miércoles, 31 de marzo de 2010


Intelectuales y política

lunes 1 de marzo de 2010

Por Martin Tanaka
Blog Virtú e Fortuna

Sigue el debate sobre intelectuales y política. Ver algunas de las últimas contribuciones:

Politólogos y políticos
Sáb, 27/02/2010
Alberto Adrianzén

De Ideele 197:
Los intelectuales, la militancia y el nacionalismo
Alberto Adrianzén

Cuando el país duele demasiado
Pedro Francke/Tierra y Libertad

De la razón en política al uso político de la razón
Juan Sheput/Perú Posible

La transición inconclusa de Alberto Adrianzén
Jorge Morel/Politólogo

Por sus libros los conoceréis
Eduardo Dargent

viernes 26 de febrero de 2010
¿ADIOS A LA EPISTEMOLOGÍA? MÁS SOBRE IDEOLOGÍAS Y OBJETIVIDAD
Gonzalo Gamio

Si el régimen político no es de izquierda, no es democrático (o el blues de los intocables)
Alberto Vergara

Solamente unos comentarios breves, porque no tengo mucho que añadir a cosas que ya he dicho antes. Pero no me puedo resisitir a comentar partes de los textos de Adrianzén. En Ideele el autor dice,
"Y si creo poco en la “objetividad” —más allá de que también crea que hay que tratar de practicarla—, menos creo en la imparcialidad cuando hablamos de política. Cómo ser imparcial, por ejemplo, frente al genocidio del pueblo judío en la Segunda Guerra Mundial o, ahora, frente a la masacre cotidiana del pueblo palestino o la guerra imperialista en Irak. Cómo ser imparcial (o neutral) frente a los sucesos de Bagua o ante el reciente e impúdico intento del Ejecutivo por cambiar la Ley sobre Desplazamientos Internos (ley 28223) para favorecer la construcción de cinco centrales hidroeléctricas, en el marco del Memorando de Entendimiento entre Perú y Brasil, principalmente en nuestra selva. La razonabilidad en la conducta política de los individuos poco tiene que ver con la “imparcialidad” y mucho, más bien, con un cierto compromiso que no puede ser sinónimo de fanatismo, dogmatismo o simple “sobonería”. Además, hay que reconocerlo, tener (o mantener) un compromiso no es fácil; más simple, definitivamente, es no actuar, más aun si se hace en aras de la imparcialidad y la objetividad. Me pregunto cuántos individuos, parafraseando al poeta español, recitan sin saberlo estos versos todos los días: 'Soy más duro que el mármol a las quejas del otro y más helado que la nieve al lamento de los otros'. Sospecho que muchos".
Adrianzén recurre a un argumento demagógico, impresionista, caracterizado por algunos como "ley de Godwin". Ver: http://en.wikipedia.org/wiki/Godwin

Quién podría invocar imparcialidad "frente al genocidio del pueblo judío en la Segunda Guerra Mundial". La gran mayoría estaremos en contra de los nazis y a favor del pueblo judío y actuaríamos en consecuencia (lo mismo respecto a sus demás ejemplos). En lo que sí habría que intentar ser objetivo, riguroso, imparcial, sería, por ejemplo, en una investigación que busca explicar el surgimiento del nazismo, y que tiene ante sí diversas hipótesis en competencia. Son dos dimensiones totalmente diferentes. Frente a los problemas del mundo definitivamente tenemos que actuar, no ser indiferentes, incluyendo por supuesto a los científicos sociales. Pero atención que la vida militante debe ser diferenciada de la vida del científico social, cada una se rige por reglas diferentes.

De otro lado, en su artículo en La República dice lo siguiente: "(...) debemos dejar de lado dos cosas si queremos procesar un debate serio: por un lado, esta suerte de oficio de notario que busca dar cuenta de una “realidad”, y por el otro, este “objetivismo” de que las cosas son como son porque la realidad es supuestamente única y se construye al margen de las voluntades de los individuos. Si así fuera, por ejemplo, no tendría sentido en la sociología el famoso teorema de Thomas (1928) que nos dice: “Si las personas definen las situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias” ".

Estoy de acuerdo con que la realidad no existe al margen de la voluntad de los individuos, más todavía en el campo de la política, donde la acción precisamente cambia la realidad. Sin embargo, la referencia a Thomas me parece equivocada: ella conduce a pensar que las percepciones de las personas son también hechos objetivos, registrables, medibles, relativamente independientes del observador, y por lo tanto campo de observación científica y análisis empírico. Para eso están los estudios sobre cultura y opinión política, marcos de referencia cognitivos (framings), y otros. Thomas tiene razón, lo importante es ver cómo los actores definen las situaciones, porque actuarán según esas definiciones. Pensar por ejemplo en las personas en comunidades que están convencidas de que la minería contamina; al margen de lo que digan estudios de impacto ambiental, la gente apoyará o rechazará la minería sobre la base de sus percepciones, para lo cual es crucial estudiar cómo se forman y cambian las mismas. Ver por ejemplo:

CLARIFYING THE RELATIONSHIP BETWEEN FRAMING AND IDEOLOGY IN THE STUDY OF SOCIAL MOVEMENTS: A COMMENT ON OLIVER AND JOHNSTON*
David A. Snow - Robert D. Benford

De otro lado, Adrianzén dice:

"(...) creo que el problema no es tanto la objetividad de los científicos sociales sino más bien otro: la permanente invasión de los científicos sociales (y politólogos) –que carecen de responsabilidades políticas– en el campo de la política. Dicho en otros términos: asumir un comportamiento (y un discurso) político con la vestimenta del científico social o del académico 'neutral' ”.

Muy impresionante: ahora resulta que para escribir sobre temas políticos es obligatorio militar en algún partido, apoyar explícitamente a algún candidato. ¿Y si no nos entusiasma ninguno, como a la gran mayoría de peruanos?

Leyendo a Adrianzén y a Francke me ha provocado escribir un post sobre mi brevísima y fracasada experiencia militante. Espero tener tiempo pronto para hacerlo...

ACTUALIZACIÓN, 2 de marzo.

Ver también:

La democracia que molesta
Mar, 02/03/2010
Nicolás Lynch

Venezuela, Colombia, Cuba y Chile
Mar. 02 mar '10
Carlos Basombrío

martes 2 de marzo de 2010
EL DEBATE SOBRE LA OBJETIVIDAD Y EL ARGUMENTO DEL MUÑECO DE PAJA (REFLEXIONES SOBRE UN ARTÍCULO DE ALBERTO VERGARA)
Gonzalo Gamio

ACTUALIZACIÓN, 5 de marzo

Economía y ética (1)
Mildemonios 05 marzo 2010

¿ADIOS A LA EPISTEMOLOGÍA?

viernes 26 de febrero de 2010


Publicado por Gonzalo Gamio

Blog de Gonzalo Gamio
 
SOBRE IDEOLOGÍA, COMPROMISO POLÍTICO Y OBJETIVIDAD CIENTÍFICA

Es evidente que los debates experimentan avances y retrocesos. La discusión sobre la objetividad y las ciencias sociales, el compromiso de los intelectuales y el “fetichismo del dato” no es una excepción. He insistido en señalar que es preciso preservar el carácter epistemológico de esta polémica – en muchos blogs y en la prensa la discusión ha virado hacia el plano ideológico-político, o hacia la mera “declaración dogmática de principios” revestida de un fácil y vano sarcasmo – y he señalado el carácter maniqueo y dogmático de la oposición radical entre ‘el militante’ y el ‘científico social’. Creo que se ha avanzado en el debate (ver las últimas entradas de Martín Tanaka y el notable post de Giovanni Krahe, que ordena críticamente el debate y plantea una original propuesta de solución). Incluso se plantearon algunas reflexiones - si bien acompañadas de algunas algo erráticas e infundadas objeciones - sobre el positivismo y su vigencia. Creo que podemos seguir avanzando en la medida que el plano epistemológico y gnoseológico no termine disolviéndose en el ideológico-político. En ese sentido, la tesis “la objetividad es una quimera” tendría que ser un punto de llegada de la discusión, y no un punto de partida.

En esta clave de reflexión, me sorprende un poco el artículo del agudo politólogo Eduardo Dargent A plumazo limpio, publicado en el último número de Caretas. El nivel epistemológico de la discusión se opaca - aparentemente sin remedio - frente al nivel político. Incluso la postulación de la práctica científica aparece aquí sensiblemente "ideológica"(en tanto instrumento de legitimación discursiva). En sus últimos posts, Tanaka ha introducido matices importantes que hacen la dicotomía militante / científico mucho más compleja, pero Dargent devuelve su punto de vista hacia su formulación inicial, la postulación de una (presuntamente necesaria) oposición:
“Martín Tanaka sostiene que lo que distingue a un activista de un académico es que el primero defiende posiciones en las que cree, mientras que el segundo debe poner a prueba sus teorías y reportar sus resultados, aun cuando cuestionen sus creencias y deseos”.
He dicho en mi post anterior sobre el tema que esta lectura me parece tendenciosa y caricaturizante (de hecho, Tanaka ha tomado claramente distancia de ella). La dicotomía militante / científico social se aproxima peligrosamente a la oposición ilustrada entre el oscurantismo y la racionalidad. Según esta lectura, el activista político es simplemente presa de sus dogmas – y no puede ver más allá de ellos -; en contraste, el científico capta la realidad como es, sin mayor distorsión, y no muestra ningún temor a que su visión haga trizas sus suposiciones iniciales. El militante queda reducido así a una caricatura, como si fuese completamente incapaz de “poner a prueba sus teorías y reportar sus resultados, aun cuando cuestionen sus creencias y deseos”. Este interpretación es sencillamente ingenua, y poco rigurosa. De hecho, el político juicioso (Isaiah Berlin) sí procede de esa manera crítica, contrastando sus creencias con la experiencia. La disposición a que la experiencia supere los esquemas previos y mueva a los agentes a someter a examen sus interpretaciones y deseos atraviesa – en tanto es planteado como un principio orientador – toda la existencia humana, el principio de lucidez. Los activistas lo invocan tanto como recurren a él los científicos o cualquier ser humano que aspire a llevar una vida sensata.

Dargent sostiene que el modo correcto de abordar este interesante debate consiste en explorar sus consecuencias políticas, o, mejor dicho, examinar su “encarnación” política. “Como muchos debates en el país, creo que no avanzamos nada si no lo aterrizamos un poco”. Discrepo con él en este punto. Considero que no debemos precipitar el aterrizaje cuando el debate recién está "despegando", mostrando su núcleo propiamente filosófico, pues este núcleo corre el riesgo de perderse de vista. El autor de la nota advierte que un buen investigador puede ser un buen militante, pero añade que esa combinación no es frecuente en el Perú. “Nuestra principal patología académica es la sobreideologización”, sostiene. Agrega lo siguiente: “ofrezco como evidencia decenas de libros publicados y olvidados con los que se asumió que nuestros deseos militantes con la realidad”. Enseguida, señala que un libro reciente de Nicolás Lynch caería en tal vicio, por ejemplo, cuando le atribuye erróneamente a Toledo una agenda transicional que el ex presidente no asumió nunca.

