, los ideólogos de la Emancipación. Basta comparar su impacto con el de Bello en Chile para saberlo. Fracasaron los que imaginaban el desarrollo en la época del guano, y vieron que la modernidad era arena entre los dedos. Fracasaron, y con qué grandeza pero al mismo tiempo de que manera tan melancólica, los hombres del Novecientos.

¿Fueron ineficientes todos? De pronto hubo unos pocos "exitosos", y estos fueron los narradores. No me refiero a novelistas (y hubiera sido interesante que los editores hubieran incluido un capítulo sobre los intelectuales y las elecciones, que habría tenido a Mario Vargas Llosa en el centro, capítulo que podría compararse con las historias de México y Vasconcelos, o Argentina y Sarmiento). Me refiero a los narradores de una idea duradera del Perú, a los creadores de un mito nacional. Pienso primordialmente en Garcilaso y en Raimondi. Por un lado el sueño de la nación mestiza, heredera de la vieja grandeza incaica, y por el otro el mito de la riqueza, la opulencia casi bíblica de Ofir.

Hoy tenemos una enorme fragmentación en la sociedad y en la cultura peruanas. Los paradigmas (por ejemplo hispanismo versus indigenismo) que dominaron décadas el debate, son inservibles. No surge una nueva "narrativa" integradora, que escape de los mitos del pasado y ayude a esta nación ecléctica, "fusionada" en todo comenzando por su música y su gastronomía, a caminar en el mundo global.

El intelectual ha sido reemplazado por la (o el) ¡Celebrity! inculta. El periodismo cultural, del que salieron antaño aquí y en todas partes las ideas (por ejemplo Ortega y Gasset), está en decadencia. La universidad no es más faro, asilo ni plataforma. Carecemos de la producción intelectual descentralizada del pasado (como en los tiempos de la Bohemia norteña de Haya y Vallejo, o los comunistas cusqueños de Resurgimiento).

Presentamos el libro en el Instituto Riva-Aguero, la casa ancestral del Marqués de Aulestia, y hacerlo era una admisión de fracaso. Por algo García Calderón, que salió del manicomio para pronunciarlo, dijo en su discurso memorable de 1949 sobre Riva-Aguero, que cuando éste murió, la gente que desfilaba ante su féretro sabía que allí yacía una oportunidad perdida.

Pero el intelectual, como el político, no debe abandonarse al desaliento ni refugiarse en la catástrofe. Tiene que recoger, una y otra vez, la piedra de Sísifo, sobre todo en el Perú. Cuando no había siquiera carretera entre Río de Janeiro y Sao Paulo, el barón de Río Branco dijo que Brasil estaba condenado a ser grande. Lo mismo puede decirse con confianza del Perú, al que Riva-Aguero llamó el país primogénito de la América del Sur.

Verdad y política

Correo
José Barba Caballero
20 de Abril del 2010

En una campaña electoral, el hecho de que un concepto sea falso no constituye una objeción contra el mismo. Renunciar a los juicios falsos sería lo mismo que desistir de comprender al pueblo. La gente nace en un mundo ya estructurado y vive dentro de una red de creencias en las cuales sus líderes no creen; pero si éstos quieren ganar una elección, tienen que hacer como que creen. Esos políticos que en octubre se visten de morado y cargan el anda del Señor de los Milagros con rostro compungido son el mejor homenaje al poder de las tradiciones populares.

Todas las civilizaciones están construidas sobre mitos mágicos; y estas fábulas deben respetarse so pena de ser arrasados por los electores. Como no han sido educados para la verdad, no son capaces de soportarla; de aquí la frase de Fontanelle: "Si tuviera la verdad en un puño, sólo abriría el meñique". Ésta es la razón por la que no hay un candidato que no adule al pueblo y que no funja de patriotero y moralista como él. En política, quien no aúlla como aúlla el pueblo, ya está derrotado.

Para Kant, como para Unamuno, "hay que decir siempre la verdad, sobre todo cuando más inoportuno parezca decirla"; pero en verdad, se trata de una propuesta extrema, sobre todo en elecciones, donde los partidos son prisioneros de los prejuicios de la gente. ¿Significa lo anterior que hay una verdad para los "muchos" y otra para los "pocos"? Pues sí; si algo se aprende andando es que a los hombres no les gusta la verdad, a menos que se les presente dulcificada por la palabra y por el mito. Por esto tuvo éxito Pablo, Mahoma y todos aquellos que por sobre la sombría realidad del mundo pudieron colorear imágenes con paisaje de estrellas.

Hace ya mucho tiempo Octavio Paz demostró que la mentira es de tal magnitud y tiene tanta hondura en América Latina, que ha sido elevada incluso a rango constitucional. Por este pacto secreto y milenario entre las muchedumbres y la mentira, la verdad está condenada a tener un papel secundario en el horizonte de la política. Aquel que escribió "De todas las fuerzas que mueven al mundo, la primera es la mentira", acertó en la tecla.

La verdad y la mentira, según un articulista

20 de abril de 2010

Posted by: Raúl Mendoza Cánepa
Blog de La Mula

Me he acostumbrado a reseñar los artículos de Pepe Barba en Correo porque es inteligente y cultivado. Con ese aire de bon vivant y pose mefistofélica, da la impresión de ser “el político cabal” en la línea de Fouché. Y, al menos es coherente (más allá de sus rápidas contradicciones en cuanto a adhesiones se trata) y escribe lo que le sale del fundillo.

Es un fan de Maquiavelo y del pragmatismo abierto y sin concesiones y es bueno que lo acepte, como es bueno que admita que no es amigo de la “verdad”, que suele ser radical y dañosa. Ya escribí lo que pienso sobre el tema en otro post. La verdad ante todo y como cruzada de vida y la verdad en todos los ámbitos de la vida. Es verdad que por ser sincero me he chamuscado innumerables veces porque la verdad es más rica e indemne en un mundo de tolerancia y de santidad. No importa, pues al final soy leal a mis principios y mis pecados tienen relación más con la sinceridad ingenua y atrevida que con la mentira y la trapacería.

Escribe Barba: “En una campaña electoral, el hecho de que un concepto sea falso no constituye una objeción contra el mismo. Renunciar a los juicios falsos sería lo mismo que desistir de comprender al pueblo. La gente nace en un mundo ya estructurado y vive dentro de una red de creencias en las cuales sus líderes no creen; pero si éstos quieren ganar una elección, tienen que hacer como que creen. Esos políticos que en octubre se visten de morado y cargan el anda del Señor de los Milagros con rostro compungido son el mejor homenaje al poder de las tradiciones populares”.

Ojalá no fuera así, son los políticos los llamados a construir un país sostenido sobre la verdad y la consecuencia, sobre la franqueza y la confianza. En un mundo así, el Derecho no sería necesario ni tantas garantías opresoras.

Dice Barba “Todas las civilizaciones están construidas sobre mitos mágicos; y estas fábulas deben respetarse so pena de ser arrasados por los electores. Como no han sido educados para la verdad, no son capaces de soportarla; de aquí la frase de Fontanelle: “Si tuviera la verdad en un puño, sólo abriría el meñique”. Ésta es la razón por la que no hay un candidato que no adule al pueblo y que no funja de patriotero y moralista como él. En política, quien no aúlla como aúlla el pueblo, ya está derrotado”. Claro, desde luego, pero porque sea así no significa que haya que avalar tal actitud. Si el pueblo se torna en turba asesina, yo político me adecúo a la brutalidad de la masa ¿No? Pues es lo mismo.

Es verdad, como señala el columnista que para Kant, como para Unamuno, “hay que decir siempre la verdad, sobre todo cuando más inoportuno parezca decirla”. Barba dice que es una propuesta extrema, pero la salvación del mundo es radical y pasa por extremos, porque extremos han sido los despropósitos de su pésima construcción.

Prefiero un partido político perdedor, pero sincero y leal a los principios de la libertad y la decencia que un ladino. Y Barba defendería la decencia si es que Lourdes lo llamaba a sus filas. Defiendo lo que creo según con quien estoy ¿Me equivoco?

Escribe luego, con razón: “Hace ya mucho tiempo Octavio Paz demostró que la mentira es de tal magnitud y tiene tanta hondura en América Latina, que ha sido elevada incluso a rango constitucional. Por este pacto secreto y milenario entre las muchedumbres y la mentira, la verdad está condenada a tener un papel secundario en el horizonte de la política. Aquel que escribió “De todas las fuerzas que mueven al mundo, la primera es la mentira”, acertó en la tecla”.

Claro que temerle a la verdad, como le teme el articulista en esta ocasión, es temerle a la libertad. Para creer y defender la verdad hay que ser valiente y tener los cojones firmes.

Moral y política I y II

Correo
José Barba Caballero
05 de Abril del 2010

La moral y la política no se llevan bien; ésta es la razón por la que ningún político tiene como texto de consulta los "10 Mandamientos". Esto no significa que el Estado no tenga moral; la tiene, pero está supeditada a garantizar la paz, el orden y el bien común.

Ejemplo uno: cuando está en peligro la vida de un hombre o de un Estado, ¿debe renunciarse al exceso porque no es moral? La respuesta es que todo lo que haga un hombre o un Estado para defender su existencia, está bien y es moral, así esté mal y sea inmoral. Por este motivo, yo jamás he levantado mi dedo contra los militares que enfrentaron y derrotaron al terrorismo. En esta guerra, sucia e infame como todas las guerras, lo único que contaba era el éxito. Lo verdaderamente criminal, monstruoso e inmoral hubiese sido perder la guerra contra el terrorismo.

Ejemplo dos: en el mundo del espionaje, la corrupción, el chantaje y algunas veces el asesinato son moneda corriente. Es pues un trabajo sucio, pero ningún agente lo percibe así, pues el escudo de la patria convierte su inmoralidad en moral. Ejemplo tres: Paniagua desactivó el Servicio de Inteligencia Nacional, y se negó a reconstruirlo por ser un poder oscuro e incontrolable por la civilidad. Desde el balcón de la moral privada, aplausos para Paniagua; pero desde el punto de vista de la moral pública, pifias y más pifias para él, pues no hay nada más peligroso para un país que estar como con los ojos vendados frente a sus enemigos internos y externos.