Sospecho que la noción de ‘evidencia’ que usa Dargent en este contexto es jurídica y no “científica” en el sentido del paradigma naturalista, porque funciona aquí como un argumento ‘dialéctico’ que se esgrime para persuadir en un tribunal. No se señala a qué libros se refiere (seguramente por razones de espacio). Creo saludable sospechar de la validez de determinados juicios que retóricamente parecen inductivos , aunque no lo sean realmente[1]. Hay que agregar, además, que el caso Toledo es susceptible de múltiples interpretaciones - y como es obvio, no todas son "igualmente válidas" (2) (no voy a ocuparme de ese tema hoy, nos llevaría lejos del tema del post). Si bien Toledo afirmó que edificaría (en lo económico) "el segundo piso", también dijo - con escasa precisión conceptual, pero lo dijo - que el suyo "sería un gobierno de transición" en lo político. Aunque ciertamente el texto de Lynch carga las tintas - y lleva agua para su molino antiliberal -, no estoy seguro que la hipótesis de un Toledo que súbitamente toma distancia de la agenda transicional modificando parte de su discurso esté completamente desencaminada.

Dejemos este asunto y volvamos al argumento principal de la nota que reseñamos. La cuestión fundamental no es Toledo o la adhesión de algunos intelectuales a Humala, sino si la ciencia social puede prometer legítimamente una mirada 'objetiva' y 'neutral' (no-ideológica) de los fenómenos sociales y políticos. Este olvido de la epistemología - que detecto en el texto de Dargent, y en otros - me hace pensar que muchos científicos sociales dan por sentado que la respuesta es afirmativa, de modo que el asunto no es percibido como un problema a examinar (incluso Alberto Vergara sugiere extrañamente que los ataques a la "objetividad" se plantean desde el "relativismo" ¡Otra vez el "relativismo", usado como un muñeco de paja! no considero que su argumento tenga alguna consistencia - ya me he referido en otro post a las acusaciones de "relativismo" como meramente retóricas -: el panorama teórico se torna absolutamente pobre y artificial cuando se plantea en términos de un dilema entre "objetivismo" y "relativismo", pues se mutila gravemente la riqueza filosófica de las diversas posiciones existentes. Se trata de un síntoma más del Olvido de la Epistemología en el mundo de las ciencias sociales, situación que debe ser revertida) (3).

Lo que me parece discutible aquí es la oposición planteada entre una “mirada sobreideologizada” y la “observación científica”. Los defensores de esta oposición fundan su particular lectura del problema - creo - en la ambigüedad del concepto de ideología. No usan este concepto de un modo preciso, y no se han detenido a ofrecer una definición. Si recurren a la imagen controvertida y caricaturesca del militante como una suerte de ‘fanático religioso’ en versión secular - un individuo dominado por su ideario e intereses políticos -, entonces la oposición podría funcionar, pero esta opción conceptual resultaría poco interesante y nada seria porque se basa en una descripción claramente burda y estrecha de la noción de ideología. Si “ideología”, al contrario, es un término usado para hablar de una “visión o concepción del mundo” (Weltanschauung), es decir, el conjunto de creencias, símbolos, metáforas, intereses y conceptos que nos sirven para comprender el mundo y orientarnos en él, entonces la ilusión de construir una “visión libre de ideologías” constituye una ilusión ingenua. No podemos abstraer completamente nuestro mundo vital cuando juzgamos, valoramos, observamos, etc. No existe conocimiento sin supuestos. Por supuesto, podemos explicitar y cuestionar diacrónicamente nuestros pre-juicios (y los que asumen otros). De eso se trata el trabajo filosófico.

Precisamente, esta ambigüedad del concepto de ideología presente en esta discusión es fruto de la relativa ausencia del análisis epistemológico en nuestros debates públicos, e incluso académicos. La afirmación de cientificidad de estas disciplinas no puede convertirse en un asunto de fe; se trata de un problema filosófico de primera importancia que convoca por igual a filósofos y científicos sociales. Por desgracia, se trata de una cuestión que suele permanecer en la periferia de la conversación académica. Solemos caer en una suerte de “objetivismo ingenuo” que supone que los datos hablan por sí mismos. No es así. Los datos sólo “mandan” si contamos con una teoría bien construida que los haga “hablar” de manera articulada y persuasiva. Las teorías, a su vez, están vinculadas a un horizonte significativo (lingüístico-cultural) con el que dialogan. Suponer que el científico es el usuario privilegiado del principio de lucidez o asumir que se trata de un especialista que nos muestra los “hechos desnudos” sin mediación alguna constituye no una aspiración o una utopía, sino una presuposición infundada, altamente cuestionable.
[1] Incluso los juicios inductivos resultan problemáticos (Hume).
(2) Confundir la hermenéutica con el "relativismo" constituye una sugerencia absolutamente descabellada. Cfr. el artículo de Alberto Vergara en La República, que comentaré más adelante.
(3) La crítica política que hace Vergara al punto de vista de Lynch y Adrianzén me parece aguda e interesante; sin embargo, encuentro su argumento teórico bastante desencaminado.

Anti-positivismo y objetividad en las ciencias sociales

miércoles 24 de febrero de 2010

Publicado por Stanislao Maldonado

Blog Asesinato al Margen
 
En este post comentaba el debate que sobre el tema se ha venido desarrollando en la red. Martin Tanaka ha escrito un nuevo post al respecto:
Objetividad y Ciencias Sociales

En este post, quiero referirme al anti-positivismo de algunos de los participantes del mismo. Tomemos, por ejemplo, la última intervención al respecto de Gonzalo Gamio:
“Considero que el modelo de ciencia social que suscribe Tanaka acusa una excesiva influencia del positivismo, y que eso lo lleva a asumir una idea del sujeto epistémico como un espectador imparcial privilegiado, que ha logrado trascender con éxito el lastre de su arraigo histórico-cultural y el círculo de sus intereses y presuposiciones. Me da la impresión que esa epistemología no siempre está formulada expresamente, pero se re-vela parcialmente cuando afirma que es posible y deseable separar el ser y el deber ser en el estudio del fenómeno político, cuando sugiere que debemos construir una “mirada neutral” sobre la realidad social (incluso postulada como télos), o cuando sostiene que la teoría de la rational choice constituye una perspectiva nuclear en la tradición disciplinar de la ciencia política.” Compromiso Político y Ciencias Sociales
Tengo la impresión que el autor nos ofrece una versión caricaturizada de los enfoques epistemológicos de la tradición positivista. Desde hace mucho tiempo atrás, las versiones positivistas reconocen la imposibilidad de un análisis científico imparcial y libre de condicionantes históricos y culturales en el sentido mencionado por Gamio. Cualquiera lector familiarizado con los trabajos de Lakatos sabe de lo que estoy hablando. Tampoco es cierto que las versiones modernas del positivismo planteen que sea posible separar el ser del debe ser (lo que se conoce como la “guillotina de Hume”). Solo una lectura descuidada podría explicar lo anterior.

¿Eso significa que no sea posible aspirar a una ciencia social “libre de valores”? O, en los términos de Gamio, ¿una ciencia en donde sea posible separar lo normativo de lo positivo? Tal y como veo el asunto, me parece que se trata de una incomprensión de lo que la tradición positivista plantea. Cito, por ejemplo, el trabajo de Mark Blaug que comente en este post:
“The doctrine of value-free social science asserts, first of all, that the logical status of factual, descriptive is-statements is different in kind from that of normative, prescriptive ought-statements, and second, that the methodological judgments that are involved in reaching agreement on is-statements differ in important ways from those used to reach a consensus on normative value judgments. The claim that social science can be value-free in this sense does not deny that ideological bias creeps into the very selection of the questions that social scientists investigate, that the inferences that are drawn from factual evidence are sometimes influenced by values of a particular kind, nor even that the practical advice that social scientists offer is frequently loaded with concealed value judgments, the better to persuade rather than merely to advise. The argument does not rest in any way on the supposed impersonal detachment of individual social scientists but rather on the social aspects of scientific activity, on the critical tradition of a scientific community that constantly weeds out the competing biases of individual scientists. Max Weber made all this perfectly clear over fifty years ago when he laid down the doctrine of Wertfreiheit (freedom from value) and there is really no excuse for misunderstanding of his meaning at this late stage.

Obviously, Weber did not deny that social science as it is actually practiced is shot through with political bias; it is precisely for that reason that he preached the possibility of value-free social science. Moreover, Wertfreiheit did not for him imply that the valuations of human beings cannot be rationally analyzed. On the contrary, he insisted that Wertungsdiskussionen (discussions on values) were not only possible but of the greatest utility “ Blaug (1992), 116-117
Más adelante, en un párrafo que podría aplicarse a las críticas de Gamio, el autor escribe:
“Few of those who attack the doctrine of Wertfreiheit have the courage of their own convictions. After marshaling all the standard arguments against the Wertfreiheit camp, they usually end up by saying that we are all in favor of objective truth and ''impartial science," although how there can be such things if "ises" are inextricably tied up with "oughts" is not made clear. If there are not at least some descriptive, factual assertions about social uniformities that are value-free (apart from the characterizing value judgments implied in methodological judgments), it seems difficult to escape the conclusion that we have the license to assert whatever we please.” Blaug (1992), 117-118.
Mi impresión es que Gamio nos presenta una visión rancia del positivismo que ningún positivista serio de hoy se atrevería a sostener. Esa separación entre el ser y el debe ser a nivel individual es ciertamente imposible y es algo en lo que hay que estar de acuerdo con las criticas de Gamio. Pero no es eso lo que sostiene el positivismo moderno. Como mencione en mi post anterior, no se trata de un asunto individual. Es la existencia de programas de investigación en competencia lo que permite que nos aproximemos progresivamente a la “verdad”.

Lo mismo aplica a la crítica de Gamio a los enfoques de elección racional. Ningún economista serio afirmaría que “es así” como operan los individuos. Se trata de una simplificación grosera que utilizamos para generar hipótesis que luego testeamos con los datos de la realidad. La bondad de la simplificación habrá de juzgarse en función a su capacidad de generar hipótesis de interés que sean una buena aproximación al fenómeno bajo análisis. Es, por eso mismo, una concepción limitada de la racionalidad y eso es algo de lo que siempre hemos sido conscientes en la profesión. Hay toda una rama de la economía que esta avanzado en mejorar nuestra compresión de la racionalidad individual, pero que no deja de formar parte de una tradición positivista. Un buen survey, puede encontrarse en este artículo de Stefano Dellavigna aparecido en Journal of Economic Literature, que reseña la literatura experimental sobre las desviaciones a la racionalidad identificadas en la literatura.

http://elsa.berkeley.edu/~sdellavi/wp/01-DellaVigna-4721.pdf

Estos datos tampoco son neutros por cierto y tampoco pueden leerse sin ausencia de una teoría (punto en el que concordamos con Gamio). Pero esto es lugar común en la tradición positivista, y puede encontrarse en los textos más antiguos del filosofo argentino Mario Bunge (desde 1963 por cierto, en la primera edición de la Investigación Científica si mal no recuerdo).