De estos ejemplos me valgo para afirmar, como Max Weber y Raymond Aron, que no hay una sino dos éticas válidas, y que ambas son morales. En el ideal cívico o de representación política, los objetivos no se deducen de consideraciones morales, sino de las exigencias de la realidad. En la ética privada, la moral lo es todo y desprecia la eficiencia si no es por el recto camino. Es por esto que la moral privada no puede ser la moral del Estado. Así que quien esté más preocupado por la tranquilidad de su conciencia que por la del país, no debe ingresar a la política; porque aquí, en muchos casos, se requiere de algunas de las mejores artimañas del diablo.


Moral y política II

12 de Abril del 2010
Correo
José Barba Caballero

La política, a pesar de tener una base moral, no siempre es moral. Y a la inversa: hay casos en que la moral puede convertirse en inmoral. Richelieu sorprendió a Luis XIII enseñándole que un rey puede ser un santo como hombre y, sin embargo, condenable como rey: "Un hombre religioso puede perdonar todo el mal que se le haga; en cambio, el hombre de Estado debe apresurarse en castigar; si no lo hace, contrae una grave responsabilidad ante el poder que Dios le ha delegado para preservar la felicidad del pueblo".

Para tener una idea más clara de esta moral de representación política, hay que releer al siempre vilipendiado e incomprendido Maquiavelo. Él escribió que el príncipe debe parecer a los ojos del pueblo "todo piedad, todo integridad, todo humanidad, todo religión. Pero debe conocer con precisión el mal y hacer alianza con él cuando sea preciso, porque el bien del Estado es el bien de todos". Estas ideas, junto a sus exigencias de realismo, objetividad y eficacia, lo convirtieron en el fundador de la ciencia empírica de la política, que es una disciplina que "estudia las reglas del arte del gobierno sin otra preocupación que la eficacia de tales reglas, independientemente del carácter moral o inmoral de las mismas". El Príncipe, aun a pesar de que fue condenado por la Iglesia y calificado de "libro satánico y maldito", posee un valor eterno en la historia del pensamiento humano, por ser la primera afirmación de la autonomía política frente a la universalidad de la moral.

La política, por tener que ver con lo real, no con lo ideal, tiene razones que la moral ignora, que el corazón no entiende. Es básicamente un juego de intereses donde los principios y otros valores tienen que ceder su puesto a la fría componenda. Por ejemplo: las increíbles alianzas parlamentarias entre humalistas y pepecistas, como entre apristas y fujimoristas por el control de la Mesa Directiva del Congreso, son la mejor prueba de que en política el agua y el aceite sí se juntan... y funciona. Es por esto que un político nunca debe decir nunca, pues el enemigo de hoy puede que mañana sea nuestro aliado. ¡En política todo es circunstancia, y cada circunstancia tiene sus principios! Por estas razones, tratar de entender la política desde el punto de vista de la moral siempre es un error.

Bayly y la pena de muerte

Diario Correo
José Barba Caballero

01 de Marzo del 2010

Frente a una pregunta sobre la pena de muerte para violadores de niños, Bayly respondió: "Primero les arrancaría las uñas, luego les metería un palo por el cú y después una bala entre los ojos". Los abolicionistas no han replicado; pero este tema será un aporte más del "francotirador" para el debate nacional, sea o no sea candidato.

Yo creo, como Cicerón, que así como el labrador es implacable con la mala yerba, igual la justicia debe serlo con los criminales alevosos. Quien deja a un hampón sin castigo, o lo castiga levemente, delinque contra la sociedad. Cobrar el daño exacto en la proporción exacta de lo dañado, se llama Talión; y aunque el Antiguo Testamento afirma que esto es justicia, Aristóteles demostró que el violento que hace violencia debe sufrir una violencia mayor. La conciliación de la víctima con la justicia sólo es posible si el castigo es superior al daño.

Con la aparición de la teoría natural de la bondad humana (Platón), que después sería desarrollada por una multitud de poetas y filósofos como Víctor Hugo y Rousseau, ya no tenemos a un asesino, sino a un ser descarriado que debe ser reeducado para reinsertarlo en la sociedad. La palabra "venganza", tan apropiada como respuesta a una ofensa criminal, es ahora calificada de "primitivo". Lo actual, lo que está de moda, es ser comprensivo y generoso con el delincuente. La consecuencia de esta apoteosis de estupidez idealizada es una marea de criminalidad que amenaza con ahogarnos a todos.