Con esto no quiero decir que las aproximaciones de vena positivista no estén exentas de problemas. De hecho, no hay escuela de pensamiento alternativa al positivismo que no tenga problemas similares o más graves aun. Pero una cosa es enarbolar críticas serias al positivismo y otra muy distinta es construirse un positivismo de caricatura para fácilmente criticarlo. En el caso de los argumentos de Gamio, estamos ante críticas que parecieran dirigidas a un positivismo de vieja guardia, pero que difícilmente constituyen argumentos en contra de las versiones modernas del positivismo y el racionalismo critico.


"Objetividad" y ciencias sociales (5)

martes 23 de febrero de 2010

Por Martín Tanaka
Virtú e Fortuna

Sigue la discusión sobre la "objetividad" y las ciencias sociales, por lo visto es un tema en el cual había mucha discusión pendiente que recién se está ventilando. Ver un par de posts aparecidos el sábado pasado, donde dejé breves comentarios:

Sobre ideología, compromiso intelectual y ciencias sociales
Stanislao Maldonado

Compromiso político y ciencias sociales
Gonzalo Gamio

De otro lado, recibí de Julio Carrión una comunicación personal con un excelente aporte al debate, el syllabus de un curso suyo sobre métodos cualitativos en ciencia política, que incluye una discusión epistemológica. Allí encontrarán las referencias bibliográficas y los términos en los que se discute y trabaja sobre estos temas desde la ciencia política. En esa comunicación personal Carrión me hace un comentario muy útil: "La discusión sobre el compromiso del investigador se hace más manejable si se asume que la tarea central de las ciencias sociales es explicativa (es decir, busca ofrecer modelos causales de los fenómenos en cuestión). El análisis causal tiene sus propios estándares y procedimientos, y mientras los investigadores se atengan a ellos es irrelevante si están o no 'comprometidos' ".

Julio Carrión ADVANCED SOCIAL RESEARCH FOR POLITICAL SCIENCE

En la bibliografía del curso de Carrión aparece un excelente texto, cuya lectura ayudará a ubicar mucho mejor de qué estamos discutiendo. Ver de Donatella Della Porta y Michael Keating, “How many approaches in the social sciences? An epistemological introduction”. En: Della Porta y Keating, Approaches and Methodologies in the Social Sciences. A Pluralist Perspective. Cambridge, Cambridge University Press, 2008. Sobre la base de este texto, propongo la idea siguiente: convengamos que tanto las versiones "duras" del positivismo como las humanísticas (usando las categorías de Della Porta y Keating) son muy extremistas; fijemos una zona de diálogo entre lo que ellos llaman posiciones post-positivistas e interpretativas; y entendamos esta discusión como un trade-off en un continuo, en donde en un extremo tenemos lógicas hipotético-deductivas, con cierta capacidad de hacer generalizaciones probabilísticas, que intentan ser rigurosas manteniendo cierta neutralidad valorativa con el objeto de estudio, pero que son débiles por desatender contextos específicos y las condiciones sociales y políticas en las que se pretende construir conocimiento; y del otro, tenemos lógicas interpretativas-contextuales, que nos dan un conocimiento profundo sobre situaciones específicas y sobre los condicionamientos del investigador, que asumen también una tarea crítica y transformadora, pero que tienen escasa capacidad de hacer generalizaciones, y que pueden caer en subjetividades y voluntarismos. No se puede tener todo en la vida, así que entre posiciones post-positivistas e interpretativas debería haber diálogo y complementación, antes que competencia, siendo inevitablemente diferentes.

De otro lado, pienso que, dentro de la ciencia política, la mayoría de los politólogos nos movemos dentro de una zona post-positivista, o de un positivismo "blando", por así decirlo. Y no tanto por una decisión política u ontológica, sino como consecuencia de nuestros objetos de estudio. Al concentrarnos en el estudio del Estado, de las instituciones políticas y de la lógica de los actores en ese contexto, en donde la lógica comparada resulta crucial, solemos encontrar esa aproximación más útil. Por eso le comentaba a Gonzalo Gamio que no debería sorprender que yo, por los temas que trabajo, me identifique con un positivismo blando o un post-positivismo, mientras que él, un filósofo preocupado por temas de filosofía práctica, se incline por posturas interpretativas o hermenéuticas. Y no me parecería propio que alguno de nosotros reclame alguna "superioridad epistemológica". Por eso le proponía a Gamio una metáfora grosera y simplificadora, pero que podría ser útil. Si discutimos qué es mejor, un serrucho o una llave inglesa, podríamos decir que es una cuestión de preferencias de cada quien, definidas muy subjetivamente. Pero si pensamos en tareas específicas, un carpintero preferirá tener el serrucho a la mano, mientras que un gasfitero preferirá la llave inglesa. Así es como tiendo a ver el asunto.

Creo que la lectura de Della Porta y Keating sería muy útil para mejorar el nivel de nuestra discusión sobre estos temas y evitar seudo-discusiones, que parten de simplificar el debate, caricaturizando las posiciones contrarias a las de uno, sea cual sea su posición. Saludos.

Donatella Della Porta and Michael Keating

viernes, 26 de marzo de 2010


COMPROMISO POLÍTICO Y CIENCIAS SOCIALES

20 de febrero de 2010

Gonzalo Gamio Gehri
Blog de Gonzalo Gamio

Quería retomar este tema más adelante – luego de una reflexión larga y pausada, concentrando estrictamente mi atención en la filosofía del conocimiento –, pero me ha sorprendido gratamente la discusión que se ha desencadenado en los últimos días. Me parece una gran cosa que haya podido generarse un debate epistemológico y político sobre la objetividad y las ciencias sociales. Aunque algunos textos, publicados en blogs y en la prensa, han empleado un lenguaje considerablemente endurecido y confrontacional, creo que describir esta polémica como una “gresca” en la que hay que tomar partido por razones de afinidad resulta francamente ridículo. En todo caso, de lo que se trata es de retomar el hilo argumentativo del debate, para que sea provechoso para todos.

El interlocutor principal de este intercambio es Martín Tanaka, sin duda uno de los más importantes politólogos del Perú. He dicho muchas veces que admiro su honestidad intelectual, así como su tenacidad y generosa disposición para que las razones se vayan abriendo paso incluso en momentos en que las pasiones del alma enturbian el diálogo. A pesar de que defiende una epistemología “dura” para su disciplina, Tanaka jamás cae en la pose fácil y vana de mofarse de otras corrientes de investigación social, como los “estudios culturales” y el postmodernismo, sólo porque promueven otra clase de métodos y vocabulario. Tanaka respeta a sus colegas y valora las diversas formas de conocimiento, más allá de la teoría que cultiva. Cuando polemiza, lo hace con seriedad, valorando los argumentos del oponente, sin caer en la caricatura, la frivolidad y el sarcasmo que ocultan a menudo la simple y llana carencia de buenas razones e información de calidad. Muchos de sus adversarios y adherentes en esta discusión deberían aprender de su ejemplo.

Tengo una posición en torno a este asunto. Considero que el modelo de ciencia social que suscibe Tanaka acusa una excesiva influencia del positivismo, y que eso lo lleva a asumir una idea del sujeto epistémico como un espectador imparcial privilegiado, que ha logrado trascender con éxito el lastre de su arraigo histórico-cultural y el círculo de sus intereses y presuposiciones. Me da la impresión que esa epistemología no siempre está formulada expresamente, pero se re-vela parcialmente cuando afirma que es posible y deseable separar el ser y el deber ser en el estudio del fenómeno político, cuando sugiere que debemos construir una “mirada neutral” sobre la realidad social (incluso postulada como télos), o cuando sostiene que la teoría de la rational choice constituye una perspectiva nuclear en la tradición disciplinar de la ciencia política. Creo que esta teoría – pienso, p.e., Posner y sus investigaciones en temas de justicia – simplifica gravemente los móviles que llevan a los agentes a elegir cursos de acción y asume una visión unilateral de la racionalidad. En este punto, me siento más cerca de la posición desarrollada por Nelson Manrique, que considera que el científico social es un agente inscrito en un mundo circundante intuitivo que torna más rigurosa su concepción en la medida en que es capaz de explicitar y criticar sus pre-juicios, contrastarlos con las nuevas lecturas del fenómeno estudiado, así como confrontarlos con argumentos rivales.

Prometo escribir muy pronto acerca de la cuestionable separación entre ser y deber ser (el célebre cuarto dogma del empirismo), que en gran medida es la madre del cordero en esta discusión teórica. Sólo quisiera decir algo sobre el tema de la supuesta oposición entre el científico social y el militante (o el ciudadano). El conocimiento es una práctica social, y el científico es un actor social que no pone entre paréntesis todas sus categorías, creencias y aspiraciones cuando observa / explica el mundo que lo circunda. A veces Tanaka describe al militante como un devoto fanático que no está dispuesto a sacrificar sus dogmas así contemos con explicaciones más razonables de la realidad circundante. En contraste, el científico social parece un observador libre de ideologías, entregado completamente a los “hechos”:
“¿Qué distingue a los militantes y activistas de los científicos sociales? Los primeros deben dar buenas razones a favor de las causas que defienden, y desarmar argumentos contrarios a las mismas; considero que un científico social debe más bien intentar explicar por qué las cosas son como son, estar siempre abierto a que la realidad no se ajuste a sus preferencias, deseos o hipótesis, y dar cuenta de ello.”


Tanaka describe las concepciones políticas como auténticas vendas que impiden tomar contacto con la realidad, y no sistemas de pensamiento abiertos a la crítica que podrían ayudarnos a des-cubrir nuevos aspectos del mundo. La analogía religiosa – profundamente comteana – parece operar aquí, en la sombra; la cita aparentemente sugiere que la suscripción de un ideario político bloquea o pone en peligro el cuidado del principio de lucidez. Hay que agregar que esta entrega a los “hechos” (a las cosas que son como son) ha sido interpretada como una profesión de fe de cierto “conservadurismo” que se inclina ante el orden social vigente. Se trata de una insinuación fundamentalmente retórica. Para enunciar un juicio como ese (con el debido) rigor necesitamos más ‘datos’, por así decirlo. Tanaka sugiere que la ciencia política se ocupa de lo que es. Necesitamos saber si ese imperfecto “conocimiento objetivo” (dado que la objetividad es una “quimera” - véase en este blog alemán un agudo análisis de esta tesis) está al servicio de alguna forma de transformación social o si se trata de la exclusiva observación científica de lo existente.

Nada más por ahora. Volveré con lo del "ser" / “deber ser”.

Actualización:

En este post, Stanislao Maldonado me acusa de caricaturizar el positivismo. Sin embargo, su objeción tiene dos debilidades claras: 1) Olvida que lo que estoy haciendo expresamente es criticar el 'positivismo clásico' (comteano) implícito en la perspectiva de Tanaka; 2) El propio Maldonado confunde el positivismo con otras corrientes epistemológicas, como el racionalismo crítico / falsacionismo - que es antipositivista en diversos sentidos - (Karl Popper, Hans Albert, Imre Lakatos) y el cientificismo de Bunge. Estas confusiones y este evidente descuido conceptual del administrador del blog Asesinato Al Margen me llevan a pensar que es posible volver contra Maldonado su extraño argumento de la simplificación conceptual.