No digo que no hay que reformar al ofensor menor; pero los violadores de niños, los terroristas, como los que matan con saña y alevosía, deberían perder todos sus derechos, incluyendo el derecho a la vida. Los abolicionistas acostumbran decir que ellos "defienden la cultura de la vida frente a la cultura de la muerte". Yo diría que es al revés. Cultura de la vida, es la actitud vigorosa de un Estado que no tolera el crimen alevoso y que opta por soluciones radicales en resguardo de la sociedad que representa y que tiene el deber de defender. Yo no soy tan radical como Bayly, pero si pudiera, haría eso y más que lo que él dijo en Chiclayo. ¡Un violador de niños, así tenga mil vidas, serían insuficientes para pagar su crimen!

¿Transfuguismo o coraje?

Diario Correo
José Barba Caballero
15 de Febrero del 2010

Según la legislación vigente, los ciudadanos pueden inscribirse en un partido político y luego salir de él cuando se sientan maltratados, mal representados, o simplemente porque se les da su gana. Decirle a un hombre que es un "tránsfuga" porque ha decidido ejercer su derecho legal de escogencia política, es jugar sucio y así, de pasadita, librarse de explicarle a la opinión pública que hay "cogollos" partidarios que son auténticos tránsfugas de sus propios principios, y por eso los abandonan, por desleales, taimados y viles.

Todos los partidos terminan en un centro de mando que no es otra cosa que una oligarquía. Cuando esta "cúpula" o "argolla" se vuelve inepta, caprichosa y arbitraria, lo que sigue es la fosilización. En este caso ¿quién que no sea un insensato se quedaría en una empresa quebrada o por quebrar si puede pasar a otra que le garantice la continuidad de su proyecto de vida? El primer deber moral de un hombre es consigo mismo y sus intereses; luego viene todo lo demás. Quienes deben ser juzgados con severidad, no son los que se van, sino los que se quedan. Un hombre que se aferra a un cadáver demandando por ello medallas de lealtad, confunde consecuencia con masoquismo, lealtad con necrofilia. No es que el PPC y Solidaridad estén muertos; pero a nivel municipal sí lo están, y no tienen derecho a cubrir con su mortaja a tantos alcaldes exitosos.

El que piensa, piense como pensare, no puede ser nunca un inconsecuente. El verdadero inconsecuente es el que se niega a pensar, es el que por decisión propia insiste en comportarse con la misma consecuencia con que lo hace un bloque de cemento. Honor pues, a hombres como Salvador Heresi, Gustavo Sierra y Carlos Burgos, que no sólo deben estar entre los mejores alcaldes del país; sino que también le han dado a sus respectivas dictaduras partidarias una lección de coraje y dignidad.

El principio que señala: "El hombre es un fin en sí mismo y no un medio para los fines de otro", significa que su vida le pertenece, que es libre de hacer con ella lo que le plazca y que nadie tiene derecho a tratarlo como si fuera un siervo o un peón dentro de un tablero de ajedrez. ¿Habrán entendido el mensaje Lourdes y Castañeda? Lo dudo, la arrogancia tiene el defecto de intoxicar la inteligencia; de otra manera no habrían perdido con tanta facilidad a sus tres mejores operadores políticos. Eso que: "Los dioses ciegan a quienes quieren perder", me suena ahora más cierto que nunca.

"¡Nada con Bayly!"

Diario Correo
José Barba Caballero
08 de Febrero del 2010

Si alguien me obligase a definir ideológicamente a Bayly, diría que es un antisistema dentro del sistema, o lo que es lo mismo, un reformista radical tan claramente de izquierda que, a su lado, Humala parece el presidente de la Confiep. Por eso asusta, y es comprensible que Castañeda, Lourdes, Toledo, monseñor Bambarén y todos los "rojos" hayan unido sus voces para exclamar: "¡Nada con Bayly!".

Pero si este hombre fuese elegido Presidente, sería la primera vez en la historia que el omnipotente caballero "Don Dinero" no tendría ninguna influencia sobre las decisiones del poder. Y lo más importante, no le temblaría la voz para imponer una profunda revolución educativa, así como para ponerle las "pilas" a ese monstruo de insensibilidad, ineficacia y corrupción que es el Estado. ¡Si esto no es ya una revolución en la política peruana, que alguien me diga entonces qué es una revolución! El mundo de la farándula política e intelectual está lleno de personajes que parlotean y llenan páginas para adular, posar, coincidir, o simplemente para que los admiren. Bayly es distinto; cuando él escribe o habla, pareciera que no busca amigos sino contrincantes. Le gusta interrogar, negar, provocar y, claro, reírse de las ideas e instituciones que se orean sobre un pedestal. El objetivo es entretener; pero sobre todo, petardear al lector, alterarlo en sus soportes, conducirlo a la contradicción. Su método no es amable ni romántico, pero es la forma más pura de amar, ya que sólo a través del conocimiento problemático podemos realizar progresos. En el racionalismo crítico, la única excusa para pedir la palabra es el desafío; pero cómo pedirle a Bambarén a estas alturas de su vida que se entienda con Popper, Wittgenstein o Ayn Rand.