Publicado por Gonzalo Gamio

Llama la atención el carácter maniqueo del contraste planteado. Hasta donde yo sé, todos los seres humanos tendríamos que estar dispuestos a comprender rigurosamente aquellas situaciones en las que “la realidad no se ajusta a sus preferencias, deseos o hipótesis”. Esa es una gran lección de la vida ordinaria y un principio básico para la ética (llamémoslo principio de lucidez). Recurrimos a él cuando examinamos nuestra billetera en el momento en que vamos a elegir un menú en un restaurante; también lo invocamos cuando tenemos que decidir si mantener o no nuestras creencias religiosas, o cuando meditamos acerca de si es pertinente preservar nuestros vínculos con determinadas asociaciones. Lo que quiero decir es que es un principio orientador que atraviesa nuestra existencia entera, y no sólo aquella parte de nuestra vida dedicada a la producción de conocimiento científico o a la actividad política. La realidad suele ser más amplia que nuestros esquemas (eso no significa que esa amplia realidad no sea realidad-interpretada). La descripción que Tanaka hace del militante / ciudadano puede resultar excesivamente simplificadora (ver la interesante crítica de Carlos Mejía sobre este punto).

"Objetividad" y ciencias sociales (4)

viernes 19 de febrero de 2010
Por Martín Tanaka
Virtú e Fortuna

Paso al texto de Nicolás Lynch, quien plantea varias discusiones teóricas-epistemológicas interesantes. Según Lynch, "lo que pasa con Tanaka es que plantea una suerte de relativismo conceptual que les huye a las definiciones y que, por ejemplo, lo hace sostener en diversas intervenciones que el fujimorismo no fue dictadura ni democracia sino 'autoritarismo competitivo' ". De otro lado, para Lynch sería deseable para un intelectual no solo tener compromiso político, sino además, un compromiso académico. Me atribuye un "temor a cualquier compromiso", que me haría "terminar, sin querer queriendo, comprometido en la defensa del orden existente". Ese compromiso académico evitaría el problema de equiparar la epistemología con "una gira por el supermercado", problema en el cual supuestamente yo caería, al sostener "en debate con Nelson Manrique, que los enfoques epistemológicos se escogen de acuerdo al problema que uno tiene por delante y no –sobre todo– como una opción académica e incluso ideológica en el curso de un proceso de investigación".

Muy bien. Sobre el primer punto, algo adelanté en una discusión anterior con Adrianzén, ver:
Crítica a los críticos de Alberto Adrianzen

El concepto de autoritarismo competitivo surge de la necesidad de una mayor precisión conceptual, de una mejor definición, no de lo contrario. Las categorías "democracia" y "dictadura" no dan cuenta de un gobierno como el de Fujimori, aplicar cualquiera de ellas lleva a un estiramiento conceptual indebido. El gobierno militar 1968-1980, por ejemplo, fue una dictadura: no existen elecciones, no existe Congreso, no está permitida la acción de los partidos, la prensa es propiedad del Estado, la legitimidad no es un problema, porque se impone por la represión y el uso de la fuerza. El gobierno militar de Odría, 1948-1956, evidentemente pertenece a la misma categoría, "dictadura"; pero claramente no el fujimorismo. Pero tampoco fue una democracia, por la concentración del poder, la vulneración de la autonomía de los demás poderes del Estado, los límites al pluralismo y la competencia, etc. Es necesario crear una nueva categoría para evitar un relativismo conceptual, para lograr un definición más precisa: por ello, el autoritarismo competitivo un gobierno autoritario que mantiene formalidades democráticas, que es competitivo electoralmente, que se legitima plebiscitariamente.

Estos problemas conceptuales sobre el mismo tema se presentan también en su libro El argumento democrático sobre América Latina. La excepcionalidad peruana en perspectiva comparada (Lima, UNMSM, 2009). Por ejemplo, cuando dice:

"[Tanaka, 2005] Basándose en una lectura equivocada de Juan Linz (2000), califica al régimen [fujimorista] como un «autoritarismo competitivo», una variedad de régimen autoritario que no calificaría, según la tipología de Linz como dictadura. Nada más falso. El que el régimen de Fujimori no haya sido un régimen totalitario, con todos los espacios cerrados para la oposición, no quiere decir que no haya sido dictadura (...) Ahora bien, que el propio Linz prefiera hablar de autoritarismo y no de dictadura porque este término se usa mucho como sinónimo de totalitarismo, no quiere decir que no establezca una barrera clara entre un régimen y el otro [sic]. Por ello, el propio Juan Linz señala que el autoritarismo competitivo es una variedad de autoritarismo, no de democracia. Por eso mismo, la teoría de las transiciones habla de pasajes de autoritarismos a democracias, y no santifica a ninguna variedad de régimen autoritario por permitir que existan algunos partidos que compitan en la restringida institucionalidad que establece. Si no, observemos al Brasil de la dictadura militar de 1964 a 1985, al que nadie se ha atrevido a calificar de democracia porque tuviera una competencia restringida de partidos políticos. Pero el problema no es la endeblez teórica del planteamiento sino sus consecuencias políticas y cómo la confusión a la que conduce puede servir, eventualmente, a los que no quieren ninguna democracia en el Perú" (p. 119-120).

Para empezar, hay una confusión conceptual. Partiendo de Linz las categorías son democracia - autoritarismo (Franco, p.e.) - totalitarismo (Hitler, p.e.); Lynch tiene razón cuando dice que, en efecto, tanto el autoritarismo como el totalitarismo pueden ser dictaduras, que difieren por su grado de ideologización. Pero yo no parto de Linz, sino de otros autores que plantean más bien las categorías democracia - autoritarismo - dictadura para dar cuenta de regímenes políticos no democráticos que no encajan con las dictaduras resultantes de golpes militares tradicionales (como el fujimorismo, precisamente). Pero volvamos a la cita de Lynch: primero me critica por decir que el fujimorismo es un régimen autoritario y no una dictadura; luego dice que leo equivocadamente a Linz al distinguir autoritarismo de dictadura; luego, reconoce que Linz establece la distinción entre uno y otro; luego dice que según Linz el autoritarismo competitivo es una variedad de autoritarismo, no de democracia... que es exactamente lo que digo yo. Y continúa diciendo que a nadie se le ocurriría calificar de democracia o santificar a la dictadura militar brasileña o en general a los gobiernos dictatoriales de los años setenta porque permitieron cierto espacio a la oposición, como hizo el fujimorismo. Es cierto, a mí tampoco: el fujimorismo no fue una democracia, fue un autoritarismo. Un autoritarismo competitivo.

Para mí la ojeriza con la categoría autoritarismo competitivo, y la caracterización del fujimorismo como dictadura es una muestra clara de cómo se cae en imprecisión conceptual causada por una motivación política: "no hay que darle armas al enemigo". Cuidado con parecer "comprometido en la defensa del orden existente". Lo que para mí refuerza elocuentemente el punto presentado en el post anterior, sobre lo difícil que es conciliar el rigor académico con la pasión del militante.

Sobre estos temas conceptuales ver este texto de Hadenius y Teorell, un excelente ejemplo de la utilidad de hacer distinciones finas para analizar los regímenes autoritarios y no hacer generalizaciones gruesas:

Authoritarian Regimes:Stability, Change, and Pathways to Democracy, 1972–2003
Axel Hadenius y Jan Teorell
Working Paper #331 - November 2006

Encontré además un syllabus muy interesante, que me parece presenta muy bien la literatura pertinente:
Political Dynamis: Comparative Authoritarianism
Winter 2010 PhD - Lecturer: Dr Matteo Fumagalli

Ahora vamos a la "gira por el supermercado". El origen de esta burla viene de este comentario mío:

"Cuando dicto cursos de teoría en ciencia política, suelo decir que lo que me parece más sabio es definir la utilidad de las teorías según los temas de investigación, antes que cualquier otra cosa. Y son nuestros intereses de investigación los que nos harán simpatizar más o menos con un enfoque teórico; así, esa preferencia no es fruto de ninguna "superioridad ontológica", es simplemente resultado de nuestra especialización y de nuestra particular forma de ver el mundo. Felizmente quedaron atras nociones como que "no estaría bien" ser funcionalista (o especializarse en la teoría de la elección racional) por su epistemología individualista; del mismo modo que es absurdo pensar que "no estaría bien" ser marxista por su colectivismo. Toda teoría tiene elementos valiosos que debemos aprovechar según nuestros intereses de investigación, y todas tienen puntos ciegos y limitaciones que debemos intentar compensar echando mano de otras herramientas. Así, las teorías deben ser pensadas como "fuente de preguntas", antes que como "fuente de respuestas" como solía muy bien decir Guillermo Rochabrún en sus clases de teoría sociológica. Buenas teorías, o un buen uso de las teorías, abren buenas preguntas y marcan pistas útiles, fructíferas, de investigación. Las respuestas, siempre parciales, las da la investigación empírica rigurosa".
Objetividad y ciencias sociales


No niego que uno se identifique o se sienta más cerca de una propuesta teórica, es inevitable y natural que eso suceda. La cosa es que esa adhesión no debe ser dogmática, debe ser fruto, como digo, de nuestros intereses de investigación, de nuestra especialización, de nuestra particular forma de ver el mundo desde allí, no de una opción política, y sin pretender ninguna "superioridad ontológica". Yo por ejemplo simpatizo con un modelo "débil" de elección racional, y con un "institucionalismo basado en actores". Pero sería tonto creer que uno está por encima o por debajo de un marxista, de un funcionalista, de un post-estructuralista, o lo que sea. No se trata solamente de aceptar el pluralismo en la academia, también de reconocer que cada teoría tiene aportes y puntos ciegos, y por ello cada una es más o menos pertinente y útil para ciertos temas de investigación.

Estoy totalmente en desacuerdo con la idea de Lynch de que los enfoques epistemológicos deban entenderse como una "opción académica e incluso ideológica en el curso de un proceso de investigación". Yo creo que pensar así lleva a dos problemas: a tratar de meter con calzador un modelo teórico cuando no es pertinente para el análisis de un problema, o a utilizar metiendo por la puerta falsa, inadvertidamente, teorías y enfoques relevantes para el análisis empírico, pero sin conciencia, control, rigor. Quisiera poner dos ejemplos que me parecen elocuentes de cada una de estas situaciones.