Yo no sé si Jaime finalmente tendrá éxito; pero pase lo que pase, le aportará a la ética política una contribución que será difícil de olvidar. En todo caso, perder con un hombre así, dispuesto a presentar batalla a los molinos gigantes de la superstición y del prejuicio, será un honor y un privilegio. De lo que sí estoy seguro es de que en el día del Juicio Universal, cuando las trompetas de los ángeles separen a los "buenos" de los "malos", ya verá Bambarén cómo las puertas del Infierno se abren, pero sólo para los que se negaron pensar y a disfrutar del don de la existencia. Si Dios existe y no es un bellaco, creo que preferirá a Galileo sobre Torquemada, a Bayly más que a Bambarén.

De moralistas y farsantes

José Barba Caballero
Diario Correo
25 de Enero del 2010

En 1993, en plena consolidación de la dictadura fujimorista, el señor Álvarez Rodrich, hoy rabioso demócrata y paladín de la transparencia, le dio un puntapié a sus convicciones libertarias y, con Resolución Suprema firmada por Fujimori, se sentó orondo y con la billetera llena como miembro del Consejo Directivo de Osiptel. Tres años después, y dada su espectacular ceguera e impresionante mudez, fue ratificado nuevamente por el mismísimo Fujimori.

Pero el "moralista" quería más, y como al que pedía el "Chino" le daba... sobre todo si también era "sordo", saltó a Indecopi y trepó hasta ser el Encargado de la presidencia de este jugoso organismo estatal. En 1998, en pleno apogeo de la corrupción montesinista y ya puesta en marcha la ilegal re-reelección, ejerció a sus anchas la presidencia de Osiptel. Por esos días, no posaba como ahora con los brazos cruzados y la frente en alto; sólo era un burócrata servil y oscuro que caminaba cabizbajo detrás de los líderes fujimoristas que, con un chasquido de sus dedos, le indicaban cuándo acercarse. Si hubieran sabido de qué pata cojeaba el gallo que tanto maíz reclamaba, no habrían sido tan generosos con este "caviarón" que, en el colmo de la impudicia, hoy escribe de valores y principios sin siquiera sonrojarse.

Durante su largo periodo como burócrata dorado, no dijo ni "pío" frente a la Ley Cantuta, ni "hay!" frente a la decapitación de los magistrados del Tribunal Constitucional, ni "¡qué horror!" frente al retiro de la nacionalidad de Baruch Ivcher. ¿Y qué hay de la teoría de la responsabilidad moral de Sartre? ¿No enseñó acaso que no era necesario ser el autor personal de un crimen para tener que responder por él? ¿Y que si se había ignorado era porque se había elegido permitir que se cometiera? Pero para qué seguir, si puedo darle la palabra a César Hildebrandt: "Estoy dispuesto a recibir lecciones de quien esté en condiciones de darlas. No es el caso del señor que fue director de Osiptel en junio de 1993, alto funcionario de Indecopi en 1996, vicepresidente de la Comisión de Acceso al Mercado desde enero de 1999, contratista millonario en nombre de Apoyo en 1995, y renunciante al cargo de Indecopi en fecha tan tardía como mayo del 2002. Me refiero al señor Álvarez Rodrich, por supuesto. Al señor que le gusta ser burócrata privilegiado cuando gobierna un Fujimori y periodista 'temerario' cuando las papas dejan de quemar". Sólo le faltó agregar: "La inmoralidad tiene muchos disfraces y, el que más le place, es el de la moralidad".

Los outsiders

Diario Correo
José Barba Caballero04 de Enero del 2010

Según el Grupo Apoyo, un 48% de peruanos estarían dispuestos a votar por un candidato desconocido o ajeno al sistema de partidos políticos. Si este dato es correcto, la posibilidad de un "intruso" en la fiesta electoral es una variable que no podemos soslayar.

Si fuésemos un país con menos pobres, con una clase política menos mediocre y con una prensa menos cruel, todo outsider se terminaría yendo de narices contra el suelo. Desafortunadamente, todavía estamos lejos de alcanzar nuestra mayoría de edad como nación. Así las cosas, a nadie debe extrañarle que los inconformes, los desesperanzados y los resentidos sean legión. En una realidad como ésta, todo es posible.

Ahora bien, si este outsider terminase apareciendo, �es posible saber qué pinta tendrá? Mi impresión es que no vendrá del maoísmo trasnochado ni del ecologismo politizado, sino del lado opuesto; es decir, de las canteras de la modernidad y de la globalización apolítica. Sólo en esta parte del estanque hay dos ranas que pueden transformarse en príncipes. Por un lado está Gastón Acurio; él afirma que es cocinero, no político; pero sus viajes proselitistas por todo el país indican lo contrario; y como yo no juzgo a los hombres por lo que dicen sino por lo que hacen, no tengo ninguna duda de que está en campaña, para cuando llegue el momento... si llega.