El primero es el libro de Henry Pease, El ocaso del poder oligárquico. Lucha política en la escena oficial, 1968-1975 (Lima, DESCO, 1977). Uno lee el marco teórico, y encuentra referencias a Poulantzas y Gramsci, muy propias de la época, que remiten a las clases sociales y sus representaciones en el mundo de la política. El marco teórico funciona muy bien para dar cuenta del periodo previo al que es materia del libro, el primer gobierno de Belaunde: hay clases y fracciones de clase que tienen representantes que defienden sus intereses en el Congreso, en el consejo de ministros, hay un bloque en el poder pero hay conflictos a su interior, hay fracciones dominantes y subordinadas. Hasta acá, todo muy convincente. Sin embargo, ese marco teórico no es útil para estudiar el periodo del que se ocupa el libro, el gobierno de Velasco, caracterizado precisamente por una gran autonomía del Estado frente a las clases dominantes. Acá es más útil un marco teórico que enfatice el desarrollo institucional del Estado, culturas institucionales, el desarrollo de lógicas propias que rompen con patrones tradicionales, etc. Uno puede insistir y recurrir a la "autonomía relativa" del Estado para tratar de explicar porqué el modelo no funciona, pero me parece claro que estamos tratando de salvar un marco teórico que no es útil para describir lo que está sucediendo. Mucho más fructífero es un marco institucionalista, que sí funciona para explicar lo que sucede. Ejemplos de esta manera de ver el gobierno de Velasco pueden verse en: Stepan, Alfred, The State and Society: Peru in Comparative Perspective (Princeton University Press, 1978) y Trimberger, Ellen, Revolution from Above: Military Bureaucrats and Development in Japan, Turkey, Egypt, and Peru (Transaction Pub., 1978).

La aproximación clasista es buena para el periodo 1963-1968; la institucionalista para el periodo 1968-1975. Esto no implica una "gira por el supermercado": con el tiempo, con nuestra especialización uno termina dedicándose a cosas para las cuales cierta teoría le resulta a uno más útil, y termina "identificándose" con ella. Pero esto es resultado de la especialización, no de una opción política definida ex-ante.

El segundo caso lo ilustro con un libro del propio Lynch: Los jóvenes rojos de San Marcos: el radicalismo universitario de los años setenta. Lima, El Zorro de Abajo, 1990. Se puede descargar completo aquí:
http://nicolaslynch.com/libros/

Este libro me parece que ilustra muy claramente el uso implícito de un modelo teórico funcionalista - estructural, basado en la teoría de la modernización y los conceptos de anomia y deprivación relativa para dar cuenta de la radicalización política, tal cual lo presentan autores como Robert Merton o Ted Gurr en Why Men Rebel (Princeton, Princeton University Press, 1970). Me imagino que estas herramientas teóricas tan útiles son consideradas poco deseables para las opciones políticas, epistemológicas, teóricas y metodológicas que supongo maneja Lynch. Sin embargo, demuestran su utilidad en el análisis empírico y le permiten a Lynch escribir un libro interesante. El problema es que, por no usar explícita, conciente y claramente esa teoría, puede ocurrir que no la aproveche del todo, la use mal, o no sea capaz de controlar sus puntos débiles.

Mi conclusión es que el entender decisiones teóricas o epistemológicas no según su pertinencia para el análisis empírico, sino "como una opción académica e incluso ideológica en el curso de un proceso de investigación" es una muestra más de los problemas asociados a la combinación entre militancia política y trabajo académico. En este caso, la aplicación de criterios políticos al ámbito académico, que tiene sus propias reglas.

Soy conciente de que estos son temas controversiales, y de que se podrían dar buenas razones en sentidos diferentes a los que aquí propongo. Considero esto un primer esbozo de ideas que deberían desarrollarse mejor.

"Objetividad" y ciencias sociales (3)

jueves 18 de febrero de 2010
Por Martín Tanaka
Blog Virtú e Fortuna

La verdad es que no me imaginé que unos comentarios sueltos sobre la objetividad y las ciencias sociales generarían tanta atención. Ver:
Manifiesto por la gran transformación
Objetividad y ciencias sociales
Objetividad y ciencias sociales 2
De los principios a las políticas

Y tres comentarios recientes, coincidentemente aparecidos el martes 16 pasado:
El compromiso intelectual
Mar, 16/02/2010 - Nicolás Lynch
Matar a la madre
César Hildebrandt - La Primera
Militancia y ciencia social
Carlos Mejia 16-02-2010

A ver. En general, trato siempre de evitar la personalización del debate, y concentrarme en temas de interés general. Lo que interesa son las ideas, las posiciones, no las personas, y esto me incluye a mí, por supuesto. Sobre las personas solamente diré que respeto y aprecio a Hildebrandt, Lynch y Mejía, que me parecen personas muy valiosas, más allá de las discrepancias que podamos tener. En cuanto a mí, me parece que mis preferencias políticas personales no son de interés general, cada quién es libre de elegir dónde se ubica y dónde ubica a los demás. Sí quisiera aclarar que no pretendo presentarme como árbitro de nada ni como abanderado de una "objetividad" que, ya lo he dicho varias veces antes, es una quimera imposible de alcanzar. En efecto, todos tenemos sesgos, preferencias, rechazos, etc., imposibles de controlar del todo. Y no me parece que ser conservador sea bueno o malo, como tampoco tiene nada de bueno o malo de por sí ser liberal, o aprista, o comunista o cualquier cosa que uno quiera ser; tampoco me parece que sea necesariamente bueno o malo militar o no militar en un partido, ser un intelectual comprometido o un intelectual no comprometido, mientras se respete el derecho de los demás a decidir lo que mejor les parezca. Cada opción tiene sus alcances y límites, como todo en la vida. Y si no hago explícitas mis opciones políticas es simplemente porque no las tengo claras yo mismo, no porque las quiera ocultar.

[ACTUALIZACIÓN: algo he comentado antes sobre mis definiciones políticas personales. Ver:
La búsqueda del presente de Octavio Paz
Sobre definiciones políticas

Pasemos mejor a cosas de interés general. Carlos Mejía (también Nicolás Lynch) plantea el tema de la tensión, que no incompatibilidad, entre reflexión académica y militancia partidaria. De esa tensión hay que ser concientes, y hay que saber manejarla. Ya he escrito anteriormente que: "(...) el que sea difícil para un académico o intelectual hacer política no significa que no pueda o deba hacerla, en tanto es un ciudadano como cualquier otro. Es más, en un país como el Perú, con un nocivo discurso antipolítico tan fuerte, es bueno que los ciudadanos asuman compromisos políticos. El asunto es saber que se trata de un paso muy problemático, tanto para ser eficaz en lo político como riguroso en lo académico".

Manifiesto por la gran transformación

Hay algunos ejemplos de combinación exitosa; y muchos ejemplos en los que los académicos- políticos terminan siendo sesgados e ideológicos como académicos, e ineficaces como políticos. Es decir, por querer hacer las dos cosas, no terminas haciendo nada bien. En nuestro país, me parece claro que tenemos pocos casos de combinaciones exitosas, y muchas de combinaciones desafortunadas. Venimos de una tradición de excesiva politización, partidarización e ideologización de la academia. La clave es que un militante sea capaz de aceptar la realidad tal cual es, a pesar de que en ocasiones vaya en contra de los intereses de su causa, y que el académico entienda que hacer política con eficacia pasa necesariamente por hacer concesiones, transacciones y arreglos que pueden entrar en tensión con los principios generales que lo motivan a militar en un partido.

Otro tema es el supuesto carácter conservador de la discusión sobre la gobernabilidad. Quisiera poner en cuestión esa asociación. La temática tuvo un origen conservador en los años setenta, pero han pasado más de treinta años y ahora la discusión va por otros lados. Uno puede perfectamente preguntarse por los muchos problemas de gobernabilidad que genera el mantenimiento del statu quo, y plantear la necesidad de cambios profundos. Sobre el tema en general recomiendo ver el clásico The Crisis of Democracy (Crozier, Huntington, Watanuki, 1975) y Gobernabilidad y democracia (2001), de Antonio Camou, entre muchos otros:
The Crisis of Democracy - Michel Crozier, Samuel Huntington, Joji Watanuki

Finalmente, Mejía plantea una discusión que yo resumiría en la máxima marxista de que "el ser social determina la conciencia", que pretende aplicar al trabajo académico. Partiendo de esa noción hay dos caminos. Uno me parece muy productivo, y lleva a explorar las complejas relaciones entre academia y sociedad, los condicionamientos históricos, económicos, políticos, internacionales, de la labor intelectual, el papel que juegan el Estado, la política, las fuentes de cooperación internacional, etc. Evidentemente, la academia no es una isla, y es sometible a un análisis crítico. Pierre Bourdieu tiene cosas interesantes al respecto, por ejemplo (ver Homo Academicus, 1988). En nuestro medio no hay mucho, lamentablemente, más allá de los varios libros de Osmar Gonzales y un par de libros editados por Alberto Adrianzén en DESCO sobre pensamiento político peruano. Más estudios serios sobre estos temas serían muy bienvenidos. Ver Gonzales, Osmar, Señales sin respuesta. Los Zorros y el pensamiento socialista en el Perú, 1968-1989 (Lima: PREAL, 1999); Adrianzén, Alberto, ed., Pensamiento político peruano, 1930-1968 (Lima, DESCO, 1990); y Adrianzén, Alberto, ed., Pensamiento político peruano (Lima, DESCO, 1987). También Sánchez, Juan Martín: El Instituto de Estudios Peruanos. De la ambición teórica de los años sesenta al estupor fáctico ante el fujimorismo. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2002. Documento de trabajo nº 123. Disponible en:
Documento de trabajo del Instituto de Estudios Peruanos

Otro camino, menos productivo, es el que sigue Mejía, basándose me parece en una lógica determinista, según la cual las condiciones de reproducción determinan las formas de pensamiento, siguiendo una lógica muy mecánica de defensa de intereses. Esta noción ha sido ampliamente criticada en las ciencias sociales en general por no reconocer la autonomía de lo político y de otras esferas respecto a la esfera social. Cuando se aplica al análisis de las clases sociales, es razonable pensar que si las cosas van bien, quisieras que continúen y mejoren; y si van mal, que cambien. Sin embargo, puede haber mucho margen de controversia [en torno a con qué criterio se mide la buena o mala marcha de las cosas], qué significa "continuidad" y "cambio", y cuáles serían las mejores vías para lograr cada una de esas metas. Esto se ubica en el terreno de la construcción política, que no es deducible de la social. Y los problemas de la noción determinista de que el ser social determina la conciencia se hacen mucho mayores cuando se estudia la academia, un ámbito que precisamente se precia de ser autónomo, de regirse por reglas propias. Esto hace que los condicionantes sociales, que existen, nunca sean tan directos y claros, y que haya que hilar muy fino en el análisis, como vimos más arriba.

Llegados a este punto, ya que este blog aspira a ser leído por estudiantes de ciencias sociales, que suelen estar legítimamente preocupados por su inserción en el mercado laboral y su ejercicio profesional, me parece muy importante levantar un cargo hecho por Mejía: el de la determinación de las fuentes de financiamiento sobre los contenidos de la investigación social. Diré que hay dos grandes tipos de relación entre fuentes de financiamiento e investigación: de un lado tenemos instituciones serias, que funcionan sobre la base de consejos directivos y comités consultivos autónomos, que siguen declaraciones de principios explícitos y transparentes, que asignan fondos mediante concursos sobre temas relevantes, pertinentes, con reglas claras y jurados competentes, regidos por consideraciones académicas y términos de referencia precisos, que garantizan la independencia y autonomía de tu trabajo. Y del otro lado tenemos los casos que presenta Mejía: un estudio del efecto del tabaco financiado por tabacaleras, un estudio sobre el carácter abortivo de la AOE pagado por Vaticano. Aquí no se cumplen las condiciones que mencioné anteriormente. En esos casos, diría que un académico serio no debería involucrarse, porque su independencia y autonomía estarían comprometidas.