El otro es Jaime Bayly. Por ahora todos se ríen de su proyecto presidencial, y él mismo es el primero en hacerlo; pero un Bayly que se tome más en serio, con algunos retoques éticos, programáticos y con ese humor letal que lo caracteriza, hasta podría llegar a una final de infarto con Keiko. La diferencia sustantiva entre Gastón y Jaime es que el primero convoca reconocimientos; el otro, multitudes; es pues una desemejanza de liderazgo, y esta contrariedad podría terminar desanimando a Gastón... y de paso entristeciendo a Raúl Diez Canseco, que ya no sabría qué hacer con el partido que está formando.

Sólo una reflexión final. Todo lo grande que tenemos en ciencia, filosofía y arte nació de la mente de algo semejante a un outsider. Así que, cada vez que escucho esta palabra, me detengo a ver de qué se trata; no vaya a ser que el supuesto loco esté más cuerdo que yo.

lunes, 19 de abril de 2010


El nuevo pensamiento conservador

La República
Dom, 07/03/2010
Por Alberto Adrianzén (*)

Hasta hace una semana mantenía con Martín Tanaka una polémica, creo, alturada. Incluso Martín tuvo la gentiliza de enviarme un extenso artículo de réplica. Le agradecí y prometí contestarle; pero viajes y trabajos, como ocurre siempre, me lo han impedido. Sin embargo, en estos días, otras personas han decidido participar en el debate y, en algunos casos, de manera bastante agresiva. Uno de ellos es Alberto Vergara, politólogo y profesor universitario, quien en un artículo publicado en este suplemento (“Si el régimen político no es de izquierda, no es democrático”) nos acusa a Nicolás Lynch y a quien escribe, entre otros puntos, de ser intocables y, además, de izquierdistas y “humalistas”.

Recuerdo como si fuera ayer mi última conversación con Pancho Aricó en Buenos Aires, pocos meses antes de que un cáncer se lo llevara para siempre en 1991. Estábamos los dos en su biblioteca conversando y en un momento le pregunté: “¿Pancho, sigues siendo socialista?”. Pancho miró los libros y me dijo: “Estoy muy viejo para cambiar”. Por eso mi respuesta tiene un contexto y una atalaya (un lugar) que espero y aspiro –sé que es muy difícil– sea similar a aquella desde la cual Pancho solía mirar el mundo. Por lo tanto, es una respuesta de parte. Así que no tengo el menor interés de destacar académicamente y menos parapetarme en los claustros universitarios para desde ahí pontificar y decidir quién vive y quién muere en lo que podemos llamar los predios de la academia.

Me sorprende que Vergara me acuse de ser un poco fosforito porque “le increpo (a Martín Tanaka) ser un defensor del orden prevaleciente”. En un texto de mi autoría que publicó DESCO en julio del 2006 (pero que redacté en febrero de ese mismo año) y que lleva por título “Crisis de gobernabilidad o inicio de un nuevo ciclo político en América Latina”, decía lo siguiente: “No es mi interés discutir a profundidad las tesis de Martín Tanaka (me refiero a su libro “Democracia sin partidos, Perú 2000-2005”); sin embargo, me interesa señalar, más allá de la pertinencia de las tesis del autor, que estamos frente a una explicación que toma sus elementos centrales de lo que podríamos calificar como pensamiento conservador por su carácter poco (o anti) reformista” (p. 33). Tanaka nos plantea que hay que “proteger” a los actuales “partidos” limitando las reformas y restringiendo el acceso de nuevas formas de representación al sistema político; yo creo, más bien, que hay que crear nuevas formas de representación, porque las actuales están en franca decadencia, como hoy sucede en varios países andinos, incluyendo Colombia.

Por lo tanto, cuando califiqué hace un par de semanas a Tanaka como defensor del orden “prevaleciente” no lo hacía por primera vez, ni únicamente por sus críticas a mi libro. Decir que Tanaka expresa un pensamiento conservador no es una ofensa ni un artilugio polémico, más aún si lo he dicho hace cuatro años. Lo que sí es un artilugio polémico, con el único fin de desprestigiar a su oponente –creando para ello una suerte de monigote– es, justamente, lo que hace Vergara.

De otro lado, es un argumento falaz decir que uno afirma o sugiere que “si el régimen político no es de izquierda, no es democrático”. Por favor, más seriedad. En qué parte de mi reciente libro o en qué artículo digo o sugiero algo parecido. Eso sí que sería volver a los años 70. No suelo tener doble personalidad y menos tengo la manía de la repetición. Si creyese lo que dice Vergara, jamás hubiese participado en el gobierno de transición y menos apoyando al presidente Paniagua los años posteriores. Lo que pasa, sospecho, es que el concepto de democracia que manejan Vergara y sus amigos es bastante distinto al que yo manejo. Nicolás Lynch el martes pasado ha tratado brevemente este tema.

Vergara dice que “trapicheo” (la palabra es de mi crítico) con el “recuerdo de Paniagua”. Es decir, que hago un uso indebido del mismo. Si así fuera, hace tiempo, como muchos me reclaman, hubiese publicado un libro sobre Paniagua y el gobierno de transición. No lo he hecho por una simple razón: temo traicionar su memoria y hacer públicas cosas que él me decía en privado. Mi lealtad con el presidente Paniagua no acabó cuando dejó de existir; ahora que no está es, incluso, más fuerte.