En general, yo diría que mientras los concursos de proyectos y consultorías sean dirigidos por entidades y personas serias, que garanticen la independencia y autonomía de tu trabajo, mientras este sea evaluado según consideraciones académicas y términos de referencia precisos, y mientras se trate de temas relevantes, todo está bien. Si sientes que esa independencia y autonomía están comprometidas, si la institución no es confiable, si el tema es tendencioso o sesgado, pues no te presentes. Y si es que pensaste que había condiciones adecuadas, y en medio del proceso de investigación recibes presiones indebidas, pues denúncialas.

Este post ya está muy largo, así que en la próxima sigo con el texto de Lynch.
Comentarios:
Martín dijo...
Jason:
la verdad es que no entiendo bien sus preguntas. Diré simplemente que la ideología es una cosa y la investigación empírica es otra. De la ideología cabría decir algo como "de gustibus non est disputandum". Cada quien tiene todo el derecho de tener la ideología que le plazca. Por el contrario, en la investigación, uno debe desarrollar una metodología que te permita sustentar las conclusiones a las que llegues, cualquiera sean estas.

Anónimo dijo...

El problema es que das a entender que los académicos-militantes confunden su "ideología"con la "realidad",cuando para muchos de nosotros tu presentas sesgos claros de las personas que están en el "area" socaildemocrata".

Cuando criticas a Sinesio Lopez por su visión de lo que entiende por derecha, lo haces pensando en un tipo de derecha que para nosotros no existe.Para ti su vision es una caricatura porque estas en el area socialdemocrata, para nosotro es una realidad... no somos locos ni brutos.

Martín dijo...

Anónimo: todos tenemos sesgos. Es inevitable. No es un tema de locura o brutez. Precisamente por eso es que hay que esforzarse en las ciencias sociales en trabajar siguiendo metodologías que ayuden a controlarlas.

La mención a López proviene de este texto de Gonzalo Gamio: Separar y Reunir

Precisamente, el post de Gamio es un buen ejemplo de cómo, al analizar algo, es útil definir bien, establecer distinciones, evitar confusiones y caricaturas. Saludos.

Anónimo dijo...
Hola Martín
Creo que algo que se está perdiendo en el debate es la referencia a textos concretos donde tal vez sea más claro los costos de una investigación ideologizada. Es posible que una sólida posiciòn ideológica vea el mundo de una manera y que una rigurosa investigaciòn muestre que el mundo coincide con nuestra visiòn de las cosas. Y es posible que el militante sea objetivo en su análisis de la realidad y la coyuntura.

Pero creo que eso es lo que no ha sido común en el Perú, ni en nuestra comunidad de ciencias sociales. Obvio, la objetividad es una quimera, pero cuando la ideologìa se cuela por todos lados al observar la realidad, creo que tu receta de intentar cuestionar nuestros argumentos a fondo y contrastar explicaciones alternativas es el mejor remedio contra la mala producción académica. Me gustan más los trabajos donde los autores son como héroes medio trágicos: reportan resultados y conclusiones que contrastan con sus creencias y deseos. Por sus libros los conocereis...
Saludos,

Anónimo dijo...
Estimado Profesor Tanaka,
Lei cuidadosamente el texto y los comentarios que Carlos Mejia hizo en su blog sobre el debate en torno a la objetividad del investigador, y lo que pude notar es una contradicción evidente entre su forma de asumir su faceta de militante y de intelectual.

En su blog le hice un comentario, que inmediatamente transcribo, un poco por pereza y otro por falta de tiempo debido a que es muy tarde y todavia tengo mucho que leer:

"El problema con relativizar el compromiso de neutralidad en materia de investigación, es que se tiende igualmente a relativizar las pruebas empíricas sobre las que se construyen los edificios intelectuales.

Así, en su post 6 usted manifiesta que más allá de la adscripción o no de un intelectual al modelo neoliberal, lo que importa es la fría estadística que señala que los asalariados urbanos han perdido su poder de compra durante los últimos años. Lo interesante es que le asigna a los números un valor probatorio, cuando es evidente que la evidencia estadística es altamente manipulable, especialmente cuando se quiere construir un argumento contra todo un sistema económico en funcion a una sola variable. Allí radica esencialmente la diferencia entre un militante y un científico social: el militante utiliza la cifra como un arma de convencimiento para justificar la validez de su modelo político, mientras que el científico social se pregunta como entender esa misma variable estadística dentro de un marco mas amplio de estudio de la sociedad"

Martín dijo...
Jason:
la pregunta me da la oportunidad para insistir en que en las ciencias sociales deberíamos tener menos discusiones abstractas y más investigación empírica. Respecto al tema que propones, ¿cómo será? Dejemos de debatir en el aire y hagamos una investigación. Construyamos una muestra significativa; preguntémosle a la gente sobre sus condiciones estructurales; preguntémosle sobre sus preferencias ideológicas; y veamos si hay correlación entre ideología y estructura.

Todas las encuestas suelen tener información socio-demográfica; y algunas tienen preguntas sobre identificación ideológica y temas afines. Ojalá alguien se anime a hacer una investigación al respecto. Una sugerencia para tema de tesis, saludos.




De los principios a las políticas

domingo 14 de febrero de 2010

Por Martin Tanaka
Virtú e Fortuna

El sábado 6 Alberto Adrianzén y el martes 9 Nelson Manrique tuvieron a bien comentar en estas páginas un par de artículos míos, el primero reseñando el reciente libro La transición inconclusa... , y el segundo comentando sobre la objetividad en las ciencias sociales, en mi blog Virtú e Fortuna


¿Qué distingue a los militantes y activistas de los científicos sociales? Los primeros deben dar buenas razones a favor de las causas que defienden, y desarmar argumentos contrarios a las mismas; considero que un científico social debe más bien intentar explicar por qué las cosas son como son, estar siempre abierto a que la realidad no se ajuste a sus preferencias, deseos o hipótesis, y dar cuenta de ello. Estoy de acuerdo con Manrique cuando dice que la objetividad es finalmente una quimera; pero de ello no se debe deducir que tenemos derecho a ser subjetivos y arbitrarios. Por el contrario, se deduce que debemos hacer todos los esfuerzos posibles por controlar nuestros inevitables sesgos.

Para un científico social trabajar temas políticos es complicado: a diferencia de otros terrenos más distantes a la vida cotidiana, sobre los sucesos políticos todos tenemos como ciudadanos opiniones legítimas. De otro lado, todos los científicos sociales tenemos preferencias, valores, simpatías, y es difícil controlarlas. Las discusiones generadas a partir de la publicación de Usted fue aprista de Manrique son elocuentes al respecto. Además, la cosa se complica más cuando científicos sociales asumen banderas partidistas, como pudo verse en las discusiones generadas por la reciente adhesión de intelectuales como Adrianzén, Lynch, López, Jiménez y otros a la candidatura presidencial de Ollanta Humala.

Estos profesionales cuestionan el modelo neoliberal, lo que es legítimo. Sin embargo, creo que desde ahora deberíamos esforzarnos todos en ser más precisos: ¿qué significa eso? Hago la misma sugerencia a los economistas del blog Actualidad Económica del Perú (aeperu.blogspot.com), que opinan en este diario. ¿Cuáles son las medidas concretas alternativas? (los simpatizantes del modelo, por su lado, deberían decirnos concretamente cómo combatir la exclusión social). La idea es que estos debates salgan del ámbito de especialistas y se conviertan en propuestas que puedan ser recogidas por los candidatos en sus campañas. Y acaso en el camino descubriremos que, lo que ubicados en plano principista parecen grandes desavenencias, al pasar al plano de las políticas concretas en realidad son diferencias de matiz. A estas alturas nadie razonable propone ni la destrucción del Estado ni un intervencionismo soviético. En general, me parece que en nuestro país los debates en este terreno se parecen más a los chilenos y brasileños que a los argentinos o bolivianos. Nuestro problema, en realidad, me parece que está en la precariedad de nuestro sistema político.

AMPLIACIÓN:
Sobre los temas comentados en el artículo, ver:
http://martintanaka.blogspot.com/2010_02_01_archive.html


http://martintanaka.blogspot.com/2010_01_01_archive.html

Profundizando en el tema del último párrafo del artículo, ver por ejemplo:

Debate Necesario
miércoles 20 de enero de 2010
Pedro Francke

Francke arranca muy bien, pidiendo evitar debates falsos. Luego, identifica temas de controversia. Todos queremos aumentar la recaudación, pero unos proponen bajar los costos laborales para promover la formalización, mientras que otros aumentar los impuestos a las empresas mineras, petroleras y de finanzas. Muy bien. Pero después, me parece que viene una enumeración de cosas que podrían generar consensos amplios: defender derechos laborales reconocidos internacionalmente, promover la agricultura y la pequeña empresa, incentivos varios para promover el turismo, el avance tecnológico, el surgimiento de nuevas industrias, la descentralización de la economía... recientemente, por ejemplo, el gobierno neoliberal actual ha aprobado una ley que exonera de impuestos a las actividades económicas que se ubican por encima de los 2500 metros. Al margen de que sea una mala iniciativa, esto sugiere que se puede ser "neoliberal" y dar incentivos que promuevan actividades específicas.

Comentarios
Anónimo dijo...
¿Responderá a esta crítica de Hildebrandt, señor Tanaka?

¿Creerá el señor Martín Tanaka que su ideología es invisible, sus adhesiones discretas y sus sesgos sutiles? Pobre señor Tanaka: hace tiempo que, contra lo que él cree, aparece con todo al aire en su papel de fan del sistema “realmente existente”. El señor Tanaka cree que las ciencias sociales son un búnker de concreto que lo protege del escrutinio público. El señor Tanaka cree que ser ambiguo y sibilino es ser aristotélico. No, señor Tanaka: haga usted lo que, con todo derecho, hicieron alguna vez Bernard Henri-Lévy o André Glucksman (siguiendo la tradición de Aron o Maurras): muestre la camiseta por la que juega y sufre. Nadie se lo va a reprochar. Lo que es patético es que se vista de negro y pretenda ser árbitro.
Matar a la Madre- por César Hildebrandt

Juan Garcia dijo...

Cientifico social?!

Solo porque se usa algo de estidistica? Cuando cualquier cientifico verdadero sabe que una relacion estadistica no significa causalidad. Ademas, lo que la estadistica en realidad representa es la ignorancia de los verdaderos procesos detras de los fenomenos.

Mas aun si tenemos en cuenta que en 'las ciencias' sociales se trabajan con relaciones estadisticas del orden del 30 por ciento o menos.

Pero la estadistica sirve para aparentar saber mucho y permanecer en las sombras, en lo vago e impreciso. Tanaka lo sabe!

Martín dijo...
Juan:
en las ciencias sociales en general y en la ciencia política en particular el carácter "científico" viene del uso de metodologías tanto cuantitativas como cualitativas, que siempre debe ser sometidas a crítica. Nuevamente, entre el conocimiento que surge de una observación rigurosa y una metodología precisa, y la especulación pura, me quedo con lo primero, con todas sus limitaciones, que por supuesto existen.

Al respecto recomiendo ver:
The Oxford Handbook of Political Methodology
Box-Steffensmeier, Janet M., Brady, Henry E. y Collier, David, eds., 2008.

Saludos

Anónimo dijo...

Estoy tratando de ser paciente para darle lectura y relectura a todo lo que el señor Takaba viene exponiendo ultimamente. Creo que corresponde una respuesta larga y pedagógica a los intelectuales de panteón como el señor Tanaka. Hildebrant ha sido mezquino en dedicarle dos lineas, quiza sea porque piensa que no merece mas o simplemente bastaba con ello. Creo que es pertinente preparar una respuesta que le permita al señor Tanaka abrir los ojos y darse cuenta que no es un mundo de ciegos. Pues sus pretendidas objetividades y cientificismo pueden servirle como refugio en sus aulas(donde somete sus criterios a la aprobacion o desaprobación del alumno), pero no en el mundo real donde la real politik obliga a los seres humanos(incluidos los intelectuales) a guiarse por ideologías. Ya esta demasiado vieja la pretensión de querer estar al margen. Solo Fujimori podría apelar al independentismo de palabra mientras agita con las dos manos su adhesión al neoliberalismo cavernario. La viveza criolla hace que algunos intelectuales crean que pueden subirse a una burbuja y a partir de alli teoretizar, hablando de rigurocidades solo contrastables y plausibles por la tribuna al cual se pertenece, o toleradas por alumnos incipientes e intelectuales caballerescos.

Empecemos el debate señor Tanaka, lo esperamos en la plaza.

James Fernandez Pozo
UNMSM
Post data:
Creo que es de muy mal gusto que Ud. "recomiende" determinado texto. No es de caballeros, menos de polemistas. Como cuestión metodológica ponga las citas exactas al pie de su discurso, y si ha usado un argumento de algún intelectual o estudioso que apoye su postura indiquelo como Bibliofrafia, y remitase exactamente a las paginas o párrafos correspondientes. Y si luego vuelve a remitirse a determinado autor proceda de la misma manera.

Martín dijo...
Sr. Fernández:
pienso que en nuestro país pecamos de exceso, no defecto de ideología. Es lo que modestamente pienso, y por eso me parece que a la ideología hay que controlarla. No desaparecerla, ciertamente, tarea por demás imposible, porque, como usted dice, en el fondo las ideologías son necesarias para ubicarse en el mundo. El problema es que el mundo ha cambiado tanto, que las ideologías muchas veces estorban, antes que ayudan. Los mapas cognitivos de la política no sirven como antes, como señalara Norbert Lechner hace ya algunos años. Recomiendo ver al respecto "Los nuevos perfiles de la política. Un bosquejo" (1994):
los nuevos perfiles de la politica - norbert lechner
Estos son temas de debate en los que hace tiempo estoy metido, si no no tendría este blog ni escribiría todas las semanas en La República.

Finalmente, si recomiendo textos es porque este blog tiene una intención pedagógica. Creo que uno debe compartir lo que sabe. Así que lo seguiré haciendo. Saludos.
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Militancia y ciencia social » Gran Combo Club

Hace varias semanas, un conjunto de cientistas sociales presentó un llamamiento público de apoyo a Ollanta Humala. A partir de ese comunicado principalmente, han surgido diferentes discusiones y debates en periódicos, blogs y algunas ...

Posted by Carlos Mejia

"Objetividad" y ciencias sociales (2)

viernes 12 de febrero de 2010

Por Martin Tanaka
Virtú e Fortuna

El martes pasado Nelson Manrique respondió a unos comentarios míos del 1 de febrero, referidos a un texto de Gonzalo Gamio y del propio Manrique, referidos a la objetividad en las ciencias sociales. Los links pertinentes son:

La objetividad
Mar, 19/01/2010
Nelson Manrique

Jueves 28 de enero de 2010
SOBRE LA OBJETIVIDAD Y LA CIENCIA SOCIAL
Gonzalo Gamio

lunes 1 de febrero de 2010
"Objetividad" y ciencias sociales
Martin Tanaka

El justo medio
Mar, 09/02/2010
Nelson Manrique

Bueno. Creo que gran parte de la discusión parte de un malentendido (debo haberme expresado mal, o de manera ambigua). Yo critico que Manrique considere que sigue la noción de "justo medio" todo aquel que “asigna una posición a las ideas existentes en plaza (radicales o conservadoras, progresistas o reaccionarias, etc.) para luego buscar ubicarse en una posición equidistante de ellas”. Me parece que es tergiversar la noción de justo medio que viene desde Aristóteles. Y la apelación a este último no tenía como propósito llevar el debate por el camino de la virtud y la búsqueda de la felicidad de los investigadores, sino buscar inspiración en esa noción para plantear un debate teórico, sobre el que volveré más adelante. Manrique termina preguntando si es que yo, y en general, todos los que pensamos la realidad tenemos una ideología, y mi respuesta es sencillamente que sí, que tiene razón, precisamente en el texto que él critica digo claramente que la objetividad es una quimera y que el investigador social nunca estará libre de condicionantes sociales. Concuerdo por eso con él (y con Gamio) en la necesidad de que los investigadores debemos hacer transparentes nuestros supuestos, valores, etc. Supongo que ellos también estarán de acuerdo conmigo en que la metodología de la ciencia busca precisamente controlar lo más posible que esos supuestos, valores, etc., nos impidan ver la realidad de la manera más rigurosa posible.

Quisiera más bien seguir la discusión comentando de qué manera la noción del justo medio puede servir de inspiración para las ciencias sociales, espero que estas ideas sean de utilidad, por ejemplo, a estudiantes buscando definir mejor sus temas de tesis. Una buena manera de encontrar un tema de investigación es abordando una controversia. En Aristóteles, se piensa cuál es la respuesta virtuosa ante las amenazas, y se encuentra que un extremo es la cobardía, el otro la temeridad, y se define que el justo medio es la valentía. De un manera similar, respecto a algún asunto, uno puede registrar un abanico de posiciones, sin que exista un consenso sobre cuál es la correcta. ¿Qué hacer con ellas? Estas se pueden ordenar teóricamente, según el tipo de variable independiente o el tipo de explicación al que apelan para dar cuenta del fenómeno que se estudia. Y allí uno puede establecer, con criterios teóricos, las posiciones que ocupan los extremos y las posiciones intermedias.

Ejemplo: interpretaciones que enfatizan más variables estructurales u otras que enfatizan más la capacidad de acción de los actores; interpretaciones que enfatizan más el carácter autónomo y profesionalizado del Estado y otras que enfatizan su vulnerabilidad y dependencia de grupos de interés privados; etc. El principal problema que hay que evitar es caer en el defecto de caricaturizar estas posiciones, para descartarlas fácilmente después, y así resaltar artificiosamente el aporte que uno hace. Uno debe discutir siempre con los mejores argumentos alternativos, no con los peores. El aporte de la investigación sería indagar qué postura es la más acertada, ya sea en general como para algún caso específico, basándose en una metodología que implica algún recojo y análisis de evidencia empírica. Seguramente (por supuesto, no siempre) la conclusión será que la postura más razonable no se ubicará en las posiciones extremas (y tampoco en la posición equidistante entre ellas), sino en un "justo medio". Espero tener tiempo para continuar con temas como este, que espero sirvan, como decía más arriba, a estudiantes tratando de definir bien sus preguntas de investigación para la tesis.

domingo, 21 de marzo de 2010


"Crítica a los críticos" de Alberto Adrianzén

10 de febrero de 2010

Por Martín Tanaka
Virtú e Fortuna

El sábado pasado Alberto Adrianzén respondió a mi columna del 24 de enero, en la que reseño su libro La transición inconclusa. Los links de mi texto y del de Adrianzén son:

http://martintanaka.blogspot.com/2010/01/la-transicion-inconclusa.html

http://www.larepublica.pe/disidencias/06/02/2010/critica-los-criticos

Las críticas de Adrianzén se ubican en varios planos. En primer lugar, me critica por hacer deducciones equivocadas. Dice que el grueso del libro fue redactado entre 2000 y 2004 (el colofón en 2007), por lo tanto no podría decirse nada sustantivo de su reciente apoyo a Humala, o de su evaluación de los gobiernos de Correa y Morales partiendo de éste. Luego, señala afirmaciones que serían equivocadas: Adrianzén advierte, para Venezuela, "riesgos o tentaciones autoritarias", con lo cual sí sería crítico con Chávez; y entre liberalismo y democracia para él no habría "contradicción", sino "tensión".

Sobre lo primero, creo que el libro puede leerse como una unidad. Me parece que el libro es más coherente de lo que el propio autor considera; las ideas del colofón no son contradictorias con las presentadas en las páginas anteriores. La "tensión" entre capitalismo y liberalismo se plantea al inicio, de allí se deduce que la reforma neoliberal de Fujimori haya sido autoritaria; y también que con la transición debió romperse con el modelo económico y político...

Respecto a mis afirmaciones equivocadas: decir de Venezuela que hay "riesgos o tentaciones autoritarias" me parece que confirma lo poco crítico que es Adrianzén con Chávez, quien encabeza un gobierno abiertamente autoritario y arbitrario. Sobre la tensión o contradicción entre liberalismo y democracia, en su propio artículo Adrianzén dice que "el autoritarismo no es solo un régimen que controla reglas y procedimientos sino también, y sobre todo, un “pacto de dominación” (capitalista)". Me parece que con esto el autor sin querer me da la razón. Para él el liberalismo capitalista es autoritario, no democrático (¿y los países liberales capitalistas democráticos?) o peor aún, el autoritarismo es capitalista, afirmación sin mucho sentido porque hay muchos autoritarismos no capitalistas (como el de Chávez).

Luego, Adrianzén cae en el vicio de adjudicarme ideas o intenciones que no tengo. Dice que "le parece un error decir que hoy la vía socialdemócrata unifica liberalismo y democracia". Yo no digo eso de hoy; eso ha sido así históricamente. Y el hecho de que hoy haya en Europa un predominio de la derecha confirma mi punto anterior: puedes tener capitalismo, gobiernos de derecha, que son al mismo tiempo democráticos. No hay por qué asociar autoritarismo con capitalismo. Volveré sobre este punto más adelante.

El autor dice que no quiero discutir una de las tesis más importantes de su libro; no es que no quiera, simplemente en mi reseña tomé los aspectos que me parecieron más interesantes para el público en general. Dice que para mí las reglas y el diseño son lo único, mientras que para él son importantes, pero no lo único. En realidad, en eso estamos de acuerdo, como se verá más claro más adelante. Después dice que "Tanaka no es partidario de que se cuestione el orden social ni el “modelo neoliberal” porque eso trae “ingobernabilidad". No es exacto; yo diría más bien "cuestiona el orden social y el modelo neoliberal todo lo que quieras (sobre las preferencias de cada quien no me meto), pero piensa en cómo vas a enfrentar los problemas de gobernabilidad que aparezcan, y sus consecuencias". Estoy seguro que es un comentario que Alvaro García Linera le debe haber hecho a Evo Morales en más de una ocasión.