Vergara afirma (o sugiere) que el concepto de refundación no es válido para analizar el gobierno de transición. Esta vez cito otra parte del texto de Paniagua del 2002: “Al nacer el nuevo milenio, vivía el Perú, sin duda alguna, una crisis global que exigía e impone aún un esfuerzo de refundación republicana”.

Quiero decirle a Vergara que contrariamente a lo que él cree, el concepto de “refundación” no es patrimonio de la izquierda. Luis Maira, socialista chileno y embajador de ese país en la Argentina, ha dicho hace pocos días en una entrevista para el diario Página 12, lo siguiente: “Hoy nos damos cuenta de que la dictadura militar logró muchas cosas. Una, sin duda, es la refundación de Chile, más moderno, más eficiente…” (1/3/10). En realidad, la refundación, como el populismo, puede ser de izquierda o de derecha. No es por lo tanto “propiedad” de Evo Morales o Rafael Correa. Eso fue, por ejemplo, lo que intentó Fujimori y que hoy está en cuestión.

Por eso el uso que hago del concepto de “refundación” no es “ideológico” sino que lo empleo como una herramienta teórica y analítica. Por otro lado, desde el momento que se habla de “refundación republicana” se establece una diferencia importante con los actuales procesos andinos. Dicho en otras palabras: es similar pero no es lo mismo. Lo que proponía Paniagua es, sin duda, totalmente opuesto a lo que hoy propone el presidente Hugo Chávez. Sostener que los quiero igualar es una manipulación.

También se equivoca Vergara cuando dice que el gobierno de transición no es refundacional porque no tocó el modelo neoliberal. Aquí lo que hay es una falta total de información y perspectiva. Le recomiendo a Vergara que lea el primer discurso del presidente Paniagua en el que plantea “renegociar la deuda externa”. Recuerdo que esa misma noche un joven economista e hijo de un amigo del Presidente visitó Palacio para decirnos que ese anuncio había generado alarma entre los inversionistas y en EEUU. Al día siguiente, y por recomendación del Presidente, salió en una radio Javier Silva Ruete para calmar los ánimos.

Pero eso no es todo: el gobierno de Paniagua encarceló e inició proceso a cientos de fujimoristas corruptos (empresarios, periodistas, ministros, parlamentarios, militares), algo inédito en el Perú y en A. Latina; acotó tributariamente a empresas transnacionales (medida a lo que se opusieron algunos futuros miembros del gobierno de Alejandro Toledo); impidió que Dionisio Romero se apropiara de los puertos; dejó una propuesta de reforma constitucional que incluía la posibilidad de una Asamblea Constituyente; elaboró un plan de lucha contra la corrupción; una propuesta de reforma de la administración pública y de la educación, entre otros puntos. Por eso sostengo que el gobierno de Toledo, que tenía la legitimidad de las urnas, no traicionó la transición sino que más bien la “bloqueó” al no continuar con estas tareas. Sinceramente, creo que Alberto Vergara debería ser más riguroso (que no es lo mismo que objetivo) con el gobierno de transición.

Por último no considero que todo este debate sea solamente por unos libros escritos por Nicolás Lynch o por el autor de esta nota, que para Vergara, convertido en “juez”, son además mediocres. Sospecho que este debate guarda relación, más bien, con nuestro apoyo público a Ollanta Humala, pero además con diferencias de fondo en relación a preguntas sustantivas: cómo cambiamos este país, qué democracia y qué libertad queremos construir. Me temo que la propuesta de estos nuevos politólogos es conservadora porque creen que demasiadas reformas (o abrir el sistema político) nos conduce a la ingobernabilidad y acaso al autoritarismo. Por eso defienden el statu quo, y están contra Humala y los procesos de cambio en el mundo andino. Yo creo, como decía Riva Agüero, que en este país no hay mucho que conservar, por eso estoy por el cambio; salvo que se quiera terminar –como terminó Riva Agüero– en posiciones reaccionarias. Por eso prefiero la vida a los claustros universitarios; porque ahí está la política y no la “nueva politología”.

(*) albertoadrianzen.lamula.pe

domingo, 11 de abril de 2010


La ética en política

LA EFICIENCIA NO DEBE ESTAR SEPARADA DE LA DECENCIA

El Comercio
Por: Francisco Miró Quesada R Director
Domingo 11 de Abril del 2010

Si la política, en rigor el político, no es ética, entonces no es política. ¿Por qué esta asociación entre la ética y la política? En principio, la política como cualquier práctica humana debe estar sometida a la ética. Si esto no sucede, entonces el político se corrompe. La corrupción es una descomposición de nuestro comportamiento respecto a los valores en que creemos y decimos practicar.

Ética y moral significan lo mismo: costumbre. Ética se deriva de la voz griega ethos y moral del latín mores. Para relacionar el comportamiento político con la conducta moral, tenemos que saber cuáles son los valores y la lista es larga. Mencionaremos algunos como la lealtad, honestidad, verdad, libertad, solidaridad, justicia, probidad.