Finalmente, Adrianzén señala algunos puntos que considera centrales en la discusión, que comento brevemente:

a) en la década de los 80 se dio el desembarco de la teoría liberal (sobre todo norteamericana) en Latinoamérica. Estas ideas fueron aceptadas acríticamente (sin problematizarlas) por una serie de politólogos y por algunos partidos progresistas;

De acuerdo parcialmente. En la ciencia política pasamos de la hegemonía del marxismo a visiones pluralistas; que fueron aceptadas sin crítica suficiente, creo que es cierto. La necesidad de una revisión crítica se hacía particularmente necesaria porque lo que ocurrió es que las mismas personas que en la década de los años setenta hablaban de revolución pasaron en los ochenta a hablar de la necesidad de la construcción de consensos y la defensa de la democracia política. Y Alberto Adrianzén fue uno de ellos, junto con el grupo de "El Zorro de abajo". Sobre el paso de la revolución a la democracia en América Latina ver de Norbert Lechner, Los patios interiores de la democracia (Santiago, FLACSO, 1988); sobre los Zorros, ver de Osmar Gonzales, Señales sin respuesta. Los Zorros y el pensamiento socialista en el Perú, 1968-1989 (Lima, PREAL, 1999).

En esos años, eran los Zorros los criticados por haber asumido acríticamente el paradigma democrático, abandonando el marxismo, sin hacer un balance y un "ajuste de cuentas", como señaló reiterada y singularmente Guillermo Rochabrún. Ver al respecto su libro Batallas por la teoría. En torno a Marx y el Perú (Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2007, 559p.). Hice una reseña de ese libro aquí:

martes 18 de diciembre de 2007
Guillermo Rochabrún, marxista crítico http://martintanaka.blogspot.com/2007/12/guillermo-rochabrn-marxista-crtico.html
(publicado también en Que Hacer, n° 169, enero – marzo 2008. Lima, DESCO (p. 106-115).

Reconociendo el punto señalado por Rochabrún, yo pienso que el cambio de paradigma fue un avance, que fue una clara ganancia dejar el dogmatismo marxista y asumir paradigmas más plurales y abiertos a la investigación empírica en las ciencias sociales. Ahora, otro punto de debate es cuán genuino fue el abandono del paradigma revolucionario para adoptar uno democrático; cuán consecuentes son los ex revolucionarios con los valores democráticos, en qué medida están dispuestos o no a olvidarse de los valores democráticos cuando aparece un líder revolucionario. Tema planteado por Eduardo Dargent en su libro Demócratas precarios. Élites y debilidad democrática en el Perú y América Latina (Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2009), que reseñé aquí:

domingo 6 de diciembre de 2009
¿Élites o neoliberalismo?
http://martintanaka.blogspot.com/2009/12/elites-o-neoliberalismo.html

b) esta hegemonía liberal tuvo como una de sus principales consecuencias la aceptación, como uno de los pilares para el análisis, de una definición mínima de la democracia (básicamente procedimental);

De acuerdo parcial: en el nuevo paradigma, uno debe distinguir diferentes tipos de régimen, y para ello la definición procedimental es útil, como herramienta descriptiva. Sobre el punto ver, entre muchos otros,

Classifying Political Regimes in Latin America, 1945–1999
Scott Mainwaring, Daniel Brinks, and Aníbal Pérez-Liñán
Working Paper #280 – September 2000
http://kellogg.nd.edu/publications/workingpapers/WPS/280.pdf

c) pero también supuso la aceptación de un concepto de autoritarismo mínimo que ha dado lugar al nacimiento de otros conceptos dudosos como el “autoritarismo competitivo” que tanto gustan de usar Tanaka y otros politólogos cuando analizan el fujimorismo;

De acuerdo parcial: parte de la necesidad de distinguir entre tipos de régimen lleva a clasificar mejor los regímenes no democráticos, y allí están los autoritarismos competitivos. No es nada dudoso, es un concepto de gran legitimidad dentro de la especialidad. Ver p.e.: Schedler, Andreas, ed., Electoral Authoritarianism: The Dynamics of Unfree Competition (Boulder, L. Rienner Pub., 2006); del mismo autor, “The Menu of Manipulation”; de Levitsky, Steven, y Lucan Way, “The Rise of Competitive Authoritarianism”; y de Diamond, Larry, “Thinking About Hybrid Regimes”; estos tres últimos textos aparecieron en Journal of Democracy, vol. 13, n° 2, 2002. [Ver también de Carrión, Julio, ed., The Fujimory Legacy. The Rise of Electoral Authoritarianism in Peru. Pennsylvania, Penn State University Press, 2006].

d) la definición de “autoritarismo mínimo” no es útil para analizar el fujimorismo porque evade un tema fundamental: el autoritarismo no es solo un régimen que controla reglas y procedimientos sino también, y sobre todo, un “pacto de dominación” (capitalista) tal como afirmaron, alguna vez, Cardoso, Brunner y O’Donnell.

En esto estamos totalmente en desacuerdo. Yo considero que la noción del autoritarismo competitivo es tremendamente útil para entender la particularidad del fujimorismo en perspectiva comparada. Es lo que intenté hacer en este texto: “From Crisis to Collapse of the Party Systems and Dilemmas of Democratic Representation: Peru and Venezuela” (en: Mainwaring, Scott, Ana María Bejarano y Eduardo Pizarro, eds.: The Crisis of Democratic Representation in the Andes. Stanford, Stanford University Press, 2006, p. 47-77; editado en español bajo el título “De la crisis al derrumbe de los sistemas de partidos, y los dilemas de la representación democrática: Perú y Venezuela”, en el libro La crisis de representación democrática en los países andinos. Bogotá, Norma, 2008, p. 89-131).

De otro lado, dudo mucho que hoy por hoy se pueda establecer creíblemente una relación entre capitalismo y autoritarismo (salvo que uno estire la definición de autoritarismo para incluir también regímenes democráticos; como cuando desde el marxismo algunos dicen que la democracia liberal es en realidad una dictadura de clase encubierta). Hay muchos países capitalistas democráticos, y muchos países autoritarios no capitalistas. El comentario de Adrianzén (y la referencia a viejos trabajos de Cardoso, Brunner y O’Donnell) sugiere que el autor piensa en el mundo de los años setenta, cuando toda la región vivía dictaduras militares aparentemente consecuencia de los procesos de modernización e industrialización, y cuando estaba en boga la tesis del "Estado burocrático-autoritario" de O'Donnell (Modernización y autoritarismo. Buenos Aires, Paidós, 1972). Pero estamos hablando de discusiones de hace más de treinta años... Hoy ni O'Donnell, ni Brunner ni Cardoso sostienen eso.

Termino con un punto que trata de encontrar un terreno de acuerdo con lo señalado por Adrianzén. En lo que sí tiene razón es que históricamente las relaciones entre capitalismo y democracia han sido muy problemáticas. Recordemos que en los siglos XVIII y XIX en el mundo los liberales defendían democracias restringidas, y en algunos escritos Marx y Engels especulaban con la posibilidad de que se pudiera llegar al socialismo mediante el sufragio universal. Sobre esto ver de Adam Przeworski, Paper Stones: A History of Electoral Socialism (University of Chicago, 1988). Sin embargo, a lo largo del siglo XX, liberalismo, capitalismo y democracia más bien convergieron. Muchos factores explican esto, entre ellos, el papel integrador jugado por los sistemas de partidos, el desarrollo de los Estados de bienestar, el equilibrio entre los intereses de los trabajadores y de los grandes propietarios, factores internacionales... sobre estos temas hay toneladas de literatura, ver especialmente Rueschemeyer, Dietrich, Evelyne Huber y John D. Stephens, Capitalist Development and Democracy (Chicago, University of Chicago Press, 1992) y Luebbert, Gregory, Liberalism, Fascism, or Social Democracy. Social Classes and the Political Origins of Regimes in Interwar Europe (Oxford, Oxford University Press, 1991), entre muchos otros.

En América Latina, en efecto, vistas las cosas desde las décadas de los años sesenta y setenta, el sentido común era que el desarrollo capitalista propiciaba el autoritarismo político, tesis esbozada por O'Donnell en Modernización y autoritarismo (op. cit.). Me parece que para la actualidad no podría hacerse un argumento así. Sin embargo, también es cierto que nuestras democracias son precarias, débiles, porque no se asientan en instituciones ni en prácticas sociales que aseguren la vigencia plena de la legalidad y de los derechos democráticos. Hay que ver más allá del régimen político, en esto sí estaremos de acuerdo con Adrianzén, considerar la economía, la historia, los grupos y prácticas sociales. Este tema ha sido explorado por el propio O’Donnell recientemente, por ejemplo en: “Algunas reflexiones acerca de la democracia, el Estado y sus múltiples caras” (Ponencia presentada en el XIII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública. Buenos Aires, noviembre, 2008); y “Notas sobre el Estado y la democracia” (Texto presentado en el seminario sobre Democracia en América Latina, Universidad Nacional de San Martín, 2007). Ver:

http://www.clad.org/documentos/congreso/odonnell

http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/odonnell.pdf

Ahora bien, esto no significa descartar concepciones mínimas de la democracia. Simplemente se trata de usar la definición mínima para distinguir la democracia de otros regímenes, pero se hace necesario atender los problemas de calidad democrática, para lo cual hay que mirar más allá del régimen político. Un excelente ejemplo de esta manera de usar los conceptos se encuentra en Linz, Juan, y Alfred Stepan, Problems of Democratic Transition and Consolidation: Southern Europe, South America, and Post-Communist Europe (Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1996). Allí se usa un criterio minimalista para definir la democracia, pero para analizar su funcionamiento y consolidación se tiene que analizar la dinámica de funcionamiento de la sociedad civil, la sociedad política, la sociedad económica, la vigencia del Estado de derecho, y el funcionamiento del Estado como aparato burocrático.

Hay varios proyectos sobre calidad democrática que involucran investigadores nacionales. Ver por ejemplo la Red de Investigadores de la Calidad de la Democracia en América Latina, en donde están Catalina Romero y David Sulmont, o el Andean Democracy Research Network, en el que participamos Rafael Roncagliolo, Sofía Vera y este servidor. Para dar más evidencia de que estamos de acuerdo con Adrianzén en la necesidad de tener miradas más integrales de nuestras democracias. Ver:

http://www2.cmq.edu.mx/calidaddelademocracia/index.php?option=com_content&view=article&id=93:acerca-de-la-red-de-investigadores-de-la-calidad-de-la-democracia-en-america-latina&catid=35:acerca-de-la-red&Itemid=28

http://blogs.ubc.ca/andeandemocracy/files/2009/08/research-collaborators.pdf

Espero que este largo y académico post sea de utilidad a los interesados en estos temas. Esto le daría más sentido a la discusión con Adrianzén.