El filósofo alemán Kant decía que “el hombre es un fin en sí mismo y no un medio o instrumento al servicio de otros hombres”. También afirmaba que “solo las cosas tienen precio, los hombres no tienen precio porque tienen dignidad”. La ética del político consiste en respetar los valores antes mencionados, no instrumentalizar al prójimo, ni someterse al poder o al dinero. La palabra “precio” se refiere al costo de una cosa, pero también cuando una persona “se vende” por dinero y poder. Por eso muchas veces hemos dicho que los dictadores son inmorales porque atentan contra la libertad de su pueblo y la libertad es un valor.

Que el 44% de los encuestados por la Universidad Católica diga que prefiere un alcalde que haga obras aunque robe no me extraña en lo absoluto.

Hace tiempo que eso sucede, porque en los últimos años se ha producido un deterioro moral en nuestra sociedad. Pero también hay un alto porcentaje, felizmente mayoritario, que votaría por candidatos éticos, honorables y transparentes. La polarización se produce no porque haya sido planteada por Lourdes Flores, sino porque es una expresión de la realidad. Cuando se trata de ética no funciona ni el relativismo ni el pragmatismo. Somos éticos en lo privado y lo público, o no lo somos. Lo que sucede es que Lourdes Flores ha interpretado esa realidad.

No es correcto asociar pragma-tismo, que es entendido en nuestro medio como eficacia, con corrupción. Una persona corrupta puede hacer obras, pero una persona ética también. En suma lo que se requiere son gobernantes éticos y eficaces. Es el ideal y los hay, los hubo en el Perú. Es cierto son pocos, pero constituyen un ejemplo por seguir en política.

Ellos hicieron lo que hace más o menos 2.500 años Platón escribió en “La República”: “La única razón moral que justifica que una persona participe en la polis [la política] es su capacidad de servir a los demás”.

Es decir, sirvo con obras, es cierto, pero sirvo correcta y decentemente cuando mi comportamiento es ético. En consecuencia, los peruanos debemos votar por candidatos éticos y que deben o deberán hacer obras. Un inmoral en el poder y un ladrón pueden hacer obras, pero harían más si no fueran corruptos ni ladrones.

La docencia política es aquella que predica los valores en una sociedad cuando se gobierna dando el ejemplo de acuerdo con esos valores. El discurso político debe partir de la ética, de otro modo estaríamos admitiendo que el fin justifica los medios y si esta creencia se universaliza, la corrupción penetrará la vida pública como algo normal, lo que afecta el desarrollo moral, material y espiritual de la nación.

"Roba...pero hace obras"

Trome
06 de abril de 2010
Por El Búho

Este Búho no puede dejar de preocuparse con uno de los resultados de la última encuesta de la Pontificia Universidad Católica. Me sorprendió que el 44% de limeños consultados haya respondido que prefiere un alcalde que haga buenas obras... ¡¡aunque robe!! Que prácticamente la mitad de capitalinos diga sin ruborizarse que no le importa tener un delincuente -porque eso es quien roba- como autoridad, es un signo inequívoco de la grave crisis moral de nuestra sociedad. Es la prueba que la pus de la corrupción ha ido carcomiendo, sin pausas y al galope, las partes sanas del país. Y si no hacemos nada por detenerla, esa infección nauseabunda seguirá avanzando hasta acabarnos como nación. Para empezar, ¿con qué cara esos padres que aceptan la corrupción pueden exigirle a sus menores hijos que no se conviertan en delincuentes o criminales? Pero si ese gran porcentaje de encuestados acepta convivir con la podredumbre, entonces podemos sospechar que buena parte de ellos no se haría problemas para 'sacar su tajada' si accediera a algún cargo público, o a la directiva de una Apafa o de un asentamiento humano. Y hasta alentaría a 'pecar' a algún conocido que tuviera la oportunidad: 'No seas tonto, hermanito, aprovecha ahora que puedes. Chapa tu parte porque si tú no lo haces, otro lo hará'.

Es triste comprobar que en este país la persona honesta sea vista como un idiota y el 'estafador y sin escrúpulos' como el 'vivo'. Que el que sigue las reglas sea el tonto, mientras que el tramposo y coimero, sea el digno de respeto. Ya es tiempo de desterrar frases vergonzosas como: 'estamos para darnos la mano, hermanito', 'cómo es la mía'. Porque esa forma tan cotidiana de pensar y actuar es una de las causas del atraso del Perú. Es la madre de tantas injusticias. La mejor forma de que las 'ratas' hagan de las suyas, para quienes la principal preocupación es llenarse los bolsillos con plata robada, con licitaciones amañadas, con pagos por lo bajo. Así postergamos indefinidamente el bienestar de todos. Basta de aceptar como algo 'normal' a ladrones en los cargos públicos. Exijamos gente capaz, pero sobre todo honesta. Al final, todo se resume a la cuestión de cuánto nos respetamos a nosotros mismos. Apago el televisor.